jueves, 28 de abril de 2011

Carlos Marianidis. Dos obras publicadas por Editorial Progreso

Autor: Carlos Marianidis
Ilustrador: Pablo De Bella
El muro de Tierracalma, México, Editorial Progreso,
Colección Rehilete, 2010

"Los castores de Tierracalma jamás habían tenido peleas entre sí. Cultivaban sus tierras, recorrían a pie los caminos que iban de sus hogares a sus trabajos, o se saludaban de una bicicleta a otra; enviaban sus crías a la misma escuela y hasta tenían un pequeño estadio de futbol".

Así comienza esta obra ilustrada del poeta argentino Carlos Marianidis. En esta ocasión, el gran fabulador eligió que sus personajes fueran castores, que en su pluma se tornan criaturas fascinantes, ingeniosas y amantes del futbol.

La armonía de Tierracalma se rompe debido a un desastre natural. Una tormenta y la consecuente inundación de la parte baja de la aldea. Desastre, por cierto, como los que se viven y sufren en estos tiempos de cambio climático en cualquier parte del mundo. Los conflictos derivados no se hacen esperar y la población del Este y el Oeste, tan amigable en tiempos de bonanza, se ve dividida por obra y gracia de una decisión gubernamental.

En El muro de Tierracalma Carlos Marianidis hace una apuesta por la solución noviolenta de los conflictos, por ver en los otros a iguales con quienes se puede llegar a convivir y a solucionar las adversidades.

Este libro, además, puede ser un vehículo muy interesante para que los lectores, niños y adultos, platiquen sobre asuntos que enfrentan y aun dividen a las poblaciones en categorías que van más allá de la riqueza y la pobreza del Norte y el Sur; de las ideologías que otrora se ubicaban en el Este y el Oeste, de los prejuicios étnicos, religiosos y en general de problemas que surgen cuando no hay disposición al diálogo.



Los puentes de la libertad
Autor: Carlos Marianidis, México, Editorial Progreso,
Colección Rehilete
2010

En Los puentes de la libertad, obra también publicada por Editorial Progreso, el escritor argentino ofrece una historia que tiene como escenario una isla habitada por hámsters "esos simpáticos roedores con aspecto de osos de peluche, que se caracterizan por acumular cosas en cuanto rincón exista".

Isla Dientuda, es un paradisiaco lugar, la tierra ideal en donde todos cultivan la tierra, en donde se vive de manera simple, tranquila y en paz. En donde los habitantes han sabido sacar provecho del gran tesoro que en tiempos remotos un gran científico olvidó tras su paso por ahí: un diccionario enciclopédico, de los antiguos, de los que todavía consideraban 29 letras en el abecedario español, gracias al cual los hámsters habían aprendido a leer y escribir, a reconocer los vegetales de la región y también a conocer a los habitantes más importantes del mundo, del mundo de los humanos, por supuesto, entre quienes estaban Einstein, la Madre Teresa y muchos más. De ahí que los tres puentes que comunicaban a la isla se llamaran: Einstein o de la Sabiduría; de la Solidaridad y de la Salud o puente Sabin.

En Los puentes de la libertad Carlos Marianidis nos ofrece una historia de amor y seducción, que nace desde que Irina y Lucas se conocen; también es una historia de aventuras, en la que Lucas enfrentará diversos peligros. Otros personajes, como Fidias, el sabio abuelo de Irina, así como Romeo y Julieta, jugarán un importante papel en esta trama.

La libertad, como uno de los principios y valores más preciados, está amenazada. ¿Qué tendrán que hacer los dientudos para que la calma vuelva a su isla?

Carlos Marianidis, una vez más muestra su vocación pacifista, de luchador social y buen escritor en estos dos libros que he leído gracias a la cortesía de Editorial Progreso.

