El mito de la sabiduría
© María Eugenia Mendoza Arrubarrena
Cuando era niña la gente le hacía burla porque actuaba como tonta.
No le importaba y seguía chacoteando.
Sabía que las cosas cambiarían en el futuro.
Pasó de joven a adulta y la gente no tenía el menor pudor en llamarla imbécil en su cara.
Las palabras se le resbalaban como la lluvia, cuando la sorprendía a medio camino hacia ninguna parte y ella ni corría ni buscaba un techo para protegerse.
Cada vez estaba más cerca de que el futuro hiciera realidad su deseo, cómo deseaba que la gente cambiara la forma de verla.
Cuando llegó a vieja, prácticamente nadie le hacía caso, no era más que una vieja inútil y ya nadie se molestaba en llamarla estúpida.
Al percatarse de que esa era la apreciación general y nada podía hacer para cambiarla, lloró.
La vejez la traicionó, no la había hecho sabia.
8 comentarios:
Qué cierto y qué triste. ¿Habrá más mitos, Mª Eugenia? Apapachos.
Sin duda Hay muchos, querida Carlota, lo doloroso es cuando no se descubren a tiempo.
Abrazos cariñosos.
María Eugenia, rotundo, devastador. Me encantan los textos quita velos. La sabiduría no es producto de un conocimiento revelado, sino de la suma de esfuerzo.
Un abrazo sin mentira.
Sergio Astorga
Querido Sergio:
Qué bien, texto quita velos, me gusta la clasificación.
Me molesta, en cambio, que en los discursos se apele a la sabiduría de los viejos y en la realidad, sean o no sabios, se les trate como ciudadanos de segunda.
Me esforzaré no para ser sabia, sino para conservar a mis amigos si llego a vieja.
Un abrazo cariñoso.
María Eugenia, esperemos ser capaces de estar hechos de una materia que absorva los concimientos que nos puedan aportar las experiencias del camino. Que no seamos piedra caliza que deje traspasar toda la fluidez de sabiduria que se nos ofrezcan en los diferentes itinerarios que sigamos.
Un abrazo.
Hola Alicia:
Comparto esa esperanza.
Creo que la vida nos da lecciones de las que en ocasiones parece que no aprendemos y vamos por ahí aferrados a ideas equivocadas, como ésta de la sabiduría automática con la edad.
Gracias por tus reflexiones y por enriquecer a esta Aldea.
Va un cariñoso abrazo
Muy bello tu relato María Eugenia, una pena que no muriera sin darse cuenta,
un beso,
Myriam
Querida Myriam:
Lo bello de esto son las diferentes lecturas que hacemos de un texto, a veces la ignorancia es sinónimo de felicidad.
Gracias por dejar tu reflexión.
Un abrazo.
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