lunes, 23 de abril de 2012

Los fines y ¿el final del libro... impreso?

Uno de los célebres anuncios espectaculares de librerías Gandhi


El libro, ese objeto que desde el ejemplar más antiguo (Sutra del Diamante, datado el 8 de mayo de 868), ha evolucionado en sus formatos, formas de producción, distribución, catalogación, apropiación, escritura y lectura, parece condenado a desaparecer por completo o al menos como el popular vehículo de educación, información y recreación para las sociedades, destinado a dar voz a las culturas que se han valido de él para registrar los más diversos acontecimientos culturales (en el sentido más amplio del término, es decir, de toda índole) y por tanto a mantener la memoria y proyectar el futuro; a contener leyes, descubrimientos y enseñanzas; a servir de soporte a obras artísticas como la poesía y la narrativa, a difundir las artes plásticas, la música, la fotografía, el cine; como artículo de entretenimiento y diversión...


Y aunque el fin último del libro es que el lector lo lea, generando en él una amplia gama de experiencias, incluso sensaciones y, que satisfaga y aun supere expectativas, el libro impreso sirve para muchos propósitos, por lo pronto se me ocurre que es un magnífico acompañante en todo momento y lugar. Llevar un libro en la bolsa, bajo el brazo, en la mano, cuando sabemos que el trayecto en transporte público, la estancia en una sala de espera o en la larga fila del banco o de una institución pública será prolongada es una gran idea, si nos sumergimos en sus páginas el tiempo pasará volando, aunque hay ocasiones en que no tenemos oportunidad de abrirlo, porque, como si se tratara de un talismán, un libro es como un paraguas, cuando lo llevamos no siempre lo necesitamos. Los libros impresos son excelentes elementos de decoración y ofrecen temas inagotables de conversación. Aunque quizá uno de los usos más comunes es el de soporífero, no falta quien lo use para equilibrar muebles o como proyectil.

Quienes amamos los libros recibimos emocionados cuando alguien tiene el buen gusto de regalarnos uno (a menos que se trate de un "roperazo").

Desde hace ya muchos años se habla aquí y allá del final del libro impreso, como un hecho casi impostergable e inevitable. Sólo el tiempo, espero que muy lejano, dirá si el destino del libro impreso es su desaparición, en el sentido de que ya ninguna editorial grande o pequeña, industrial o artesanal y ni siquiera una pequeña imprenta esté interesada o de plano tenga prohibido por decreto imprimir más libros a partir de cierta fecha.

Entre otras, el libro impreso está condenado por las siguientes razones:

Ecológicas. Debido a que, dicen algunos, es un imperativo cuidar los árboles y disminuir la fabricación de papel destinado a la impresión de libros (claro que no dicen ni pío cuando se trata de folletería, catálogos y todos los impresos propagandísticos y publicitarios que nos inundan por toneladas).

Tecnológicas. Es más fácil publicar libros electrónicos.
Económicas. Adiós a los inventarios, a los grandes almacenes, estanterías y librerías en donde los libros ocupan grandes espacios, lo que a las editoriales les viene bien, aunque no a los trabajadores ni a los consumidores que deben hacer la inversión inicial del dispositivo electrónico.
Logísticas. Distribuir libros electrónicos no se compara con la distribución de impresos.
Políticas. Es más fácil sacar de circulación en línea un libro molesto por el tema o por haber sido escrito por un autor incómodo al sistema que organizar una quema de libros en una plaza pública.

El libro es noticia cuando se reconoce, por ejemplo, que en México se lee poco (2.9 libros al año) o se anuncia que "en 2018 los libros electrónicos en cualquiera de los formatos imaginables superarán en volumen de negocio a los herederos de la galaxia Gutenberg". Pero también cuando algunos ejemplares son subastados por millones de dólares, como ocurrió recientemente con la primera edición de Pájaros de América, de John James Audubon, publicado en el siglo XVIII, vendido en 7,9 millones de dólares, en una subasta celebrada en Nueva York.



