lunes, 4 de enero de 2010

Por el puro placer de pintar letras



Gabriel García Márquez escribió en su Vivir para contarla*: "Otro hallazgo afortunado fue un aprendiz que pintaba anuncios de películas para el cercano cine de las Quintas. Yo lo ayudaba por el simple placer de pintar letras y él nos colaba gratis dos y tres veces por semana en las buenas películas de tiros y trompadas"

El puro placer de pintar letras podría parecer algo extraño, difícil de entender para los diestros escritores de mensajes rápidos vía telefonía celular, internet, twitter o cualquier otro dispositivo con pantalla que acorta distancias y permite la comunicación instantánea. Sin embargo, el trazo de letras, palabras, párrafos utilizando gises o tizas, lápices, bolígrafos, estilográficas o plumas fuente, pinceles, brochas o aerosoles
(como lo hacen los grafiteros), tiene algo de mágico y placentero.

A menos que se trate de escribir planas y planas como castigo por cometer faltas de ortografía (costumbre casi extinta, afortunadamente, dirán muchos, durante la educación básica), trazar letras, unirlas para dar forma y significado a palabras y con ellas a ideas, resulta verdaderamente placentero.

Escribir con letra de molde o cursiva revela la edad de quien escribe pero también los cambios que ha sufrido la educación básica, por lo menos en México. A mis hijos, veinteañeros, les enseñaron ambas escrituras, es decir la de molde y la cursiva, escriben con la primera pero son capaces de entender la segunda. Hace unos días, después de dedicar un libro a una de las chicas de Sexto B, me miró un tanto decepcionada y me dijo "ojalá hubieras escrito con letra normal". Es algo que tengo que hacer, escribir con letra normal o de molde, cuando escriba algo dedicado a chicos de esta cibergeneración y dejar a un lado la cursiva, que de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, es "la de mano la que se liga mucho para escribir de prisa", no me gustaria dejarles la impresión de que escribo de prisa, por escribir.

Aunque, de prisa o tomándonos nuestro tiempo, escribir a mano es algo que podemos hacer por el puro placer de pintar letras.

(Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, Editorial Diana, México, 2002, pág. 177).

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