Porque el gesto de alargar una mano a través de los siglos,
de abrazar a nuestros descendientes y a nuestra posteridad
tenía algo de elegante y muy humano.
Carl Sagan
Mañana 5 de septiembre se cumplen 40 años del lanzamiento de la nave Voyager 1. La Voyager 2 fue lanzada días antes, el 20 de agosto de 1977. Mi humilde homenaje a una de las obras maestras de la ciencia, la técnica, la tecnología y el arte fue la escritura de mi primera obra de ficción, la cual tuvo la fortuna de ser seleccionada para su publicación por el jurado del Premio Gran Angular 2003.
Para celebrar el lanzamientos de estas dos naves, de las cuales hemos recibido información preciosa sobre nuestro sistema solar y un poco más allá, comparto un capítulo del libro, en el cual los nuevos habitantes de El Lindero escuchan la selección musical con que el equipo de científicos de las más diversas disciplinas, liderado por Carl Sagan, presentan a la humanidad de este pálido punto azul.
En mi optimismo ingenuo creo que si los llamados líderes mundiales y gobernantes de poca monta que, sin embargo hacen mucho daño, dedicaran unas horas a conocer la obra de Carl Sagan pensarían un poco antes de lanzarse a proyectos depredadores y a aventuras que ponen en riesgo la vida en el planeta. No lo harán, lo sé, lo único que los mueve es el aquí y ahora de ellos y sus reducidos grupos. En fin.
En torno a la música más bella
Omar entró a mi cuarto el
otro día para buscar unos CDs. Vio la caja que encontré junto a la maleta de la
cápsula del tiempo y se sorprendió al toparse con un estuche que contenía la
obra titulada Murmurs of Earth. Casi
sin aliento, salió corriendo para preguntarnos si ya habíamos visto estos
discos.
–¡Es la música
del Voyager!, contestó
precipitadamente mi mamá, quien desde hace muchos años es fan de Carl Sagan y
siempre se había lamentado no haber conseguido la música que se fue como parte
del mensaje preparado como nuestra carta de presentación ante extraterrestres
de lejanos lugares y tiempos futuros. El libro editado en español, bajo
el título de Murmullos de la Tierra.
El mensaje interestelar del Voyager,
era uno de sus favoritos.
–¿Estaba con la
famosa cápsula del tiempo?, preguntó Mariana.
–Lo encontré en
la caja de CDs y cuadernos que se apañó Sara, contestó Omar.
–¡Yo la encontré!
Además creo que a nadie le ha importado mucho. Nada más cuando vimos el video
de la familia mi mamá se conmovió, pero al otro día nadie quería saber nada del
asunto.
–Oye, realmente
me conmovió que esta familia se hubiera tomado tantas molestias para nada.
–¿Crees que sea
para nada, no crees que esto realmente nos podría ayudar a ser mejores como
familia?, le pregunté.
–¿Seremos mejores
por habernos quedado con objetos y secretos de otra familia?, preguntó Omar.
–Yo no digo eso,
a lo que me refiero es que si conocemos el contenido, investigamos un poco más
sobre la familia, podríamos aprovechar sus experiencias para ser mejores, es
como para los países que tienen que aprender de la historia para no cometer los
mismos errores y progresar. He llegado a pensar que tal vez debamos ponernos en
contacto con ellos para decirles que enterramos su cápsula del tiempo y que
ellos dejen dicho a sus herederos que dentro de 48 años pueden venir a
rescatarla...
–Te está
afectando mucho la capsulita, dijo Mariana. Creo que fue un intento agradable
de una familia, a la que le sobraba tiempo, de hacer algo original, pero al
haberla dejado en el cuarto de servicio demostraron que no tenían la intención
de enterrarla.
–Además, por lo
bien hecho del video, dudo que no tengan por lo menos una copia, agregó Omar.