 * *
Carlos Marianidis nació en 1959, en Buenos Aires, Argentina. Ha publicado cuentos, poemas, obras de teatro y novelas. Ha ganado, entre otros premios y reconocimientos el Premio Casa de las Américas (2002), con su novela Nada detiene a las golondrinas; en los concursos Internacional de Literatura Infantil Julio C. Coba Libresa obtuvo la recomendación del jurado por su obra Las sombras perdidas y otras historias (2005) y por Corazón de colibrí (2008). Su cuento Elqui, obtuvo un segundo lugar en el "Primer Concurso Regional de Narrativa Des-CONTAR EL HAMBRE", organizado por la Iniciativa América Latina y Caribe sin Hambre de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).


domingo, 24 de abril de 2011

Sobre la vida virtual que inició como bloguera

Vida virtual de una bloguera y experiencias reales de una comunicadora

Hace casi un año y medio incursioné en la vida virtual gracias a esta Aldea. A partir de entonces las experiencias han sido maravillosas: he conocido personas de los dos lados del Atlántico que no dejan de sorprenderme y enriquecerme con su generosa amistad.

Fue precisamente gracias a esa cadena virtuosa, que ha ido creciendo desde que María García Esperón comenzó a tender puentes de comunicación con autores de diversos espacios que conocí a Anabel Sáiz Ripoll, sensible escritora y dedicada investigadora en literatura infantil y juvenil, quien a su vez me permitió conocer Suite101, sitio en donde en septiembre comencé a publicar artículos sobre distintos temas.

Colaboradora de suite101.net

Bueno, pues les platico que poco después de haber publicado el artículo número 50 recibí un correo electrónico en donde se me informaba que podía aspirar a ser nombrada Colaboradora experta de alguno de los apartados en los que hubiera publicado por lo menos diez artículos. No soy experta en nada pero la idea de una estrellita junto a mi nombre me sedujo, de manera que ahí me tienen buscando a ver cuál apartado estaba libre en el que me pudiera aplicar y demostrar que podía hacer honor al título de experta. Los pocos en los que podría haber desempeñado un buen papel ya estaban ocupados por colaboradoras muy talentosas, de manera que solicité asesoría a los redactores jefe con los que más había publicado: de Cultura Veronique de Miguel, de Historia y Humanidades (en el apartado de lenguas del mundo), con Salvador Hernáez Alonso y de Gastronomía con Carlos Cummings. De los tres obtuve un enorme apoyo. Los apartados libres de las dos primeras secciones estaban muy lejos de mi capacidad de manera que le planteé a Carlos completar los artículos necesarios para competir por el apartado de "Básicos de cocina".

En fin, ahí me tienen escribiendo y publicando sobre dicha temática cuando un día de marzo recibí un correo de Eva Fontiveros, la mismísima directora de suite101.net, en el que me preguntaba si me interesaría incorporarme al equipo de redactores jefe de este sitio. La propuesta me tomó por sorpresa y me halagó, como no tienen idea, puesto que fue producto de un voto de confianza de los redactores jefe, entre quienes también estaban Enrique Aguado (quien revisó mi primer artículo y me dio la bienvenida a Suite, de Julio Muñoz, redactor jefe de las secciones Política y Sociedad y Educación y Formación, en las que había publicado dos o tres artículos. Con Pablo López Herrero no había publicado pero lo conocía por sus intervenciones en el foro y por sus artículos como colaborador.

Por supuesto que acepté. Tras una plática por Skype, el 21 de marzo, en la que Eva me puso a prueba con un texto que presentaba diversos errores gramaticales (sintaxis, vocabulario, puntuación y ortografía) y algunos detalles de contenido me sumé al equipo editorial de suite101.net.

Sin estrella de colaboradora experta

Como me dijo unos días después Veronique: "no obtuviste una estrella, te cayeron las Pléyades" y es totalmente cierto, este cielo virtual se iluminó con un trabajo de enorme responsabilidad pero que por ahora me resulta un reto fascinante. Desde el primer día de abril estoy participando como redactora jefe de dos secciones: Política y Sociedad y Educación y Formación, ambas muy interesantes y con una pléyade de colaboradores que dan vida, con deliciosa diversidad cultural a la versión en español de los sitios creados por suite101.

He estado dedicando varias horas al día a la vida virtual de Suite, revisando decenas de artículos que se publican diariamente, y he desatendido la de mis blogs, espero que en estos días, con un poco más de experiencia y que los sucesos que agobian a la humanidad en diferentes partes del mundo nos den un descanso pueda conciliar todos los espacios que tantas cosas buenas me han dejado.

miércoles, 6 de abril de 2011

Último poema del poeta y los tres discursos de Javier Sicilia

Último poema de Javier Sicilia

Frente a la ofrenda que se montó para conmemorar a su hijo asesinado por la delincuencia y el desgobierno, Javier Sicilia dio lectura al que dijo será su último poema.

