Cuidado: la comunicación perjudica. Exposición temporal del
Cada vez que nos exponemos, voluntaria o involuntariamente, a los cada vez más diversos, ubicuos, imprescindibles, informativos, entretenidos, divertidos, penetrantes e invasivos medios de comunicación recibimos dosis de información que nos provocan efectos semejantes a los que generan comidas y bebidas, que pueden ir desde la agradable y placentera satisfacción hasta la más angustiosa y peligrosa indigestión, por lo que someterse a excesos de información provoca lo que se denomina info-obesidad, y como sabemos en cuanto a la obesidad generada por excesos de alimentos y bebidas, aquella también puede ser un factor que detone otras enfermedades.
A continuación reproduzco un interesante artículo, publicado en swissinfo.ch, en el que se presentan interesantes datos y reflexiones sobre la exposición que presenta desde noviembre de este año y hasta julio de 2012 inspirada en un fenómeno actual, la sobresaturación de información que aqueja al ciudadano común, con cierto poder adquisitivo y familiarizado con el manejo de las tecnologías de la información y comunicación, excepción hecha por muchos políticos (o la mayoría de ellos), quienes están vacunados de este mal y apenas leen lo que sus equipos les preparan cuando aspiran a un cargo de elección popular o "por dedazo" o para mantenerse de manera vitalicia en él, es decir, ellos están convencidos de que no tienen que leer libros de ficción o informativos, estar enterados de cuánto cuesta un kilo de tortillas, el boleto del metro o que la mayoría de los mexicanos no ganan ni seis mil pesos mensuales.
En fin, ojalá disfruten el siguiente artículo y, si van a visitar esta exposición, ojalá nos platiquen cómo está.
En fin, ojalá disfruten el siguiente artículo y, si van a visitar esta exposición, ojalá nos platiquen cómo está.
Una clínica para los “enfermos” de la comunicación
¿Alguna vez ha ido de vacaciones sin teléfono celular? ¿Sin consultar sus correos electrónicos? ¿Cuántos libros no leídos se han acumulado sobre su mesa de noche?
El Museo de la Comunicación de Berna consagra una exposición a la sobrecarga de información y propone una clínica para el diagnóstico y el tratamiento de la “info-obesidad”.
En el tiempo que se necesita para leer esta frase, y en un clic, 20 millones de e-mails son puestos en circulación. El flujo de información en el mundo alcanza cifras estratosféricas que representan la lectura de al menos 12.000 libros por día. Lo anterior cuando, según los expertos, un ser humano es capaz de leer apenas 350 páginas en veinticuatro horas ...
El Museo de la Comunicación de Berna presenta “¡Atención: comunicar es perjudicial!” con el fin de sensibilizar y ayudar al público a manejar el estrés causado por una sobredosis de comunicación.
“Comunicar es en sí un aspecto fundamental de la vida, como comer o beber, explica la directora del museo, Jacqueline Strauss. Pero si uno se embriaga o si come siempre lo mismo, la salud se resiente. Es lo mismo con la comunicación. Hoy en día somos bombardeados con información y tenemos un acceso privilegiado a todo tipo de medios de comunicación y a las nuevas tecnologías, pero a menudo nos abruma el exceso. Nos convertimos en esclavos de la comunicación o de los medios de comunicación. Se trata de un síndrome similar al burn-out (síndrome de desgaste ocupacional), pero del cual no se habla mucho”.
El Museo de la Comunicación de Berna presenta “¡Atención: comunicar es perjudicial!” con el fin de sensibilizar y ayudar al público a manejar el estrés causado por una sobredosis de comunicación.
“Comunicar es en sí un aspecto fundamental de la vida, como comer o beber, explica la directora del museo, Jacqueline Strauss. Pero si uno se embriaga o si come siempre lo mismo, la salud se resiente. Es lo mismo con la comunicación. Hoy en día somos bombardeados con información y tenemos un acceso privilegiado a todo tipo de medios de comunicación y a las nuevas tecnologías, pero a menudo nos abruma el exceso. Nos convertimos en esclavos de la comunicación o de los medios de comunicación. Se trata de un síndrome similar al burn-out (síndrome de desgaste ocupacional), pero del cual no se habla mucho”.
Filtrar la sobrecarga de información
De ahí la idea de una clínica de la comunicación, en la que los “pacientes” pueden poner a prueba su grado de dependencia, aversión y culpabilidad y recibir algunos consejos para reencontrar el placer perdido de comunicarse con los demás.
“¿Cuántas horas al día pasa usted en Internet?” “¿Y al teléfono?” “¿ Responde usted siempre a sus amigos?” “¿Se siente estresado, cansado?” “Cada uno de nosotros tiene una relación especial con los medios de comunicación y las nuevas tecnologías, reacciona de manera diferente a los estímulos. Es importante que el visitante pueda tomar consciencia de las limitaciones y los riesgos que conlleva el consumo excesivo por lo que le ofrecemos la oportunidad de relajarse en un oasis de bienestar”, continúa Jacqueline Strauss.
