lunes, 30 de enero de 2017

El idioma español fue eliminado de la Casa Blanca

27 de enero de 2017

Enterada de que la versión en español de la Presidencia de los Estados Unidos de América ha sido retirada de la red, la Academia Mexicana de la Lengua expresa su preocupación por lo que no puede considerarse más que una agresión contra la primera minoría cultural de ese país y contra una lengua con presencia en todo el mundo. Silenciar el español en las comunicaciones oficiales de aquella nación representa un acto discriminatorio contra los millones de hispanoparlantes y en particular contra los millones de mexicanos que viven del otro lado de nuestra frontera. La negación de nuestra lengua común empobrece a los Estados Unidos y a la vecindad que estamos empeñados en cultivar.

Ciudad de México, 27 de enero de 2017
comunicacion@academia.org.mx
academia.org.mx
@AMLengua


Este fue el comunicado emitido por la Academia Mexicana de la Lengua al enterarse que el idioma español ha quedado fuera de la página electrónica de la Casa Blanca.

De acuerdo con el director de la Real Academia Española, Darío Villanueva, la eliminación de nuestra lengua de la web de la Casa Blanca: es muy significativa y negativa, «sin duda alguna, pero la presencia del español en Estados Unidos es imparable: hay una minoría mayoritaria de más de 50 millones de personas».

La Enciclopedia del Español en los Estados Unidos, publicada por el Instituto Cervantes y Santillana, leemos: «Se puede considerar que en los Estados Unidos [los hispanohablantes] constituyen una nación dentro de una nación, una unidad con una entidad cultural propia integrada sin traumas y de manera positiva en la gran nación norteamericana, a la que se sienten orgullosos de pertenecer. Los Estados Unidos son, crecientemente, un país bilingüe y bicultural. Cuanto tiene que ver con la lengua española y una visión hispánica de las cosas es parte integral de la realidad de cada día de una manera cada vez más poderosa y prestigiada».

El discurso de descalificación a todo lo que tenga que ver con México, con los mexicanos, con otros inmigrantes hispanoamericanos, con nuestro idioma compartido y con las múltiples culturas que lo enriquecen, es un discurso de odio que amenaza esa visión optimista plasmada en esta obra.

Es deseable que la lengua española, como parte fundamental de la cultura de los hispanoamericanos que viven en Estados Unidos, se mantenga viva, fuerte, orgullosa, como una forma de resistencia, como una forma de defender los derechos de quienes han elegido a ese país para residir y vivir en paz.

Las instituciones educativas de todos los niveles, las sedes del Instituto Cervantes, las asociaciones culturales, las comunidades artísticas, pero sobre todo las familias, tienen una responsabilidad enorme con el idioma español, con las personas que lo hablan y escriben por herencia familiar o por amor a la lengua, para que no sea motivo de discriminación ni persecución.

domingo, 22 de enero de 2017

Demagogia y demagogos

Marcha de las mujeres 2017, origen de la imagen: portada de La Jornada

En la sección de "Opinión" del diario La Jornada, Marcos Roitman Rosenmann publica un interesante artículo a propósito de la elección de "populista", como la palabra del año, de acuerdo con la Fundéu. Además de las aclaraciones pertinentes sobre el origen de este término tan de moda, el periodista señala que el populismo "Como régimen político fue un proyecto modernizador, absorbió ciertas demandas de las clases populares, cooptó sectores medios y, con un discurso paternalista, reprimió al campesinado y facilitó el acceso al poder de las elites empresariales y burguesías locales en alianza con el capital trasnacional, desplazando a las oligarquías terratenientes".
Pero, como lo indica el título de su texto hay un concepto que frecuentemente va ligado al de populista y que es el de demagogo. Demagogia queda definida en el Diccionario de la Lengua Española de esta manera:
Demagogia: 1. f. Práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular.
2. f. Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.
Marcos Roitman señala que 
El demagogo trata de conducir al pueblo hacia donde éste quiere, por la vía del control de las emociones y los sentimientos. En su haber se incorporan el control de la esperanza, el odio, la envida o la ira; pasiones, al fin y al cabo. Es una estrategia para llegar al poder, donde sobresale la necesidad de complacer al auditorio que escucha.
En 2016, a lo largo de la campaña para obtener primero la candidatura del Partido Republicano de Estados Unidos, ya como candidato y como presidente electo, Donald Trump personificó al demagogo, llevó a los extremos los sentimientos de odio, ira, venganza, patriotismo exacerbado de los posibles electores. Abonó con sus feroces discursos terrenos tan peligrosos como el racismo, el sexismo, la supremacía blanca; apeló a todo aquello, como que los inmigrantes dejan sin trabajo a los estadounidenses o que Estados Unidos gasta mucho en defender a otras naciones y ha dejado al país en la indefensión, palabras que las personas ignorantes e incultas que lo eligieron se tragaron e hicieron suyas como verdades absolutas.
Ahora el mundo atestigua los movimientos que ha despertado este demagogo, que por desgracia no está solo en el escenario mundial ni es el único que rige los destinos de pueblos que han invertido mucho en la democracia.