–Bueno, ¿pero qué
tiene que ver este disco con la cápsula del tiempo?, preguntó mi papá, quien
nada más observaba la discusión.
–Gregorio, el
hijo mayor de Montserrat es astrónomo y está trabajando o ya debe haber
terminado, con su equipo de trabajo, una evaluación de los primeros 25 años de las
naves Voyager.
–¡Wow!, entonces
está trabajando en la NASA o en el SETI, aprovechó mi mamá para presumir sus
conocimientos del tema.
–En su
autobiografía no dice con qué institución estaba haciendo la investigación.
Sólo menciona a algunos astrónomos mexicanos, como a tu amiga Julieta Fierro, y
el hecho de estar involucrado en este proyecto, lo cual lo hacía muy feliz.
–Ojalá Julieta
fuera mi amiga, varias veces la entrevisté, pero desde que cambié de trabajo no
la he vuelto a ver.
¿Qué más dice el
galán en su biografía?, preguntó Mariana.
–Que a sus 30
años sigue soltero, por si te interesa. Y que además ya quiere tener hijitos
para que puedan leer su cápsula del tiempo.
–Es un perdedor,
dijo Omar, bromeando.
–Si para ti un
perdedor es un cuate que trabaja en lo que le gusta y que además se ha
divertido durante toda su vida, entonces sí, seguro es un perdedor. Es curioso
ver que comienza su rollo diciendo que siempre ha sido un desmoche y les revela
a sus nietos y bisnietos “virtuales” que algunas veces se ha emborrachado y la
ha regado en varias ocasiones.
–Como si eso
fuera motivo de presunción, reprochó mi papá.
–¡Ay sí!, como si
emborracharse algunas veces quisiera decir que los chavos se vuelven
alcohólicos y perdedores, reclamó Omar, quien ya había tenido una o dos
experiencias secretas en el terreno de los excesos con el alcohol.
–Pero tampoco es
para jactarse...
–¡Ay ya van a
comenzar con la moralina!, dijo Mariana
–¿Por qué mejor
no escuchamos la música del Voyager,
dijo mi mamá, para cortar la discusión.
Cuando leímos el
contenido nos dimos cuenta que todas las piezas occidentales son ampliamente
conocidas, pero de la música oriental todo estaba en chino, bueno en chino,
javanés, senegalés...
Mi mamá se sentía
toda una experta en el tema, pero no quiso aventurar ninguna afirmación sobre
la música, sin tener el libro en la mano. Esto nos salvó de una sesión de
lectura, ya que todavía no desempacaba todas las cajas de sus libros, así que
prometió que tan pronto lo encontrara podíamos combinar la lectura de la
explicación de la música seleccionada, mientras la escuchábamos. Lo único que
sí dijo tajantemente es que no estaba tan de acuerdo con que El cascabel fuera la pieza mexicana más
bonita y representativa, habiendo obras como Huapango, pero bueno, los musicólogos tuvieron la palabra y
finalmente debe valorarse más el honor de que la música mexicana estuvo
contemplada, como parte de la más bella del mundo, sobre todo pensando que
muchos países quedaron excluidos.
Pusimos el disco.
El primero en
aparecer fue Bach, comenzamos a escuchar el Concierto
de Brandeburgo número dos y la piel se nos hizo de gallina.
–Cuando cayó el
muro de Berlín, seguro Carl Sagan recordó los motivos para incluir esta obra
como la primera del disco, susurró mamá.
–¡Es
maravillosa!, aunque yo prefiero el número cuatro, dijo mi papá en voz muy
baja.
La música era tan
poderosa que permanecimos en silencio escuchándola, solamente se oía el ruido
que hacía el estuche al pasar de mano en mano, cada vez que iniciaba una nueva
pieza.
