martes, 22 de junio de 2010

"Se ponchan llantas gratis", en español, rumano e inglés, cuento publicado en la Revista Orizont Literar Contemporan


Anul III - Nr. 2 (16) APRILIE 2010 - 60 pagini- 
Revist ă independent ă de cultur ă contemporan ă
Director: MIHAI CANTUNIARI  Redactor-şef: DANIEL DRAGOMIRESCU

Hace una semana llegó desde Vaslui, Rumania, un sobre que contenía el número más reciente de la revista multicultural Horizonte Literario Contemporáneo. Aunque Daniel Dragomirescu me avisó el día que la envió y en la entrada del once de mayo del blog Contemporary Literary Horizon ya había leído el índice, al tener en mis manos el ejemplar en donde se incluye el cuento* "Se ponchan llantas gratis", en español (“Se pun jenţi pe gratis”), en rumano y (“We waylay rims for free”) en inglés, la emoción fue indescriptible. ¡Un texto mío traducido a dos idiomas!, para mí ha sido fantástico.

Los créditos de traducción aparecen en la página de la versión en inglés: Translator: Ana Luţaş y Proofreader: Cristina Costin. En la contraportada veo que Ana es una de las traductoras de español y Cristina de inglés.

Cuando envié este cuento a Daniel, sólo para que conociera algo de mi trabajo, él ofreció mandarlo a la Universidad de Bucarest para que lo tradujeran, además en ese momento me invitó a ser colaboradora de la revista y más recientemente a apoyar a la Fundación Multicultural “El Horizonte Literario Contemporáneo”. Agradezco a Daniel y a todo el equipo de la revista su amabilidad y profesionalismo. Deseo que todos los proyectos sean muy exitosos.

En este número se publican textos de:

Daniel Dragomirescu (Rumania), Charles Johnson (Reino Unido), Lidia Vianu, Ioana Leronim (Rumania), María Eugenia Mendoza (México), Peggy Landsman (Estados Unidos), Byron Beynon (Reino Unido), Pradeep Beedawat (India), Deborah Erdmann (Estados Unidos), Iliya Bolotyansky (República Checa), María Dolores García Pastor (España), Ion Lazu (Rumania), Alfredo Lavergne (Chile), Marius Ştefan Aldea (Rumania), Biola Olatunde (Nigeria), Caroline Gill, David Gill (Reino Unido), Alan Segal (Estados Unidos), Bogdan Cazacu (Rumania), Donald Riggs, Alexander Kudera (Estados Unidos), Leonard Ciureanu (Rumania), Miguel Angel de Boer (Argentina), Efigenia Coutinho (Brasil), Nancy Hawker (Canadá), Sayumi Yokou (Sri Lanka) y Marcela Meirelles (Uruguay).


Se ponchan llantas gratis
María Eugenia Mendoza Arrubarrena
Ciudad de México
Algún placer habrá experimentado al ver que la grúa se llevaba mi carro, que, bueno, es cierto que dejé frente a su entrada, pero sólo fue por el tiempo que me llevó ordenar, pagar y recibir un café en la tienda de la esquina. No sé qué conexiones tenía, pero al día siguiente me enteré que ningún carro permanece estacionado ahí más de un minuto. Y eso que ni carro tenía.
Yo estaba furiosa. Ella, parada en la entrada, retadora, esperaba mi recriminación. Su discurso fue breve.
–El letrero es una advertencia, a menos que  no sepa leer. Si es el caso dice: “No estacionarse, se usará grúa”.
¿Qué podía responder a tanta elocuencia?
–¿Sabe a dónde se lo llevaron? –, fue lo único que se me ocurrió. Extendió un papel con el domicilio del corralón y los requisitos para reclamar el auto.
Tomé el papel, era obvio que disfrutaba el momento. La miré a los ojos. Mantuvo la mirada. Desvié la vista y sólo en ese momento me percaté de que su cochera no era tal, era un recibidor. Un enorme perchero de pedestal, con una base para paraguas, estaba dispuesto en la entrada, una mesa con un florero y flores frescas ocupaba el centro y al fondo se apreciaba una sala blanca y un sillón negro de piel. Lámparas de pie adornaban el sitio, seguramente dan una atmósfera festiva cuando hay más personas ahí o placentera si sólo lo usan para leer. Esa costumbre de tejer historias cada vez que me asomo a una casa fue interrumpida violentamente por el portazo que casi me da en la nariz.
Estaba furiosa. Esa bruja maldita me iba a costar muy caro. Arrojé el café sobre el letrero. No me sentí mejor. Caminé las dos cuadras que me separaban de mi trabajo. Mientras caminaba leía los letreros en cada entrada de garaje “Se ponchan llantas gratis” era el recurrente.