Es cierto que en México se lee poco, a pesar de que se producen anualmente millones de ejemplares de libros de texto, informativos y literarios para su distribución gratuita, a nivel nacional, en escuelas y bibliotecas (Libros del Rincón); la Red Nacional de Bibliotecas Públicas ofrece un acervo importante en libros impresos y digitales; se comercializan miles de ejemplares a precios muy bajos en ocasiones especiales, como en el Remate de Libros que se organiza en el Auditorio Nacional, se celebran ferias del libro escolares, regionales e internacionales en toda la república, como la FIL de Guadalajara. ¿A qué se deberá que los libros no encuentren lectores?

Lo importante, en cuanto al libro, no debería ser apostar por los impresos o los digitales (sabemos que ambos pueden convivir en paz, como lo hacen los demás medios, no obstante lo amenazante que resultó la radio para la prensa o internet para todos los medios de comunicación), sino por la escritura, la lectura y aun por la autoedición. Todo ello podrá redundar en la educación, la construcción de sociedades más y mejor informadas, capaces de tomar decisiones, asumir sus responsabilidades y defender sus derechos.

En fin, ahora que es Día Mundial del Libro y todos los días, celebremos la escritura, la edición, la publicación, la adquisición, la consulta, el obsequio, el intercambio, la lectura de libros.


jueves, 19 de abril de 2012

Octavio Paz, a 14 años de su muerte

 El Fondo de Cultura Económica recuerda al poeta y escritor Octavio Paz en su 14º aniversario luctuoso



Octavio Paz
El Fondo de Cultura Económica recuerda al poeta y escritor Octavio Paz en su 14º aniversario luctuoso como uno de los autores más emblemáticos y entrañables de esta casa editorial en donde publicó numerosos títulos en primera edición y desde 1994 sus Obras completas.
Octavio Paz murió la noche del 19 de abril de 1998, a escasos dos años de clausurarse un siglo que él mismo había ayudado a forjar desde varios frentes: su poética, ensayística, crítica, traducciones y pasión editorial; los trayectos vitales del pensamiento hispano, la filosofía mexicana y la política de su época. Todos, aspectos que no pueden ser entendidos al margen de la obra de Paz ni ésta, a su vez, sin repasar su prolongada e íntima relación con el Fondo de Cultura Económica. Nacido el 31 de marzo de 1914 en la Ciudad de México, su infancia transcurrió entre la amistad con su abuelo Ireneo Paz, destacado editor e historiador, y el aprendizaje político de su padre Octavio Paz Solórzano —abogado, escritor y lugarteniente de Emiliano Zapata—, de quien recientemente se publicó, con prólogo de su hijo, el volumen Emiliano Zapata, el cual hace el recuento de su experiencia con el revolucionario.

Seguir leyendo esta nota del Fondo de Cultura Económica


Sobre Piedra de Sol, recomiendo leer el texto de José Emilio Pacheco, publicado en Proceso.

miércoles, 18 de abril de 2012

Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor 2012





El 23 de abril marca el aniversario de las muertes de los escritores William Shakespeare y Miguel de Cervantes, también es la fecha designada por la UNESCO para celebrar el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, con el fin de promover la lectura y proteger la propiedad intelectual.
El organismo de la ONU ha decidido dedicar el Día Mundial del Libro 2012 a las traducciones, coincidiendo con el 80 aniversario de la base de datos Index Translationum, que contiene información sobre traducciones publicadas, proporcionada por bibliotecas nacionales, traductores, lingüistas, investigadores y bases de datos de todo el mundo.

El Index fue creado en 1932 por la Liga de Naciones y es el programa más antiguo impulsado por la UNESCO. De hecho, tiene más antigüedad que la organización, que fue fundada en 1946.

En la actualidad la base de datos es electrónica y contiene más de dos millones de entradas referentes a medio millón de autores y cerca de 80.000 editoriales del mundo.

La base de datos muestra que el francés, el alemán y el español son las lenguas a las que más se traduce, y que los autores más traducidos son Agatha Christie, Julio Verne y Shakespeare.

Información obtenida de la página de la UNESCO.