–Estarán de
acuerdo que hay canciones más bonitas y representativas de México, volvió a la
carga mi mamá, cuando escuchamos la sexta pieza, o sea el ya mencionado Cascabel. Nadie secundó el comentario,
no sé si porque no somos expertos en música mexicana, o porque no
estábamos de acuerdo. No era nada fea y por lo menos no era la clásica apología
del macho mexicano, para el que la vida no vale nada y encuentra cualquier
pretexto para emborracharse y echar pestes de las “pérfidas” mujeres, sin las
que, sin embargo, no puede vivir.
–Para mí que el
rock no estuvo tan bien representado con Johny
B. Goode, comentó Omar y aprovechó para preguntar ¿ma, por qué no
incluyeron a los Beatles?
–Creo que no nada
más los encargados de la música del Voyager
estaban de acuerdo con que incluyeran Here
comes the sun, sino que todos los que trabajaban en el proyecto querían que
estuviera en el disco, me acuerdo que Carl Sagan dice en el libro que ya tenían
la aprobación de los cuatro, pero como no eran dueños de los derechos, no
quisieron exponerse a problemas legales
por una canción, que ustedes también coincidirán conmigo, tenía todos los
méritos para estar entre la música más hermosa del universo.
–¿Qué te parece
si te quemo una copia de este disco e incluyo la canción de los Beatles?, le preguntó Omar a mamá.
–Gracias hijo,
pero no va a ser lo mismo. Pero, sí, sí es buena idea.
Mi papá comentó
que la decisión de seleccionar la música más bella del planeta podría
calificarse como una labor de locos y un tanto injusta pues habían quedado
cientos o miles de compositores excluidos, por lo que resultaba un tanto
extraño que se repitiera Bach en tres piezas y Beethoven en dos.
–Y no creo que
hayan sido problemas de derechos de autor para que no estuvieran incluidos
otros clásicos, completó mi mamá.
–Alguna vez
escuché que todos los caminos comienzan y terminan en Mozart, dijo Omar,
mientras escuchábamos la selección de este compositor.
Si alguien me
hubiera dicho que una tarde la iba a dedicar a escuchar música de diferentes
partes del mundo con mi familia, en la sala de la casa, no lo hubiese creído.
Sin embargo, ahí estábamos, alrededor del estéreo, imaginando paisajes y
situaciones que provocaban las más diversas reflexiones.
–Si yo fuera
extraterrestre y me topara con una selección musical como ésta, seguro que me
dirigiría a la Tierra para gozar de tanta belleza, dijo mi papá, conmovido.
–¿Si fueras extraterrestre?,
preguntó mi mamá.
–No vayan a
comenzar, sentenció Mariana e imitando la voz de Louis Armstrong, pidió que
pusiéramos atención al blues que estábamos escuchando.
–¿De dónde son
esas gaitas, de Asturias o Escocia?, preguntó mi papá.
–De ninguna de
las dos, aquí dice que son de Azerbaiyán, leyó en voz alta Omar, quien tenía en
ese momento el estuche.
La velada estaba
resultando deliciosa, pocas veces o tal vez nunca nos habíamos reunido los
cinco sin que hubiera una televisión o una mesa llena de comida frente a
nosotros.
Lo que al
principio había querido ser solemne poco a poco iba siendo más cálido, creo que
esta música lograba su objetivo, despertar la imaginación de los escuchas a
partir de la información que manejábamos, alguna muy estereotipada y otra más o
menos concreta, por lo significativa que era para nosotros.
–¿Cómo recibirían
este disco los extraterrestres que no sabían nada de nosotros y que quizá no
compartirían cualidades físicas con nosotros?, me atreví a preguntar.
–Y dale con los
estereotipos, seguro que estás imaginando a ET
o a las criaturas de la Guerra de las Galaxias,
me molestó Omar.
–No tengo la
culpa de que cuando pienso en extraterrestres aparezcan criaturas como los de Marcianos al ataque o los del Día de la Independencia, me defendí.
–Yo preferiría
que fueran como el chavo de Roswell,
dijo Mariana, para seguir molestándome.