El mundo ya no es mundo de la palabra
Nos la ahogaron adentro
Como te asfixiaron, como te desgarraron a ti los pulmones
Y el dolor no se me aparta, sólo tengo al mundo
Por el silencio de los justos
Sólo por tu silencio y por silencio, Juanelo.

Los tres discursos de Javier Sicilia

miércoles 6 de abril de 2011
Adelanto de los discursos de Javier Sicilia
Revista Proceso

MÉXICO, D.F., 6 de abril (apro).- En los discursos que esta tarde ofrecerá Javier Sicilia por el homicidio de su hijo, Juan Francisco, exige a las autoridades dejar de llamar “daños colaterales” a las víctimas por la guerra contra el narcotráfico. Son, aclara, personas de carne y hueso, con sueños, no estadísticas.

El poeta envió a Proceso las líneas que leerá durante las protestas para exigir un cese a la derrama de sangre.

En su discurso, critica que México no pueda darle a la juventud “la vida que se merece”. Llama a este sector de la población a emprender movilizaciones contra la violencia, porque los jóvenes “han movido montañas”.

Y emplaza al gobernador de Morelos, Marco Antonio Adame, a presentar antes del 13 de abril a los responsables del asesinato de su hijo. De lo contrario, le exigirá renunciar al cargo.

A continuación, los tres discursos que pronunciará Javier Sicilia:


A las Fuerzas Armadas de México

Ustedes han sido siempre los custodios de la paz de la nación. Por ello, nunca habríamos querido verlos fuera de sus cuarteles más que para repeler una invasión extranjera o para ayudarnos, como lo han hecho siempre, en las catástrofes naturales. Ahora los han sacado a la calle para combatir lo que a las policías pertenece. No los queríamos allí, pero allí los han puesto, provocando con ello una escalada en la violencia al incitar al crimen organizado a enfrentarse a ustedes con armas más poderosas. Son ya cuatro años de guerra y lejos de disminuir, el consumo y tráfico de drogas ha aumentado, lejos de sentirnos seguros, nos sentimos con miedo y coraje ante la impotencia de verlos pelear en nuestras calles. Por ello les exigimos, como ciudadanos de esa patria que defienden y custodian todos los días, que no permitan que en sus filas anide el crimen y crezca la complicidad.

Muchos de los asesinos que hoy dañan a la nación de manera terrible en nuestros hijos e hijas, provienen de la deserción de sus filas. La crueldad con la que esos desertores actúan tiene un origen que debe ser revisado cuidadosamente y sanado dentro de sus instituciones para que la deserción no se repita ni los códigos de honor que deben ser parte de la educación de las fuerzas armadas no se traicionen nunca ni en ninguna situación.

Bajo el peso de los casi 40,000 muertos que llevamos a nuestras espaldas, en medio de las mal llamadas bajas colaterales que su intervención en esta guerra ha producido, en medio del horror y del infierno que parecen no tener fin, en medio de la inseguridad que se ha apoderado del espacio y del tiempo de nuestra nación hasta convertir los espacios públicos y las horas, en los lugares y las horas equivocadas, en medio de esta miseria, ustedes deben devolvernos la confianza de que realmente custodian a la nación y de que no debemos temerles cuando nos encontramos frente a ustedes.

Esa confianza, custodios de la patria, sólo podrá ser devuelta cuando ustedes dejen de mirarnos como meras estadísticas de guerra y cuiden las sagradas vidas de los jóvenes que son la vida de nuestra nación. Nuestros muertos, los muertos que llevamos todos en nuestro corazón a causa de esta absurda guerra, esos muertos que nos duelen, recuérdenlo bien, no son bajas colaterales, no son cifras, no son números en un expediente, no son abstracciones. Son seres humanos con un nombre, una historia, un rostro y sueños. Recuerden también que detrás de cada una de esas vidas cegadas hay padres, madres, hermanos, familias que como la mía y la de los muchachos que murieron también asesinados al lado de mi hijo Juan Francisco el 27 de marzo están amputadas y no podrán ya ser las mismas en la felicidad que merecían y les correspondía. Por ello, por ese dolor sin límite, hoy más que nunca el respeto a los derechos humanos debe obligarlos absolutamente a evitar esa tragedia que llaman irresponsablemente daños colaterales.