En efecto, en un rincón del museo, fueron construidas algunas cabinas de relajación en función del diagnóstico del visitante. El verde, para aquellos que están “sanos”; amarillo para los que están cansados por el flujo de la publicidad en su buzón o en Internet. El rojo, para los enfermos “graves” que necesitan unos momentos de meditación, tendidos sobre enormes cojines negros y acompañados por una voz femenina que les invita a cerrar los ojos y a dejar de pensar.
A falta de recetas milagro, el Museo de la Comunicación ofrece algunos consejos interesantes sobre cómo mejorar una búsqueda en Internet, seleccionar el correo, resistir a la invasión de los celulares, de las publicidades o de los comentarios en Twitter.
“Parafraseando al escritor estadounidense Clay Shirky, yo diría que el mayor problema no está en la abundancia de información, sino en nuestra incapacidad para filtrar”, señala el comisario de la exposición, Ulrich Schenk. La solución más simple es la de aprender a seleccionar con severidad la información que recibimos y la que decidimos transmitir a otras personas”.
“¿Cuántas horas al día pasa usted en Internet?” “¿Y al teléfono?” “¿ Responde usted siempre a sus amigos?” “¿Se siente estresado, cansado?” “Cada uno de nosotros tiene una relación especial con los medios de comunicación y las nuevas tecnologías, reacciona de manera diferente a los estímulos. Es importante que el visitante pueda tomar consciencia de las limitaciones y los riesgos que conlleva el consumo excesivo por lo que le ofrecemos la oportunidad de relajarse en un oasis de bienestar”, continúa Jacqueline Strauss.
En efecto, en un rincón del museo, fueron construidas algunas cabinas de relajación en función del diagnóstico del visitante. El verde, para aquellos que están “sanos”; amarillo para los que están cansados por el flujo de la publicidad en su buzón o en Internet. El rojo, para los enfermos “graves” que necesitan unos momentos de meditación, tendidos sobre enormes cojines negros y acompañados por una voz femenina que les invita a cerrar los ojos y a dejar de pensar.
A falta de recetas milagro, el Museo de la Comunicación ofrece algunos consejos interesantes sobre cómo mejorar una búsqueda en Internet, seleccionar el correo, resistir a la invasión de los celulares, de las publicidades o de los comentarios en Twitter.
“Parafraseando al escritor estadounidense Clay Shirky, yo diría que el mayor problema no está en la abundancia de información, sino en nuestra incapacidad para filtrar”, señala el comisario de la exposición, Ulrich Schenk. La solución más simple es la de aprender a seleccionar con severidad la información que recibimos y la que decidimos transmitir a otras personas”.
Comunicar y compartir ... pero ¿a qué costo?
En el Museo de la Comunicación, sin embargo, el visitante no solamente es considerado como una víctima, sino también como un potencial pelmazo. ¿Quién no ha hablado por teléfono sin preocuparse por los vecinos durante un viaje en tren? ¿O bombardeado a sus amigos en Facebook con anécdotas irrelevantes sobre su vida privada?
Comportamientos bastante comunes sobre los que el Museo de la Comunicación invita a reflexionar. “No podemos negar que hay una diferencia entre la generación de jóvenes que han crecido con las nuevas tecnologías y los adultos nacidos antes de 1980”, reconoció Ulrich Schenk.
Con esta exposición no se intenta culpar a los videojuegos o las redes sociales, sino lograr que el público esté atento a comportamientos aparentemente normales pero que, si son excesivos, pueden ser perjudiciales para uno mismo y para los demás”.
El visitante sale de la clínica con un medicamento muy particular en el bolsillo, el Comucaïne, en presentación de algunos buenos consejos: “Mire pasar las nubes y apague su ordenador portátil, al menos por un día”. No se necesita mucho para desintoxicarse del exceso de comunicación.
Comportamientos bastante comunes sobre los que el Museo de la Comunicación invita a reflexionar. “No podemos negar que hay una diferencia entre la generación de jóvenes que han crecido con las nuevas tecnologías y los adultos nacidos antes de 1980”, reconoció Ulrich Schenk.
Con esta exposición no se intenta culpar a los videojuegos o las redes sociales, sino lograr que el público esté atento a comportamientos aparentemente normales pero que, si son excesivos, pueden ser perjudiciales para uno mismo y para los demás”.
El visitante sale de la clínica con un medicamento muy particular en el bolsillo, el Comucaïne, en presentación de algunos buenos consejos: “Mire pasar las nubes y apague su ordenador portátil, al menos por un día”. No se necesita mucho para desintoxicarse del exceso de comunicación.
Stefania Summermatter, swissinfo.ch
Traducción, Marcela Águila Rubín
Traducción, Marcela Águila Rubín