miércoles, 21 de marzo de 2012

Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil 2012

Cartel y texto por los mexicanos Juan Gedovius y Francisco Hinojosa (IBBY México)
Había una vez un cuento que contaba el mundo entero. Ese cuento en realidad no era uno solo, sino muchos más que empezaron a poblar el mundo con sus historias de niñas desobedientes y lobos seductores, de zapatillas de cristal y príncipes enamorados, de gatos ingeniosos y soldaditos de plomo, de gigantes bonachones y fábricas de chocolate.
Lo poblaron de palabras, de inteligencia, de imágenes, de personajes extraordinarios. Le permitieron reír, asombrarse, convivir. Lo cargaron de significados. Y desde entonces esos cuentos han continuado multiplicándose para decirnos mil y una veces “Había una vez un cuento que contaba el mundo entero…”
Al leer, al contar o al escuchar cuentos estamos ejercitando la imaginación, como si fuera necesario darle entrenamiento para mantenerla en forma. Algún día, seguramente sin que lo sepamos, una de esas historias acudirá a nuestras vidas para ofrecernos soluciones creativas a los obstáculos que se nos presenten en el camino.
Al leer, al contar o al escuchar cuentos en voz alta también estamos repitiendo un ritual muy antiguo que ha cumplido un papel fundamental en la historia de la civilización: hacer comunidad.
Alrededor de esos cuentos se han reunido las culturas, las épocas y las generaciones para decirnos que somos uno solo los japoneses, los alemanes y los mexicanos; aquellos que vivieron en el siglo XVII y nosotros que leemos un cuento en la internet; los abuelos, los padres y los hijos. Los cuentos nos llenan por igual a los seres humanos, a pesar de nuestras enormes diferencias, porque todos somos, en el fondo, sus protagonistas.
Al contrario de los organismos vivos, que nacen, se reproducen y mueren, los cuentos, que surgen colmados de fertilidad, pueden ser inmortales. En especial aquellos de tradición popular que se adecúan a las circunstancias y al contexto del presente en el que son contados o reescritos. Se trata de cuentos que, al reproducirlos o escucharlos, nos convierten en sus coautores.
Y había una vez, también, un país lleno de mitos, cuentos y leyendas que viajaron por siglos, de boca en boca, para exhibir su idea de la creación, para narrar su historia, para ofrecer su riqueza cultural, para excitar la curiosidad y llenar de sonrisas los labios.
Era también un país en el que pocos de sus pobladores tenían acceso a los libros. Pero esa es una historia que ya ha empezado a cambiar. Hoy los cuentos están llegando cada vez más a rincones apartados de mi país, México. Y al encontrarse con sus lectores están cumpliendo con su papel de hacer comunidad, hacer familia y hacer individuos con mayor posibilidad de ser felices.
Francisco Hinojosa

Hans Christian Andersen nació el 2 de abril 1805, en Odense, una ciudad pequeña de la isla danesa de Fyn. Su padre era zapatero y su madre ayudaba a la economía familiar lavando ropa. No obstante una infancia pobre, se dice que ésta era recordada por el escritor como una época feliz, en la que su padre le contaba cuentos y alimentaba su imaginación de diversas formas. En una ocasión le construyó un pequeño teatro en el que el pequeño representaba obras con personajes elaborados con papel recortado.
Este 2 de abril, como desde hace 45 años, se celebra el aniversario del nacimiento del gran escritor con una gran fiesta de libros. En esta ocasión México engalana el festejo con este espléndido cartel de Juan Gedovius y las letras del prolífico escritor Francisco Hinojosa.
A festejar leyendo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario