Diciembre, un año más... Quedó la risa
mezclada en la distancia con el llanto
y algún soplo de paz que cada tanto,
como un tilo, me perfumó la brisa.
Colgué un lindo almanaque tras un santo
que cambió de lugar en la repisa
para oficiar de nuevo esta gran misa
de elegir la esperanza o el espanto.
Y así como el invierno sin un manto
parece menos frío bajo el canto
del valiente gorrión en su cornisa,
enero es una hoja blanca y lisa
que me recuerda siempre con qué prisa
volverá a florecer el amaranto.
Gracias, querido Carlos, en nombre mío y de mi familia recibe nuestros mejores deseos para el 2011 y siempre.
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