–¿Cómo serán?, nunca
lo sabremos, si hay vida en otros planetas, que seguro sí la hay, está a
millones de años luz. Pero creo que es más importante que no nos dejemos llevar
por los estereotipos, cosa que hacemos cotidianamente, cuando pensamos en los
diferentes pueblos de este mundo, dijo mi mamá. Cuando se piensa en África, por
ejemplo, siempre salen a relucir los miembros de algunas tribus nómadas que
mantienen sus tradiciones de caza y recolección, sin que eso de ninguna manera
esté mal, pero deberíamos también pensar en grandes ciudades africanas, en
donde se registran desarrollos científicos sorprendentes, recordemos que en
Sudáfrica se llevó a cabo el primer trasplante de corazón, o que en Alejandría
se erige la más ambiciosa, avanzada, hermosa y completa biblioteca.
–Hay que recordar cómo nos sentimos nosotros,
agregó mi papá, cuando otros piensan en México, y nos ven como tipos flojos
envueltos en un sarape, con una botella de tequila en la mano y durmiendo
recargados en un nopal.
–Me acuerdo que
una vez un noruego con el que chateaba me preguntó ¿qué otra cosa hacíamos los
mexicanos para divertirnos además de beber tequila?, completó la idea Mariana.
Dejamos la
plática para seguir escuchando, pero sí es cierto, me choca que casi siempre
que hay escenas de México en el cine y la televisión se maneja ese famoso y
denigrante estereotipo que el cine hollywoodense se encargó de difundir, para
muchos somos variantes de la caricatura de Speedy
González, además de malvivientes y
tramposos. Y ni qué decir de la música, siempre musicalizan con pasos dobles u
otros géneros españoles en lugar de incluir ritmos y sonidos más nuestros.
El disco me hacía
pensar muchas cosas, cuando escuché la pieza de los indios navajos, no pude
reprimir un comentario.
–¡Ay sí!, esos
gringos primero los exterminan, les quitan sus tierras y luego los mandan a
reservaciones, pero cuando se trata de presumir que sí tienen raíces, exhiben a
sus indios como si estuvieran muy orgullosos de ellos. Aunque por desgracia ése
no es un fenómeno exclusivo de los gringos, aquí en México el problema con la
población indígena es brutal, pero es aprovechado para que políticos de
diferentes tendencias lleven agua a su molino, al mencionarlos en sus
acartonados discursos.
La música seguía
fluyendo, pero yo me quedé pensando en la cuestión de los indígenas. Creo que
mi mamá tiene razón de molestarse cuando escucha a los políticos que
afirman que los indígenas son los verdaderos mexicanos ¿y nosotros qué, somos
de a mentiritas? Ellos y nosotros somos mexicanos de verdad, con toda la
diversidad física y cultural que existe en un país tan grande como el nuestro y
con las experiencias históricas que no podemos negar, como la conquista y el
inicio de lo mexicano a partir de ese “encuentro”.
Yo no sé por qué en México se insiste tanto en seguir sintiéndonos
víctimas de la violencia de la conquista, cuando ya pasaron más de 500 años.
Hay que estar orgullosos de que tenemos raíces tan bien plantadas, con las que
debemos crecer y ser mejores, ojalá ya nos quitáramos de tonterías y
aprendiéramos unos de otros, sin que nadie se sienta superior o inferior.
Además hay que tener presente que todos los pueblos en menor o mayor medida han
sufrido la opresión de los conquistadores, nada más habría que tener presente
la presencia por siglos de los moros en España. Ojalá se acaben las invasiones
de una vez por todas. Bueno ya divagué
mucho, ¿qué estará pensando Omar? Seguro le hubiese gustado que estuvieran incluidos
los Rolling o Nirvana o U2, bueno,
estos dos últimos no porque son más recientes.
