"Escribir correctamente es, también, edificar un breve espacio de belleza"
Comparto con los visitantes de esta Aldea el discurso pronunciado por Jaime Labastida, director de la Academia Mexicana de la Lengua (en cuya página electrónica aparece íntegro), en el Foro México con Educación de Calidad para Todos, en Coatepec, Veracruz. Aclaro que he resaltado en negritas aquello que me parece relevante.
Jaime Labastida
(El Colegio de Sinaloa
Academia
Mexicana de la Lengua
Seminario
de Problemas Científicos y Filosóficos
Asociación
Filosófica de México
Sociedad
Alfonsina Internacional
Siglo
XXI Editores)
Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018.
Cultura. Unas cuantas propuestas
Veracruz,
Ver.,
3
de abril de 2013
Señor
Presidente de la República
Señor
Gobernador del Estado
Señor
Secretario de Educación
Señoras y
señores
Siento la obligación de afirmar que el
primer deber del Estado y la nación consiste en preservar su patrimonio
cultural. Pero entiendo que sólo se puede preservar el
patrimonio cultural de una nación cuando éste se desarrolla y se actualiza de
modo constante. El patrimonio cultural de una nación
es, por esto, aquello que le da vida, todo cuanto le pertenece de la manera más
entrañable.
Por lo tanto, la primera obligación que se presenta ante nosotros, el Estado y
los ciudadanos, consiste en preservar nuestro legado histórico. Por una parte,
el que está presente en los objetos materiales que hemos heredado: la rica
tradición mesoamericana, Bonampak y Cacaxtla, Teotihuacan y el Templo Mayor,
Chichén Itzá y Malinalco, Monte Albán y Mitla, Coatlicue y la Piedra del Sol,
El Tajín y Tzintzuntzan. Sin embargo, ese patrimonio sólo adquiere su pleno
sentido si cada día vuelve a nacer con nosotros y en nosotros; si, en vez de
ser sangre coagulada en piedra, es carne viva y lo hacemos
nuestro. Estuvo soterrado por siglos; hoy está a la luz y, para hacerlo
entrañablemente vivo, es necesario trabajarlo, estudiarlo, comprenderlo,
interpretarlo en toda su riqueza mítica.
Lo propio sucede con la gran cultura virreinal, expresa en murales, lienzos,
conventos, iglesias. Varias de esas joyas arquitectónicas tienen ahora una
nueva función: son museos, escuelas, bibliotecas, centros de cultura. Insisto:
sólo de esa manera se desarrolla y se mantiene vivo el patrimonio: cuando
adquiere un nuevo valor en la comunidad a la que sirve, quiero decir, cuando la
sociedad le otorga otra función, moderna, que a la propia nación le es
necesaria.
Así tenemos que preservar también el patrimonio que recibimos de nuestra vida
independiente: la Columna de la Independencia y el Palacio de Bellas Artes, la
pintura mural, nuestras
lenguas y nuestras leyes.
Pero el patrimonio de una nación no está formado sólo por el conjunto de sus
bienes materiales. En la nación hay un patrimonio intangible, tanto o más
valioso que el material. La cultura de un pueblo la conforman sus propios
habitantes, aquello que constituye su forma de ser, su carácter, el modo
especial que tiene para crear civilización, para
separar lo crudo (todo lo que es
naturaleza) de lo cocido (todo lo que es social).
Por consecuencia, el Estado
tiene la obligación de mantener vivo el legado de las culturas y las lenguas
originales. Nosotros, los mexicanos, o sea, la mayoría nacional de
hablantes del español, hemos despojado a los pueblos amerindios, a lo largo de
dos siglos, de sus fuentes de trabajo, las tierras que son la base material de
su cultura y en las que se asientan sus comunidades. Así, no basta con que se haya reconocido
en la ley el carácter nacional de sus lenguas: todas
esas lenguas deben adquirir el carácter de oficiales en
las entidades federativas donde se hablen.
Lo propio ocurre con la lengua en que se expresa el 95 por ciento del pueblo
mexicano. México es el primer país, por el número de sus hablantes, de una
lengua universal, la lengua española. Sin embargo, en vez de exaltar ese hecho
decisivo, tal parece que sintiéramos vergüenza y adoptamos actitudes difíciles
de explicar. ¿Por qué México
no ha concedido todavía el rango de lengua oficial al español? Y, pese a todo, el español es, de
hecho, la lengua oficial de México, queramos o no: en español se
expresan los pueblos amerindios cuando desean comunicarse entre sí. La lengua española es,
además, de derecho, en el ámbito internacional,
la lengua oficial de México puesto
que en español se expresan (y en español se deben expresar, si lo entiendo
bien,oficialmente) todos los diplomáticos y los funcionarios del
país, el Presidente de la República incluido. Cabe recordar que México exigió y logró que el
español fuera reconocido como una de las cinco lenguas oficiales de las
Naciones Unidas y de la UNESCO, cuando España aún no formaba parte de esos
organismos multilaterales. Añado:
una nación vale lo que vale su lenguaje; se educa en verdad a un país si se
educa y se desarrolla su lenguaje.