El dolor, custodios de la patria, que nos ha hecho salir a las calles y detenernos un momento delante de su casa es para finalmente decirles que el dolor no debe servir para sembrar odio sino para encontrar la paz, el amor y la justicia que perdimos.



A LA PGJEM y la PGR

Uno de los males fundamentales que tiene sumida a la nación en el dolor, en la muerte, en el miedo, en la desconfianza y la incertidumbre es no sólo la falta de una verdadera y sólida procuración de justicia en nuestro país, sino la corrupción que desde hace mucho tiempo se ha instalado en el corazón de sus instituciones. Esta obviedad que está en la mente, en la piel, en el dolor de los ciudadanos como una herida que no cierra, lleva cargando sobre sus espaldas no sólo casi 40,000 muertos, sino otros tantos miles de casos no resueltos por omisión, por comisión o por complicidad con el crimen. Los mejores de ustedes han tratado de sanear ese corazón fundamental para la vida de la sociedad. Pero se ha logrado poco. No sólo la mayoría de los casos quedan sin resolver y se archivan como si los sufrimientos y los agravios de seres humanos fueran sólo eso, casos, no vidas humilladas que piden la restitución de una dignidad perdida o arrebatada, sino que muchas veces también los asesinos que arrancan la vida de nuestros hijos salen de sus propias filas. Así lo expresó hace unos días el propio Procurador de Justicia de Morelos cuando en relación con la muerte de mi Juanelo, de Luis, de Julio y de Gabo, definió a sus asesinos como “personal que estuvo involucrado en instituciones públicas” y que pueden ser “policías, agentes ministeriales o militares”, para luego desdecirse por temor o compromisos con lo políticamente correcto.

Impartir justicia después de conocer la verdad de los hechos es probablemente la mayor responsabilidad que una autoridad puede tener. Cuando no se asume esta responsabilidad y, como ha sucedido a lo largo de décadas en esta nación, se conciente la impunidad, tenemos esta sociedad que alienta la violencia y debilita, como nos está sucediendo ahora, a todas las instituciones de la nación. Y sin justicia ni paz, yo les pregunto por todos los ciudadanos, ¿cómo se puede vivir?

Sabemos que en estos tiempos en donde por este consentimiento está desgarrado el corazón de nuestro país y se ha instalado en él la violencia irracional y el miedo, no es fácil ser un buen policía, un buen juez, un buen abogado, un buen fiscal. Sin embargo, no tenemos otra opción; ninguna otra opción. Si no tenemos policías, jueces, abogados, fiscales, honestos, valerosos y eficientes; si se rinden al crimen y a la corrupción, están condenando al país a la ignominia más desesperante y atroz.

Señor procurador de Morelos, señores procuradores de cada rincón del país, policías y miembros de los ministerios públicos cumplan con la justicia que no han procurado y que hoy les reclamamos. Sólo así tendrán de nuevo nuestra confianza y sabremos que no nos encontramos solos e inermes como hasta ahora nos encontramos. Reconozcan el lugar que tienen como pilares de esta casa que llamamos México

El dolor que nos ha hecho salir a las calles es, como se lo dijimos a las fuerzas armadas, al detenernos delante de su casa, no debe servir para sembrar el odio y fomentar el crimen sino para encontrar el amor, la paz y la justicia que perdimos.

Cumplan con su trabajo dignamente.