Otra pieza de
Perú, Se me hace que había un peruano en
el equipo de musicólogos del proyecto Voyager,
¡qué padre!, si Gregorio ya hubiera sido astrónomo en esa fecha seguro hubiera
hecho hasta lo imposible para formar parte del equipo que trabajó con Carl
Sagan. ¿Qué onda Gregorio, en dónde estás? Nosotros aquí escuchando tu disco.
Me gustaría conocerte, en persona, porque ya sé muchas cosas de ti y me caes
bien.
Al finalizar el
disco, con un cuarteto para cuerdas de Beethoven, todos seguíamos pegados a los
sillones. No lo podíamos creer. Habíamos pasado casi dos horas juntos y ni nos
habíamos molestado, bueno no mucho, ni dormido, como cuando mi papá comienza a
ver una película con nosotros.
–Esto fue todo un
logro, dijo mi papá.
–¿Que
estuviéramos juntos una noche?, preguntó mi mamá.
–Bueno sí, pero
me refiero a la grabación del disco. Esta música es extraordinaria, debe haber
sido muy difícil haber llegado a esta selección.
–Sin duda fue
todo un logro, comentó Mariana, pero creo que cometimos graves errores al
escuchar este disco de la forma en que lo hicimos.
–¿A qué te
refieres?, preguntó mi mamá.
–Este disco está
pensado en seres que, por lo menos en teoría, no conocen absolutamente nada de
nuestro planeta, así que para ellos carecería de importancia si las obras son
de Bach, Mozart, Lennon y Mc Cartney o de compositores indígenas anónimos, como
tampoco sería trascendental para ellos si son obras de los siglos XVI o XX. Creo que lo importante es escuchar la
obra como un todo, como una sucesión de sonidos, que expresan sentimientos,
estados de ánimo y ambientes que
sugieren un espectro ilimitado de imágenes. Es más, no nos vayamos al espacio
exterior y a seres extraterrestres, si este disco lo escuchan niños de
diferentes culturas, seguramente dirán que les gusta o no les gusta por lo que
escuchan y no por el lugar en donde fue compuesta la obra o por quienes la
compusieron y ejecutaron.
–Tienes razón,
habría que escucharlo de otra manera, comentó mi mamá.
–Bueno, pues yo
me siento muy privilegiado de haber disfrutado esta selección y de que quizá
algún día seres de otros planetas reconozcan que, por lo menos en cuestiones de
arte y tecnología somos bien chidos, comentó Omar, ahora que si pensamos en los
objetivos terrestres, o sea gente como nosotros, no debemos dejar de admirar el
hecho de que esto fue grabado a fines de los setentas, mucho antes del
desarrollo de la tecnología digital, para fines no militares.
–Siempre he
tenido la impresión de que la grabación de este disco fue, si no el primer
paso, uno de los determinantes para llegar a los discos compactos, no nada más
de audio, sino de video, aprovechó a decir mi mamá, ya que el disco incluye,
además de música, sonidos como erupciones de volcanes, truenos, el canto de las
ballenas y saludos en no sé cuántos idiomas, imágenes que muestran nuestra
posición en el universo y fotografías de lo mejor del mundo, entre las que hay
individuos y familias de diferentes grupos étnicos y culturas, así como de los
diferentes ecosistemas terrestres.
–Mucha gente
ignora que muchos aparatos, objetos y materiales cotidianos han surgido durante
la carrera especial, mencionó Omar.
–Uno de ellos es
el Tang, dijo Mariana como para no
quedarse atrás.
–Ahora que lo mencionas,
¿qué tal si nos echamos unos taquitos y un Tang,
se me acaba de antojar, dije.
–Bien por los
tacos, pero aquí no estamos en el espacio y sería pecado tomar bebidas
artificiales cuando puedes exprimir unas naranjas y preparar un agüita fresca,
sugirió mi papá.
–¡Ay no, si quieres agua fresca, la preparas tú. Yo ayudo con
los tacos, dije.