lunes, 22 de diciembre de 2014
jueves, 13 de noviembre de 2014
Premio México Lee 2014
Ganadores del Premio México Lee 2014
En el marco de la celebración del Día Nacional del Libro, este 12 de noviembre, se entregaron los reconocimientos, más que merecidos, a los ganadores del Premio México Lee 2014. La ceremonia, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, fue verdaderamente emotiva.
Los ganadores, como era de esperarse, aprovecharon el foro para hablar de la violencia que se vive en el país. Las historias compartidas en unos cuantos minutos provocaron nudos en la garganta de los ganadores, el público, incluso en los funcionarios de las organizaciones convocantes: la Secretaría de Educación Pública, la Dirección General de Publicaciones del Conaculta, el Programa Nacional Salas de Lectura, de la Dirección General de Bibliotecas, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y Editorial Santillana.
Tuve el honor de participar como jurado en una de las seis categorías. Desde que leí los primeros proyectos, de los 53 evaluados, quedé prendada del entusiasmo y compromiso de quienes participaron, constaté que la promoción de la lectura va más allá de las prescripciones oficiales de leer 20 minutos diarios o a una determinada velocidad para lograr la lectura de cientos de palabras por minuto, sin importar lo que el libro le dice a cada lector en particular. La violencia, manifiesta en todos los rincones del país, y el miedo que genera en la población no paralizan a la gente que ha decidido que para salir adelante es necesario apoyar la educación, la cultura, que alrededor de los libros, entre muchas otras iniciativas que apuestan por la paz, se pueden lograr cambios en la vida de la familia, la comunidad, el país.
En México se está trabajando en proyectos que lo mismo involucran a unas cuantas personas o a miles. Los espacios son tan variados como salas de lectura, hospitales, bibliotecas comunitarias, escuelas, centros de rehabilitación social, plazas públicas, autobuses y hasta taxis. La forma de enamorar a los lectores también va desde la lectura en voz alta, la narración oral, el préstamo gratuito o intercambio de libros, los círculos de lectura y la experiencia de vivir los libros recreando historias en campamentos, en obras de teatro y aun en danzas. Es fascinante saber que los jóvenes toman las plazas públicas para llenarlas de letras, para conquistar nuevos lectores y apapachar a quienes aman la lectura y gustan de compartir no sólo sus lecturas sino sus libros más significativos con otros.
El fomento a la lectura también se hace desde internet, en páginas muy bien diseñadas, con contenidos que se comparten en redes sociales (Facebook, YouTube, Twitter, Instagram) y en radio. Estos medios son extraordinarios para convocar a eventos y para intercambiar experiencias culturales surgidas del amor a las letras.
Fomentar la lectura y la escritura, son actividades que miles de ciudadanos realizan en forma cotidiana, a veces discretamente y en ocasiones armando verdaderas fiestas y ferias alrededor de los libros.
Luis Fernando Álvarez Beltrán (Caborca, Sonora),
en la categoría Fomento a la Lectura en Salas de Lectura, por su trabajo “Duermevela:
las Salas de Lectura no duermen ni se apagan”.
Víctor Manuel Meneses Pelayo
(Zihuatanejo, Guerrero), quien participó en la categoría de Fomento de la
Lectura en Bibliotecas Públicas, por “Lee más Zihuatanejo de Azueta”.
Angélica Martínez Almaraz y
Eva Ruiz Zacarías, del Distrito Federal, con “Porque nos gusta leer y
escribir ‘rolamos’ historias”, en la categoría de Fomento de la Lectura y la
Escritura en Escuelas Públicas de Educación Básica.
Jorge Manuel Villegas López
(Estado de México), quien fue el representante del grupo de mujeres del
municipio de Zinacantán, Chiapas, y presentó el proyecto “Yo´onik un corazón late
en la montaña”, en la categoría de Fomento a la Lectura desde la Sociedad Civil.
Jorge Guerrero de la Torre (Chihuahua), por el proyecto “Palabras de vida”, en la categoría de Fomento de la Lectura y la
Escritura en Otros Espacios Educativos.
Sofía López Mendoza (Distrito Federal), en la categoría Fomento de la Lectura en Empresas,
con “Círculo Editorial Azteca: colección primeras lecturas”.
Cada uno de los ganadores
recibió un estímulo económico de 30 mil pesos, una colección de libros de las
instituciones participantes, y una beca para un curso o posgrado en temas de
educación o cultura escrita, dependiendo de la oferta del Centro de Altos
Estudios Universitarios de la OEI, de los intereses del premiado y de su
trayectoria de estudios, así como la oportunidad de asistir al Encuentro de
Promotores de Lectura de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
En tanto que a la ganadora de la
categoría Fomento de la Lectura en Empresas obtuvo un diploma que la acredita como ganadora de la convocatoria 2014.