Propongo, primero,
que el español sea la lengua oficial de México; segundo,
que las lenguas amerindias tengan ese mismo carácter en los territorios donde
se hablen: el purépecha en
Michoacán; el mixteco y el zapoteco en Oaxaca; el maya en diversas zonas de
Yucatán, Campeche y Chiapas; el yaqui en Sonora; el mayo en el norte de
Sinaloa; el mazahua en el estado de México; el otomí en los estados de Hidalgo
y Querétaro; el náhuatl en varias zonas de Puebla y Veracruz.
En español están redactadas el Acta de Independencia y la Constitución de la
República. En español está expresada la gran cultura escrita de nuestra nación,
desde sor Juana hasta Octavio Paz, desde Sigüenza y Góngora hasta José
Gorostiza, desde Alfonso Reyes hasta Juan Rulfo. El español que se habla en México
debe ser motivo de orgullo. Hemos
de cultivarlo cada día mejor, enseñarlo mejor en nuestra escuela: en él
expresamos nuestras emociones; en él hemos construido el edificio de la razón.
Es necesario, a mi juicio, en tercer lugar, que la escuela
mexicana se funde sobre la base de la enseñanza de la lengua española y en ella
tenga su causa de ser. La escuela mexicana debe apoyar la educación en dos
formas de lenguaje, por sobre cualquiera otra reforma posible: en la enseñanza
y el cultivo del lenguaje natural que es nuestra lengua materna. Por esto, debe haber una o dos
horas cada día, si no es que más, dedicadas a la lectura y la escritura, en
abierta comunidad profesores y alumnos, ya que el profesor debe convertirse en
un lector asiduo, en el compañero lector de sus alumnos y, por lo mismo, en
otro estudiante más al lado de ellos: el resto se dará por añadidura porque, al
egresar de las aulas, profesores y alumnos continuarán aprendiendo por el resto
de sus vidas. Esta reforma
profunda costaría poco en términos económicos, sobre todo si se la compara con
el gasto inútil, mejor, con el enorme fraude pedagógico, de cuyas dimensiones
económicas no estamos todavía cabalmente enterados, que son los proyectos de
Enciclomedia y de Habilidades Digitales para Todos (HDT). En
cuarto lugar, en tanto que ese dispendio no se debe repetir,
propongo que se investigue a fondo lo que ocurrió, y hasta sus últimas
consecuencias. Además, la escuela moderna se debe apoyar en el cultivo de una
lengua abstracta y artificial, digo, las matemáticas.
Propongo, en
quinto lugar, que sea creado el Instituto Alfonso Reyes, para
enseñar el español de México en Estados Unidos, Canadá y Brasil. Hemos perdido presencia e imagen en el
mundo. La mejor manera de recuperar esa imagen y esa presencia es a través de
la lengua. Subrayo que la ortografía, incluida aquella que se usa en las redes
digitales, es una manera de educar estéticamente a todo ser humano. Escribir correctamente es, también,
edificar un breve espacio de belleza. Porque
la lengua natural que nos expresa y en la que nos expresamos es un puente hacia
la comprensión de cualquier otro lenguaje empleado por los seres humanos: sea
la danza, la pintura, el cine, la música o la arquitectura.
Subrayo también otro hecho, que estimo decisivo. En México se consume un libro per
cápita al año, si excluimos la producción de los libros de texto gratuitos.
¿Se puede impulsar nuestra industria editorial? Desde luego que sí. La
condición es que los mexicanos leamos mucho más. El mercado potencial del
libro, en México, es muy alto. Repito: somos
el país dominante, por la masa fónica de sus hablantes, en lengua española.
Sin embargo, carecemos de buenas y amplias librerías. España consume de nueve a diez
libros por habitante al año; Argentina, alrededor de siete. Propongo, pues,en
sexto lugar, que México haga el esfuerzo necesario por duplicar,
triplicar o decuplicar su capacidad de lectura. Por esto sólo, en igual
proporción, se podría hasta decuplicar el consumo de libros y se habría de
elevar la capacidad del pueblo para establecer problemas relevantes, generar
dudas sólidas, aumentar su creatividad y su fuerza innovadora. Pues en el
centro de la verdadera enseñanza no se halla ningún tipo de evaluación. La verdadera reforma educativa se
halla en la necesidad de hacer seres humanos completos, capaces, creativos y
dispuestos a desarrollar las aptitudes que los conduzcan a la posibilidad de
dudar hasta de sí mismos, con un horizonte abierto, propio a la vez que
múltiple.
Señor Presidente, señoras y señores: los individuos, igual que las naciones, no
son sólo su historia, un tiempo de hielo, congelado; individuos y naciones son,
por encima de todo, un deseo de futuro, un anhelo por permanecer y crecer, por
ser mejores y más fuertes, más justos y más libres. México debe dejar atrás los
atavismos, los rencores, las frustraciones. Debe mirar hacia delante y trazar ante
sus ojos un horizonte de grandeza. Seremos aquello que deseemos ser. Abramos
las puertas, entremos en relación estrecha con el mundo. Destruyamos las
cortinas, tanto las de hierro cuanto las de nopal; seamos los contemporáneos de
todos los hombres. Jorge Luis
Borges, al ser acusado de no ser cabalmente argentino, dijo que tenía por
herencia el universo. La lengua española, una lengua de dimensión
universal, nos habrá de unir al universo. Muchas gracias.