Se acaba de inaugurar una era, dicen los medios, hay expectativas de que el Congreso detenga muchas de las promesas, así como que el pueblo estadounidense alce la voz y se oponga a todas las injusticias que llevaron a Trump al poder y que puedan llevar a otros demagogos a presidir países con el tufo dictatorial que caracteriza a los demagogos.

Por lo pronto la Marcha de las Mujeres 2017 llevó a las calles de ciudades de Estados Unidos y de buena parte del mundo a mujeres y hombres que se oponen a la pérdida de derechos ganados durante décadas y aun siglos de luchas.

domingo, 1 de enero de 2017

Populismo: la palabra del año (2016), según la Fundéu

Enrique Peña Nieto (México), Justin Trudeau (Canadá) y Barack Obana (Estados Unidos) 


En los últimos días de diciembre la Fundación del Español Urgente (Fundéu), dio a conocer la palabra del año 2016. En esta ocasión se trata de populismo.
Sin duda se trata de una palabra muy popular durante tiempos electorales, que cobró especial relevancia en el año que acaba de terminar, cuando el presidente mexicano, en la reunión celebrada en Ottawa, el 29 de junio, hizo referencia al populismo. La palabra populista, calificativo que reciben los políticos (sobre todo de izquierda), partidarios del populismo, es usada por los políticos de la derecha de una forma no sólo peyorativa sino alarmante frente a los peligros que representan quienes quieren engañar a la población, proponiendo soluciones simplistas a problemas complejos que enfrentan los países hoy en día, en un mundo globalizado.
Tras el discurso del presidente mexicano, Obama aprovechó para ofrecer su definición de populismo, se asumió como populista y no dudó en calificar de populista a personas, como Bernie Sanders, de populista por su lucha por el bien del trabajador, por crear oportunidades para más personas.
Este discurso ilustra que las lenguas están vivas, se transforman y que el uso de las palabras depende del contexto, la cultura y el propósito del orador, al elegirlas o adoptarlas sin reflexionar en las múltiples lecturas que pueden hacer los interlocutores.
Entre muchas actividades que realiza la Fundéu cabe subrayar la revisión de medios de comunicación que incluyen innecesariamente neologismos, anglicismos, galicismos y otros ismos, cuando contamos con palabras en español, un idioma rico, preciso y precioso.

Sobre la decisión tomada para la elección de la palabra, la Fundéu señala:
«Finalmente nos hemos decidido por populismo, que ya lleva algún tiempo en el centro del debate político y que desde el punto de vista lingüístico está viviendo un proceso de ampliación y cambio de significado, cargándose de connotaciones a menudo negativas», señala Lascuráin.
Esa evolución, «que no es nueva, pero que posiblemente se ha acelerado en los últimos tiempos», parte de un uso neutro de las palabras populismo y populista que tuvieron durante un tiempo significados próximos a popular.
«A lo largo de los últimos meses hemos recibido muchas consultas sobre el significado real de populismo, ya que parece evidente que el uso que se le da en los medios y en el debate político va más allá de la simple defensa de los intereses populares que mencionan, con distintos matices, la mayoría de los diccionarios», añade.
«Ese es uno de sus sentidos, aunque seguramente el que menos se use en la actualidad. También hay quienes prefieren definirlo como la tendencia política que pretende devolver el poder a las masas populares frente a las élites».

Para concluir esta entrada, sugiero la lectura del texto publicado en Anfibia: "De qué hablamos cuando hablamos de populismo", en donde "el historiador Ezequiel Adamovsky hace un recorrido cronológico sobre el término, arrancando en la Rusia de 1800, pasando por América Latina e incluyendo el sentido positivo que le dio Ernesto Laclau. ¿Sirve una categoría que se le puede aplicar tanto a la coalición de izquierda griega de Syriza como a sus enemigos del movimiento neonazi? Anfibia entra de lleno en el debate académico: cree el autor, "como concepto para entender la realidad, el populismo se ha extinguido".
También propongo la lectura de la crónica publicada en la página de la Fundéu y escrita por el coordinador general de la Fundación, Javier Lascuaráin, también titulado "De qué hablamos cuando hablamos de populismo".