Jaleos y Denuncias
Stanislaw Jaroszek, Chicago, Ediciones Vocesueltas, 2010
ISBN: 978-09800042-4-3
La tía
La mujer ya jubilada mostraba su casa al sobrino recién llegado de Polonia.
Las palmeras se mecían con el viento invernal. Del otro lado del patio, el eco traía las voces de los jugadores. Después de cada golpe con el palo de golf, llegaba un sonido agudo pero fuerte. Al fin, los tres hombres se subieron a su vehículo y desaparecieron en la vastedad del campo.
El joven miraba alrededor cuidadosamente, calculando cuánto podría costar aquella casa. "Unos cien mil dólares", pensó.
La mujer se sonrió, mostrando sus dientes artificiales.
Después de un momento de silencio la mujer se acercó al joven para decirle:
Cuántos años más podría vivir una mujer de su edad, con su salud delicada y golpeada por varios matrimonios fracasados? "De cinco a diez, no más".
Ya de regreso en Chicago, el joven pensaba constantemente en su vieja tía. "¿Cómo se sentirá hoy? Tal vez se cayó y se rompió la cabeza, o tuvo un mareo cuando limpiaba los bordes de la piscina y se ahogó".
Meses después, llegó la llamada nocturna del hospital, el joven se dispuso a escuchar la voz del médico con interés. La palabra "pulmonía" prometía mucho.
Pobre tía, se morirá en suelo extranjero, lejos de las praderas polacas donde nació. Sola, solita en la tierra de los huracanes. Años antes, ya había escogido su tumba en un cementerio de Cape Coral.
"No me queda otra, hay que ir a despedirse de la tía", pensó el joven.
Ya en el hospital, la encontró sentada sobre la cama, comiendo una manzana cortada en pedazos.
Años después –alrededor de una cama de hospital– estaba reunida toda la familia. La esposa, delgadita y pequeña, una adolescente de pelo rubio y dos hijos gemelos en edad de enseñanza primaria.
El paciente gordo respiraba con dificultad y cada minuto le costaba más encontrar aire.
Con la mirada ubicada en el techo blanco del salón, el hombre parecía estar en completo estado de estupor. Se oyó un murmullo ininteligible, el cual nadie más que él pudo descifrar:
Stanislaw Jaroszek nació en la pequeña ciudad de Nowy Korczyn, en Polonia. Después de la muerte de su madre, su familia se mudó a la ciudad de Busko Zdroj, donde continuó sus estudios primarios y secundarios. Cuando tenía diez años su padre emigró a Estados Unidos, dejando al hijo menor con la abuela Ewa, de ochenta años. En la primaria Stanislaw fue un estudiante mediocre, hasta que su hermano mayor, Bogdan, lo introdujo al mundo de los libros durante unas vacaciones de verano. En la secundaria leyó mucho y empezó a escribir poesía. Después cultivó el humor y publicó sus sátiras en la revista Echo dnia. En 1985 salió del país para reunirse con su padre en Chicago, quien murió en 1988.
Al tiempo que realizaba sus estudios en la Universidad de Illinois, en Chicago, Stanislaw trabajó como obrero, conserje, supervisor, gerente, representante de sindicato, conductor de limosinas y guardia de un hospital mental... Desde que obtuvo su título universitario, trabaja como maestro de español en las escuelas públicas. Recientemente terminó su maestría en Literatura Latinoamericana en Rossevelt University. Desde 2006 participa en el taller literario de la revista Contratiempo.
El cuento se publica con autorización del autor. La información biográfica fue tomada de la solapa del libro.
5 comentarios:
Tomo nota querida María Eugenia; el cuento me ha gustado mucho; no conocía a Jaroszek y te agradezco que me lo hayas descubierto. Lo buscaré. Un beso.
María Eugenia, grata revelación, ya habías escrito sobre ellos y ahora la oportunidad de leer una de sus obras me ha interesado mucho. Intentare investigar más sobre su trabajo.
Gracias, siempre encuentro en la
Aldea lo que me falta.
Un abrazo marciano (por marzo)
Sergio Astorga
Querida Lola MU:
Gracias por tu visita y tu comentario.
Me fascina que un escritor, cuya lengua materna es el polaco, haya apostado por el estudio formal de nuestro idioma y esté escribiendo en él. Ojalá sea más conocido y reconocido.
Te comento que me acabo de enterar, porque Stanislaw contestó el correo en el que le informaba de la publicación de esta nota, que dos días antes nació su bebé, precioso por cierto.
Te mando un cariñoso abrazo.
Hola Sergio:
Estoy en deuda todavía con los otros cuatro escritores que conocí en el Palacio de Minería, ya me pondré al corriente porque su obra, como la tuya, querido amigo, vale la pena que se conozca. Ojalá su presencia en esta Aldea contribuya un poco a difundirla.
Va un antojadizo abrazo.
Me ha gustado mucho el cuento al que se le puede sacar mucha punta. Los cuentos de buenos escritores me gustan de verdad. Hace poco leí algunos de Chejov y publiqué uno en un post.
Me gusta leerte. Un abrazo Lola
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