EN EL ZÓCALO

Los espantosos asesinatos de mi hijo Juan Francisco Sicilia Ortega, de Luis Antonio y Julio César Romero Jaime, y de Gabriel Alejo Escalera, han llenado de indignación y de dolor a la ciudadanía de Morelos y de la nación entera. Sus nombres, sus historias y sus sueños destrozados, que el amor de la ciudadanía sacó a la luz pública, ha hecho posible que se pusiera también nombre, historias y sueños a otros miles de muchachos asesinados y criminalizados por la violencia que se ha apoderado del país, de sus instituciones y de la imaginación del narcotráfico y de esa mal llamada clase política. Hasta antes de ellos, con algunas excepciones, esos muertos eran, como lo dije delante de las casa del ejército y de la justicia, simples cifras, simples abstracciones, bajas colaterales o criminales, “escorias”, como estúpidamente se les ha llamado. A partir de ellos, esas cifras son lo que siempre han sido y siempre deberán ser: vidas humanas cegadas y familias destrozadas, dolor que día tras día se ha ido acumulando en los corazones de todos los ciudadanos de este país. Juan Francisco Sicilia Ortega, Luis Antonio y Julio César Romero Jaime, Gabriel Alejo Escalera, no sólo son desde que los encontraron asesinados el nombre de todos esos muertos anónimos cuyos casos se encuentran en los archivos de las procuradurías y del ejército y en la desmemoria de nuestros gobernantes, son también el nombre de nuestros muchachos vivos, de nuestra juventud que corre el mismo peligro y a quienes no estamos dándole la vida que merecen. Porque mientras los pocos muchachos –cada vez menos– que pueden alcanzar un alto nivel educativo, carecen de empleo, son subcontratados o subpagados y están en peligro de ser asesinados como fueron asesinados nuestros hijos, los muchos otros que no pueden siquiera acceder a la educación y a la cultura, ni siquiera a un empleo subpagado, se encuentran a la deriva, con el horizonte roto, seres humanos que están o pueden ser reclutados por el crimen organizado para matar y terminar también asesinados.

No hablo de una fatalidad. Es lo que hemos construido con la corrupción de las instituciones, con el desgarramiento del tejido social, con la mezquindad de los pleitos y los intereses políticos que sólo buscan enriquecerse con la desgracia, el temor y la simulación; eso es lo que hemos construido cuando decidimos desalojar las virtudes de la educación y decidimos que sólo el dinero, la producción desmesurada, la competencia y el consumo sin límites serían nuestros dioses; eso es lo que hemos construido cuando hicimos del egoísmo y del enriquecimiento una virtud y arrojamos las riquezas de la cultura, de la educación, de la amistad, de la convivencia y de la solidaridad al terreno de las cosas inútiles.

Cuando los seres humanos tienen que levantarse día con día para hacer vivir a sus hijos con salarios miserables y saber que quizá no regresarán porque nuestras autoridades no están haciendo lo correcto; cuando los criminales, a fuerza de impunidad, han perdido sus códigos de honor; cuando, por lo mismo, deben vivir de lo que los católicos llamamos la esperanza en Dios, porque los gobernantes y los empresarios no pueden darle ya a sus compatriotas una esperanza humana, que es la sombra de la esperanza de Dios, cuando esto sucede, y es lo que está sucediendo, es señal de que empezamos ya a habitar en el infierno.

Desde que mi hijo Juan Francisco y Luis y Julio y Gabo fueron asesinados, sentí a cada uno de los muchachos y muchachas, y a cada niño y niña de esta nación como miembros de una misma familia –mi familia, mis hijos– que debemos cuidar para que sus sueños no se conviertan en la pesadillas que desde hace tiempo ha comenzado a invadirlos. No podemos permitir más que un muchacho, una muchacha, un niño o una niña sean asesinados. A ellos, los jóvenes de esta nación, que saben usar las redes sociales del espacio cibernético, le pedimos que se convoquen, que se unan, que salgan a las calles y que recuerden que desde siempre las juventudes han movido montañas y le han devuelto la esperanza a la humanidad, como lo vemos hoy en otras latitudes. Aduéñense del presente y decidan el destino y la nación que ustedes quieren.

Cuando sucedió esta desgracia yo no me encontraba en el país y ustedes, que están aquí y a los cuales les agradecemos infinitamente, tomaron, como hermanos, mi causa que es la de todos. Ustedes también tomaron por mí y por los demás padres de familia que estaban sin voz la responsabilidad de exigirle al gobierno de Marco Antonio Adame –un gobierno hasta ahora omiso– el esclarecimiento de los crímenes que debe darse a conocer hoy.