Se otorgaron menciones honoríficas en cada una de las categorías. No puedo dejar de felicitar a Joan Serra Montagut, quien presentó "Leyendo la nueva era", proyecto Ja'ab. Fascinante trabajo que involucra a la región maya no sólo del país, sino también de Guatemala, Belice, El Salvador y Honduras y del que hablaré en una entrada próxima.
miércoles, 15 de octubre de 2014
De novias, esposas y otras cosas, de Stanislaw Jaroszek
Stanislaw Jaroszek
De novias, esposas y otras cosas
Editorial El BeiSMan
ISBN: 978-1-4851-0226-4
Hace unos días Stanislaw Jaroszek me envió un correo para
avisarme que me haría llegar un ejemplar de su más reciente obra, su segundo
libro de cuentos. Esa noticia y tener su libro en las manos me hicieron romper
el silencio que ha invadido a esta Aldea. Gracias, Stanislaw.
Al autor lo conocí hace tres años en el marco de la Feria
Internacional del Libro de Minería. En esa ocasión platicó, junto con un grupo
de escritores mexicanos, sobre las publicaciones de Ediciones Vocesueltas y de
la revista Contratiempo.
Lo primero que quien conozca a Stanislaw le pregunta es por
qué escribe en español siendo polaco y viviendo en Chicago. En la introducción
de su primer libro, Jaleos y denuncias (Ediciones Vocesueltas), responde:
"Al español le debo mucho. El español me abrió las puertas de las
universidades norteamericanas, y me convirtió en todo un profesional. Es el
español el que cada día trae el pan a mi mesa, y por eso le tengo una deuda de
gratitud".
Esas palabras me conquistaron, pero más todavía sus palabras
escritas y convertidas en relatos en los que el autor siempre está presente
como migrante, como amante de la escritura, la familia y la memoria, como
protagonista o testigo de acontecimientos que marcan la vida de quienes han
tomado la decisión de dejar su casa familiar, su país.
¿Qué inspira las historias de Stanislaw Jaroszek, de dónde
surgen? “Es que yo no invento, yo vivo lo que escribo”, dice el protagonista
del cuento “El escritor”, mientras ve alejarse a la protagonista de todos sus
cuentos. Y seguramente esa sería la respuesta que ofrecería el escritor. No
inventa nada, él cuenta historias que vive, que atestigua.
Como ocurre con los relatos de cotidianidades dolorosas, de
supervivencia en la selva feroz del desarraigo y el desempleo, el lector
desearía que se tratara de mera imaginación, de pura invención de escritor, sin
embargo, la realidad de miles y millones de seres humanos desplazados de sus
tierras de origen en busca de la promesa de una vida mejor es una cruda
realidad que quizá pasa inadvertida para
quienes transitan indiferentes o ensimismados frente a ellos. No obstante, para
un escritor como Stanislaw Jaroszek esas historias vividas o referidas por los
migrantes latinoamericanos con quienes ha aprendido el español colorido de
quienes han dejado atrás a su país pero no su lengua merecen ser contadas, con
la ilusión, tal vez, de que las cosas algún día cambien y nadie caiga en
engaños y amenazas, como los que vivió el personaje de “Un día de Rambo”.
Al leer a Jaroszek es inevitable preguntarse cuántos seres
humanos experimentarán diariamente la humillante esperanza de ser seleccionados
por los enganchadores de jornaleros, cuántos ven avanzar las mancecillas del
reloj y advierten que el rechazo matutino les echó a perder el día y que no hay
forma de saldar las deudas. A cuántos como Tony, mejor conocido como Rambo, les
gusta trabajar rápido, sin descanso, trabajar y no pensar en el hambre, no
pensar en la aparente falta de solidaridad de sus compatriotas, que lo vieron
subirse a la camioneta del gringo gordo, y que no le advirtieron que además de
que no paga es policía.
Las novias y las esposas no son ninguna perita en dulce en
los relatos de este libro. Las relaciones amorosas tienen su alta dosis de
indiferencia, de engaño y aun de abuso. Mientras para unos padres el nacimiento
de su hijo significa un cambio radical "Ya siendo padre uno no se siente
ni tan joven, ni tan invencible, ni tan inmortal. Asimismo nunca más se sentirá
solo"; para otro es como una broma pesada.
En los relatos de Jaroszek la soledad es una constante.
Acompaña al jornalero, al esposo, a la vecina, al hijo que conoció a su padre,
al viejo que fue millonario por un día. Pero también hay amor y humor.
Escribir sirve para recordar pero también para cambiar la
historia que se relata, como ocurre en "Adríán". Escribir para vivir
y vivir para escribir no es nada fácil. Crear personajes, darles vida,
cuidarlos, esa es la gran responsabilidad del escritor. Que se vendan los
libros es importante no tanto para el autor como para sus personajes, nos dice
en "La gran fuga", relato en el que el escritor enfrenta la zozobra
por la fuga de sus personajes, de que su libro quede vacío, pero sabe que pase
lo que pase tendrá que vivir su propio cuento hasta el final.
Stanislaw Jaroszek, maestro, padre de familia, esposo, hijo,
hermano, amigo de latinoamericanos, seguirá viviendo y escribiendo cuentos
porque es escritor.
martes, 3 de junio de 2014
La metamorfosis, de Franz Kafka, a 90 años de su muerte
Franz Kafka (origen de la imagen)
A la memoria de Maye
Este 3 de junio se cumplen 90 años de la muerte del escritor. Nació en Praga, capital de la actual República Checa, cuando era parte del imperio Austro-húngaro, el 3 de julio de 1883 y murió en Kierling, Austria en 1924, país en donde recibiría tratamiento contra la tuberculosis, enfermedad que le causó la muerte.
