lunes, 22 de noviembre de 2010

La Aldea de las Letras. Sexto capítulo del libro Peligro en la Aldea de las Letras


Ilustración de Alberto Caudillo

Aviso a los visitantes de esta Aldea:

Publico este capítulo del Libro Peligro en la Aldea de las Letras, en el que Hilaria llega a este fantástico sitio en donde se producen todas las letras que necesitan los hispanoescribientes de todas partes del mundo, como homenaje a dos letras que serán expulsadas del abecedario español por dígrafos, palabra que parece nombrar el peor de los delitos, con la que incluso se les niega el género femenino a las letras dígrafas, pero, bueno, así son las cosas de la lengua, los académicos, la ortografía y el cuidado y respeto que merecen los 500 millones de hispanohablantes, quienes ojalá algún día sean también hispanolectores e hispanoescritores. Ojalá lo disfruten.

La Aldea de las Letras

—A pesar de la muy atareada vida de las habitantes de esta alegre y dinámica aldea de sólo veintinueve casas, en donde se producen constantemente las veintinueve letras del abecedario español, la armonía y la tranquilidad reina entre ellas desde hace siglos, aunque a decir verdad esa tranquilidad se ha visto amenazada de vez en cuando, ya te enterarás.
Hilaria caminaba de puntitas, más concentrada en no pisar ninguna de esas diminutas letras que desfilaban como laboriosas hormigas, que en la explicación de la guía, una extraña y robusta mujer, vestida con una vaporosa túnica azul estampada con las letras del abecedario, quien la llevaba presurosa de la mano.
—Como te decía, cada una de nuestras muy conocidas amigas —señaló en todas direcciones y hacia su vestido—, porque seguro las conoces bien, ¿verdad?
Asentía, sin entender bien de qué demonios le hablaba.
—Cada una, te decía, cumple cabalmente con sus funciones y aunque algunas figuran en sociedad más que otras, ninguna sufre de complejos de inferioridad o de ataques de soberbia, por lo menos no en público... Bueno, quizá la eñe se crea la más importante, con eso de que sin ella no habría españññññññññol se la pasa presumiendo su dichosa coronita.
La extraña mujer juntó sus regordetas manos a manera de corona sobre su cabeza e hizo cara de presumida.
—Pero al margen de esos despliegues de vanidad, jactancia y pedantería, cuando las diferentes letras se encuentran, lo cual ocurre a todas horas, sin importar que la Tierra esté iluminada por la brillante luz crepuscular del amanecer o del atardecer, el sol caiga a plomo sobre ella o la oscuridad nocturna obligue a los hispanoescribientes a encender velas, candelas, bombillas, focos, lámparas, quinqués, linternas, arbotantes o cualquier artilugio que sirva para iluminar, nuestras amigas se muestran felices y dispuestas a ir de la mano o de la pata o de la colita con sus hermanas para emprender lo que bien puede ser una intrincada aventura literaria, una enmienda constitucional, un anuncio publicitario espectacular, las casi ilegibles instrucciones en una etiqueta o en un contrato legal y hasta un chateo entre adolescentes.
A Hilaria le costaba trabajo seguir lo que decía esa extraña mujer.
—Adolescentes: esos engendros humanos, carentes de identidad, que insisten en simplificar a la mínima expresión la lengua escrita, al reducir a unos cuantos símbolos su intento de comunicación —dijo con una voz grave y sentenciosa, pero aclaró en voz muy baja, casi susurrante—, así los define la muy quejumbrosa y conservadora Maestra Letralia.
—¿La Maestra Letralia?
—Sí, ya la conocerás. ¡Ah, pero has de saber lo que, ni tarda ni perezosa, le contesta la chispeante Maestra Cibernia, una de las nuevas huéspedes de la aldea —y ahora imita una voz muy alegre, como de niña—: tal vez habría que reconocer que los adolescentes, que no engendros, le han otorgado más valor a cada una de nuestras muy queridas letras. A mí me tiene encantada la forma en que se despiden muchos de ellos: TQM, ¿no le parece ingenioso y enriquecedor que nuestras tres hermanas signifiquen algo tan bonito, Maestra Letralia?
—Yo estoy de acuerdo cien por ciento con Cibernia —apuntaba la desconcertante guía—. Ahora con tanta tecnología digital y con tanto tiempo que pasan los chavales, muchachos, chicos, pibes, compas, niños, escuincles o morritos chateando o enviando mensajes por medio de sus móviles, celulares u otros artilugios para tal efecto, es necesario ahorrar letras. ¿Tú chateas en la compu y mandas mensajitos por tu cel?
—A veces.
—¿Escribes palabras completas?
—Casi siempre.
—¡Aaaaajá! Seguro eres de las que usa apóstrofos después de la letra cu, para ahorrarse la escritura de la u y la e y no escribir la palabra que, ¿verdad?, como si esa palabra fuera tan larga.
—No. Eso se usaba antes de los celulares. Aunque en el cajón de recuerdos de mi mamá he visto algunos recaditos con la palabra que como usted dice, pero…
—Entonces, ¿tú cómo escribes la palabra que?
—Casi no la escribo en mensajes de celular.
—¿Cómo escribirías: que dice mi mamá que no me da permiso de ir a tu casa, o sea, que no puedo ir?
—No sé, tal vez escribiría algo así como “no voy a tu casa”.
—¡Pues qué sosa! Seguramente después de ese mensaje deberás enviar varios más para explicar las razones para no ir a casa de tu amiga o amigo.
—Tal vez.
—Ya sé, eres de las que escribe bye, OK y cosas por el estilo en inglés bien escrito o mal escrito como baaaay y oukeeeei.
—No siempre, la verdad no me acuerdo cómo escribo mensajes, sólo lo hago y ya.
—¡Ah!, pero ¿qué me dices de cómo escribes en los foros y en todos los espacios virtuales?
—¡Ah!, pues escribo igual que en todas partes, con palabras completas y con ortografía.
—¿Y con dibujos, como caras felices, líneas onduladas y cosas peludas como pelucas, para decir que tal o cual cosa está de pelos?
—Pues sí, sí me gustan los emoticones y los dibujos y todas las cosas que se han creado para diseñar y hacer más alegres los espacios virtuales. Y a veces, también escribo letras que para algunos están aisladas pero que para quienes las usamos tienen algún significado.
—Bueno, a eso iba. Al punto de que hay letras solitas, como la eme mayúscula, eso sí, curveada y pintada de amarillo, que todos, hasta quienes no entienden la O por lo redonda, o sea las personas analfabetas de toda la Tierra, de todo el mundo, de todo el orbe, de todo el globo, que la reconocen como el símbolo de la comida rápida estadounidense que se propaga hasta los más alejados rincones. No sé si eso es bueno o malo, pero de que la eme tiene una fuerza enorme, ni quién lo dude. Mira ahí va todo un ejército terrestre y aéreo de ellas.
Continuar leyendo el texto en Scribd


No hay comentarios:

Publicar un comentario