Queridos blogs, queridos amigos

Desde el blog de mi querida amiga Lola MU, AB Música y Más, he recibido este regalo adorable, diseñado para reconocer a los blogs favoritos, muy queridos y afines, que tengan menos de 200 seguidores.
Cabe mencionar que Lola MU y Carlota Bloom son amigas blogueras talentosas, generosas, profesionales de la educación y apasionadas de la cultura. Gracias a su trabajo me entero de la actualidad de la educación en España y he conocido autores musicales y literarios, así como a otros blogueros. Lola ha otorgado este reconocimiento al blog de Carlota, En ocasiones... leo libros, por lo que sujetándome a las reglas de este premio, de incluir solamente cinco blogs, no lo incluyo en la lista, aunque sin duda es uno de mis blogs imprescindibles.
Como ocurre con este tipo de premios y de acuerdo con otra de las condiciones al recibirlo, ya he copiado el distintivo y enlazado el blog de quien me lo otorgó y espero que mis amigas blogueras, que hasta el momento tienen menos de doscientos seguidores pero muy pronto rebasarán esa cantidad, continúen con esta cadena virtual que implica admiración y cariño reales.

Mi lista de blogs, en orden alfabético:

Apaga y vámonos, de María Sánchez Lozano
Sapere aude!, de Esther E.
The Club of Compulsive Readers, de Myriam Mahiques
Variaciones Goldberg 2, de la condesa Freia
- - -
Gracias, Lola MU. Ojalá te guste el siguiente poema de Jaime Torres Bodet:
Música oculta*

Como el bosque tiene
tanta flor oculta,
parece olorosa
la luz de la luna.
Como el cielo tiene
tanta estrella oculta,
parece mirarnos
la noche de luna.
¡Como el alma tiene
su música oculta,
parece que el alma
llora con la luna!...

 *En Circo poético. Antología de poesía mexicana del siglo XX, México, SM de Ediciones, 2009

jueves, 5 de abril de 2012

Día Internacional para la sensibilización contra las minas antipersona



Traigo del blog de mi amiga Carlota Bloom, En ocasiones... leo libros, este llamado a remangarse, como una forma de manifestar la sensibilización contra las minas personales y el repudio a los inhumanos gobiernos que siguen sembrando con estos artefactos terror, mutilación, muerte.
 