Le expliqué a mi jefa lo que me había sucedido y le pedí permiso para ir por mi auto. Antes tenía que regresar a mi casa por la factura, los pagos de tenencia, mi acta de nacimiento, comprobante de domicilio… Sin mostrarse muy comprensiva me asignó varias tareas. A la hora de la comida por fin me dirigí a mi casa en metro, no podía darme el lujo de un taxi, mis seiscientos pesos para sobrevivir el resto de la quincena casi se iban a ir en pagar la multa por obstaculizar una entrada de auto.
Rescaté mi coche y me dirigí a casa. No deseaba regresar al trabajo. Total, faltaba media hora para la salida. Frustrada por el tiempo y la lana perdidos de la manera más tonta, e irresponsable, me diría mi conciencia, lamentaba mi situación. Me sentí muy sola, más sola de lo que regularmente me siento. Sin familia, sin novio, pensé en llamar a Ara. Al escuchar las grabaciones de la contestadora y del buzón del cel colgué. ¿Quién quiere hablar con máquinas en esas circunstancias? Lo único que me quedaba era llorar a moco tendido.
Nuevo día, nueva actitud.
Quince minutos antes de mi hora de entrada pasé frente a la casa de la bruja. Vi un Mercedes mal estacionado. Me detuve unos metros adelante. Apenas me estaba clavando en el estacionamiento de un edificio en remodelación cuando vi que llegó una grúa. Los diestros (aunque a mí me parecen siniestros) oficiales engancharon el vehículo y en unos segundos lo remolcaron. Cuando  lo trepan no hay poder humano que lo baje, a menos que traiga tarjeta y la grúa cargue terminal para  cobrar. Asustada descubrí al chimuelo, flaco y cochambroso tipo que sonreía junto a mi puerta. Era el franelero que custodiaba la entrada del edificio. Doña Soledad, que vive más sola que una ostra, no se anda con rodeos, es de armas tomar. El urbano e inevitable personaje, se ofreció a cuidármelo y lavármelo. Hubiera querido ignorarlo, pero decente que soy, le dije que no. A punto de arrancar vi a un señor, que a leguas se notaba era dueño del Meche. Morbosa que soy, esperé. El franelero de la acera del parque le gritó que tocara la puerta. Tocó rabiosamente con los puños cerrados. La mujer abrió. Soberbia, extendió el papel con las instrucciones. El hombre sacó una pistola. Tres tiros. Con el arma frente a él se abrió paso entre los estupefactos curiosos.
Soledad yacía en el umbral.
No lo pensé dos veces, arranqué y me alejé de ahí. Mala ciudadana que soy.

*Publicado en: Recuentos Urbanos. Antología de cuento breve. Compiladoras Herlinda Dabbah Mustri y Susana Arroyo-Furphy, México, Palabras y Plumas Editores, 2009, pp. 155-157


8 comentarios:

Sergio Astorga dijo...

María Eugenia, deja decirte aquí: te felicito de gratis.
Trato de entender tu emoción y me gusta.

Abrazo rumano, no sé como sean pero, también es lengua romance.
Sergio Astorga

María Eugenia Mendoza dijo...

Querido Sergio:
Letreros de "Se ponchan llantas gratis", grúas que parecen salir de las alcantarillas cuando te estacionas incluso en calles no transitadas pero que tienen dibujada una tenue línea peatonal y los franeleros que se sienten dueños de las calles de la ciudad de México representan parte del folclor urbano.
En cuanto a la emoción de ver un texto traducido al inglés y al rumano, te lo juro que es maravillosa. Gracias por tratar de entenderla.
Una frase con la que se despide Daniel es: Cele bune "todo lo mejor", así que Cele bune para ti y un gran abrazo gratis y cordial.

María García Esperón dijo...

¡¡¡Maru, felicidades!!!

Ese sí que fue un salto de altura, apoyado en la pértiga de tu palabra, que aquí y en China y en cualquier lengua... ES MÁGICA.

María Eugenia Mendoza dijo...

Queridísima María:
Soy sincera y confieso que estas traducciones son la materialización de un sueño jamás soñado y quizá por eso las aprecio tanto.
Agradezco tu apoyo, entusiasmo y amistad.
Te mando un abrazo muy cariñoso.

Albert Lázaro-Tinaut dijo...

Estimada María Eugenia:
En primer lugar, mi enhorabuena por esta excelente noticia. Comparto tu satisfacción.
En segundo lugar, quiero decirte que te he dejado una pequeña sorpresa en el post que he publicado esta noche en TRANSEÚNTE EN POS DEL NORTE. No es gran cosa, pero te la mereces.
Un abrazo cordial.

María Eugenia Mendoza dijo...

Querido Albert:
Para mí es grandioso que me honres con esta hermosa sorpresa, gracias por haber incluido a esta Aldea entre los blogs que recomiendas, luego de haber recibido, muy merecidamente, El PREMIO DARDO Y BLOG DE ORO.
El TRANSEÚNTE EN POS DEL NORTE es un espacio inteligente, generoso, crítico y muy rico en experiencias que se antoja replicar en cada viaje. Te agradezco muchísimo la deferencia. Visitaré los blogs que propones (algunos de los cuales ya conozco gracias a ti) y prepararé la lista de los que tengo en mi página y en el corazón.
Recibe un abrazo y mi admiración.

Anauj dijo...

¡¡¡FELICIDADES, amiga, MUCHAS FELICIDADES!!!
Gracias por tu comentario al micro relato de mi blog.
(Discúlpame si no vien antes a darte las gracias por ello).
Hoy estoy aquí para decirte que el miércoles pasado (23-VI-2010) leí en Onda Latina, emisora de radio en la que participo cada miércoles por la tarde, tu relato "En el umbral".
Puedes escuchar la repetición hoy por la mañana, o el domingo. El enlace es:
www.ondalatina.es
No obstante, en cuanto pueda, lo publicaré en You Tube.
Un abrazo grande, grande, Juana Castillo.

María Eugenia Mendoza dijo...

Querida Juani:
Es muy lindo saber que pasaste por aquí. Agradezco muchísimo que hayas compartido con tus radioescuchas de Onda Latina el relato. Es maravilloso observar cómo los libros y las personas que están involucradas con ellos favorecen encuentros tan gratos como el que sin importar la distancia se ha dado entre nosotras, Susana, Linda y muchos autores de las antologías.
Buscaré la retransmisión del programa este domingo ¡qué emoción!
Recibe un cariñosísimo abrazo.