Hasta el momento sólo se nos ha informado que se han identificado a dos de los asesinos, que se han girado las órdenes de aprensión para ellos, pero que los asesinos aún permanecen libres y que se desconocen los móviles de este asesinato irracional. Eso no nos basta. Por ello he decidido quedarme aquí en un plantón en esta plaza, delante de las ofrendas que han levantado por nuestros hijos, junto con todos aquellos que quieran acompañarme, y en oración, hasta el miércoles 13 de abril. Es el último plazo que le damos al gobierno de Marco Antonio Adame y de Felipe Calderón para que frente a nosotros, frente al pueblo de Morelos y el país entero, presente ante la justicia a los asesinos de nuestros hijos y a sus cómplices. Durante este plantón haremos lo que el gobierno y las mafias no hacen: escuchar a la inmensa mayoría de la gente. Para ello crearemos en ese mismo plantón un espacio de diálogo ciudadano donde debatir la manera para detener esta absurda guerra en la que la inmensa mayoría de los muertos los ha puesta la sociedad civil y para idear las acciones que construyan la paz con justicia en nuestra nación. Queremos que sea la opinión y la reflexión colectiva de toda la sociedad civil mexicana la que diga cuál será el próximo paso en esta lucha. Por ello invitamos a todo el pueblo de todas las edades y condiciones sociales a expresarse en el plantón y a través de un twitter llamado “@mxhastalamadre”. El miércoles 13 de abril, plazo que le hemos dado al gobierno estatal y federal para presentar a los asesinos, anunciaremos, en un acto público, las acciones que la sociedad civil propone. Los gobernantes deben de entender que son nuestros representantes, nuestros servidores, y que si son inútiles e ineficientes deben irse sean del partido que sean y de la ideología que sea. Un gobierno, como nos lo enseñó Gandhi, sólo existe porque lo aceptamos. Si les retiramos nuestro apoyo ¿qué queda de él?

Si no los presentan convocaremos a una marcha nacional en la Ciudad de México exigiendo la renuncia del propio gobernador y el alto impostergable a esta absurda guerra, en donde la inmensa mayoría de los muertos los ha puesto la sociedad civil. En el antiguo derecho romano existía una figura: el homo sacher (el hombre sagrado) cuyos crímenes el Estado no podía castigar, pero a quien cualquiera podía matar y quedar impune; un ser que al mismo tiempo que estaba excluido de todos sus derechos civiles era sagrado en un sentido negativo. Hoy en México todos somos de muchas maneras hombres sagrados, es decir, seres desnudos, carentes de protección política y susceptibles de ser asesinados por cualquiera. Hoy también, los ciudadanos que estemos en plantón en esta plaza somos más que nunca –como lo fueron mi Juanelo, Luis, Julio, Gabo, la noche en que los asesinaron, como lo fueron también los niños de la guardería ABC, los hijos de las madres de Salvarcar, que hoy nos acompañan, de Martí, de la señora Wallace, de Gallo, de Nelson Vargas, de tantos muchachos anónimos con la vida cegada y de los casi 40,000 asesinados de este país– hombres sagrados y desnudos. Lo somos porque las autoridades del Estado así lo han decidido con su ineficiencia y porque ante sus omisiones quedamos expuestos a la irracionalidad de los criminales que han perdido cualquier proporción y límite. Si alguien puede protegernos y custodiarnos en estos momentos son millones de conciencias que, gracias a los medios, están atentas a lo que pueda sucedernos.

Hace unos días –y estoy por terminar– leí en esta misma plaza el último poema que escribiré (dedicado a mi Juanelo) hasta que el cuerpo de este México desgarrado en sus inocentes resucite. Ese silencio poético no es, como muchos lo han interpretado, una claudicación, sino un grito. Hay silencios más profundos y significativos que la palabra que viene de él y en él se recoge.

Desde ese silencio poético donde la palabra aguarda hacemos un llamado a las autoridades del país, al Presidente de la República, al Congreso de la Unión, al poder judicial, a los Congresos locales, a los Gobernadores, a los Presidentes Municipales, a los líderes de los partidos políticos, a sus miembros, a los llamados poderes fácticos, a los sindicatos, a los jerarcas de las Iglesias, a los empresarios, a los capos y a las mafias de toda laya para que escuchen. Este silencio doloroso y terrible está gritando cuatro hermosas y profundas palabras: dignidad, paz, justicia y concordia. Ese es el grito que está en el latido de nuestro amado México, el grito de nuestros hijos a quienes la inmisericorde violencia les asfixió la palabra en los pulmones y el de los que estamos aquí, de pie, sembrando nuestra esperanza y gritando por ellos.

He traído, con mucho dolor, este poema y los discursos de Javier Sicilia, del blog de María García Esperón.