lunes, 2 de abril de 2012

El traje nuevo del emperador, de Hans Christian Andersen


En el aniversario del nacimiento de Hans Christian Andersen y Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil comparto uno de mis cuentos favoritos de este maravilloso escritor. ¡Feliz lectura!
Hace muchos años había un emperador tan aficionado a los trajes nuevos que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia.
No se interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey: “Está en el Consejo”, de nuestro hombre se decía: “El emperador está en el vestuario”.
La ciudad en que vivía el emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros y una vez se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.
-¡Deben ser vestidos magníficos! -pensó el emperador-. Si los tuviese, podría averiguar qué funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan. Podría distinguir entre los inteligentes y los tontos. Nada, que se pongan enseguida a tejer la tela-. Y mandó abonar a los dos pícaros un buen adelanto en metálico, para que pusieran manos a la obra cuanto antes.
Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, se hicieron suministrar las sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se embolsaron bonitamente, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.
«Me gustaría saber si avanzan con la tela»-, pensó el emperador. Pero había una cuestión que lo tenía un tanto cohibido, a saber, que un hombre que fuera estúpido o inepto para su cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que temiera por sí mismo; sobre este punto estaba tranquilo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para cerciorarse de cómo andaban las cosas. Todos los habitantes de la ciudad estaban informados de la particular virtud de aquella tela, y todos estaban impacientes por ver hasta qué punto su vecino era estúpido o incapaz.
«Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los tejedores -pensó el emperador-. Es un hombre honrado y el más indicado para juzgar de las cualidades de la tela, pues tiene talento, y no hay quien desempeñe el cargo como él».
El viejo y digno ministro se presentó en la sala ocupada por los dos embaucadores, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos. «¡Dios nos ampare! -pensó el ministro para sus adentros, abriendo unos ojos como naranjas-. ¡Pero si no veo nada!». Sin embargo, no soltó palabra.
Los dos fulleros le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos el color y el dibujo. Le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había. «¡Dios santo! -pensó-. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No, desde luego que no puedo decir que no he visto la tela».
-¿Qué le parece el tejido? -preguntó uno de los tejedores.
-¡Oh, precioso, maravilloso! -respondió el viejo ministro mirando a través de los lentes-. ¡Qué dibujo y qué colores! Desde luego, diré al emperador que me ha gustado extraordinariamente.
-Nos da una gran alegría -respondieron los tejedores, dándole los nombres de los colores y describiéndole el raro dibujo. El viejo tuvo buen cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al emperador; y así lo hizo.
Los estafadores pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se empleó en el telar y ellos continuaron trabajando en las máquinas vacías.
Poco después el emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado de la tela e informarse de si quedaría pronto lista. Al segundo le ocurrió lo que al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.
-¿Verdad que es una tela bonita? -preguntaron los dos bribones, señalando y explicando el precioso dibujo que no existía.
«Yo no soy tonto -pensó el hombre-, y el empleo que tengo no lo suelto. Sería muy fastidioso. Es preciso que nadie se dé cuenta». Y se deshizo en alabanzas de la tela que no veía, y ponderó su entusiasmo por aquellos hermosos colores y aquel soberbio dibujo.
-¡Es digno de admiración! -dijo al emperador.
Todos los moradores de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos funcionarios honestos, se encaminó a la casa donde paraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilados.
-¿No le parece una tela excepcional? -preguntaron los dos honrados dignatarios-. Fíjese en estos colores y estos dibujos -y señalaban el telar vacío, creyendo que los demás veían la tela.
«¡Cómo! -pensó el emperador-. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto? ¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso».
-¡Oh, sí, es muy bonita! -dijo-. Me gusta, la apruebo-. Y con un gesto de agrado miraba el telar vacío; sin confesar que no veía nada.
Todos los componentes de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar, como el Emperador: -¡oh, qué bonito!-, y le aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela en la procesión que debía celebrarse próximamente. -¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!- corría de boca en boca, y todo el mundo parecía extasiado con ella.
El Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las prendieran en el ojal y los nombró tejedores imperiales.
Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta los dos embaucadores estuvieron levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente viese que trabajaban activamente en la confección de los nuevos vestidos del soberano. Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin hebra; finalmente, dijeron: -¡Por fin, el vestido está listo!
Llegó el emperador en compañía de sus caballeros principales, y los dos truhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:
-Esto son los pantalones. Ahí está la casaca. -Aquí tienen el manto... Las prendas son ligeras como si fuesen de telaraña; uno creería no llevar nada sobre el cuerpo, pues precisamente esto es lo mejor de la tela.
-¡Sí! -asintieron todos los cortesanos, a pesar de que no veían nada, pues nada había.
-¿Quiere dignarse Su Majestad quitarse el traje que lleva -dijeron los dos bribones- para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo?
El emperador se quitó sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Y cogiendo al emperador por la cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el rey todo era dar vueltas ante el espejo.
-¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente! -exclamaban todos-. ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso!
-El palio bajo el cual irá Su Alteza durante la procesión aguarda ya en la calle - anunció el maestro de ceremonias.
-Muy bien, estoy a punto -dijo el emperador-. ¿Verdad que me sienta bien? - y se volvió una vez más de cara al espejo, para que todos creyeran que veía el vestido.
Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y de este modo echó a andar el emperador bajo el magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decía:
-¡Qué preciosos son los vestidos nuevos del emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermoso es todo!
Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del emperador había tenido tanto éxito como aquel.
-¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.
-¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! -dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.
-¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!
-¡Pero si no lleva nada! -gritó, al fin, el pueblo entero.
Eso inquietó al emperador, pues era claro que el pueblo tenía razón; pero pensó:
«Hay que aguantar hasta el final».
Y siguió más altivo y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la cola inexistente.

* Ilustración de Jordi Vila Delclós, del libro Mis cuentos preferidos de Hans Christian Andersen, Barcelona, Combel Editorial, 2007