Además de rendir un humilde homenaje a Kafka repasando brevemente su obra más conocida, La metamorfosis, deseo compartir la inquietud que en días recientes mi hermana Ma. Elena sentía al recordar la novela leída muchos años atrás. Por más que se preguntaba no encontraba respuesta a la transformación del personaje en un insecto. Tal vez, me decía, todos en un momento dado nos convertimos en un bicho cuando sentimos que no encontramos solución a nuestros problemas. Sin duda, le contestaba. A veces no nos vemos como insectos propiamente dichos pero sí deseamos que la tierra nos trague. Tras esa conversación y su obsesión por Samsa le propuse releer la obra maestra del atormentado escritor y comentarla, pero por el momento deberíamos pensar en algo optimista.
Ya no tuvimos tiempo de hacerlo juntas.
Ya no tuvimos tiempo de hacerlo juntas.
La transformación de Gregorio Samsa en un monstruoso insecto -el autor nunca dice que se trate de un escarabajo o una cucaracha, como se le representa por la descripción que hace- después de una noche de sueño intranquilo podría ser la consecuencia "natural" para un ser atormentado por las presiones domésticas, económicas, laborales y sociales que enfrentaba cotidianamente. Gregorio Samsa era comerciante viajero. Sobre sus espaldas llevaba el peso no sólo de la manutención de su familia, compuesta por un padre autoritario y holgazán; su madre, sumisa y su hermana adolescente, una hermosa joven de 17 años, quien según su hermano era una promesa en el mundo de la música y por ello deseaba tener el dinero suficiente para que estudiara en el conservatorio.
Metamorfoseado, Samsa reflexionaba en la profesión que ejercía, profesión por cierto, no elegida sino practicada debido a que su padre estaba en deuda con el dueño del almacén y para cubrirla Gregorio tenía que someterse a las condiciones inhumanas de un viajero que debe cumplir con su cuota de ventas, tener presentes horarios y rutas de los trenes, comer mal y a deshoras, no tener tiempo para establecer relaciones significativas y duraderas y regresar a casa y encontrarse con un ambiente de indiferencia a sus atribulaciones y sueños. Además, si Gregorio no cumplía con sus obligaciones puntualmente no sólo la familia entera lo atosigaba para que no perdiera el tren, para que no faltara al trabajo, sino que un apoderado del almacén se presentaba en su casa para reclamar la falta de cumplimiento, como ocurrió justamente la mañana en que Gregorio se transformó en insecto y luchaba por salir de la cama, aterrorizado ante el terrible espectáculo que ofrecían las patitas que bailaban frente a él y sobre la panza abombada y parduzca.
¿La transformación fue física o metafórica? Si se opta por la segunda resulta difícil comprender la reacción de quienes veían en el bicho que se había apoderado de la habitación de Gregorio al mismo Gregorio. La repulsión sentida por el apoderado de la empresa ante la visión del insecto que había logrado abrir la puerta o de la sirvienta que trabajaba con la familia y decidió renunciar. Los cuidados que le prodigó la hermana, la única que podía entrar al cuarto de Gregorio para ordenarlo y para dejarle alimentos adecuados a su nueva condición: un queso que a Gregorio le parecía asqueroso al insecto le pareció un manjar, sobras de salsas y otros alimentos no frescos, como la leche, que era la bebida favorita del chico, ahora eran repugnantes para el bicho.
La novela se lee de una sentada, pero provoca reflexiones que nos acompañan por siempre, porque siempre estaremos en contacto directa o indirectamente con la falta de trabajo o la explotación laboral a cambio de migajas y malos tratos, con injusticias de todo tipo; con los tratos de gobiernos que sólo ven por el beneficio de los dueños del capital y comprometen la vida de generaciones enteras para satisfacer su avaricia y sed de poder; con afectos no correspondidos; con la imposibilidad de ser respetados por lo que se decidió ser y hacer; por los sacrificios hechos y la falta de reconocimiento y agradecimiento.
Si no tuviera que dominarme por mis padres, ya me habría despedido hace tiempo, me habría presentado ante el jefe y le habría dicho mi opinión con toda mi alma. ¡Se habría caído de la mesa! Sí que es una extraña costumbre la de sentarse sobre la mesa y, desde esa altura, hablar hacia abajo con el empleado que, además, por culpa de la sordera del jefe, tiene que acercarse mucho. Bueno, la esperanza todavía no está perdida del todo; si alguna vez tengo el dinero suficiente para pagar las deudas que mis padres tienen con él -puedo tardar todavía entre cinco y seis años- lo hago con toda seguridad. Entonces habrá llegado el gran momento; ahora, por lo pronto, tengo que levantarme porque el tren sale a las cinco», y miró hacia el despertador que hacía tic tac sobre el armario.
La lectura que hagamos de La metamorfosis, como de todas las grandes obras, provocará diferentes reacciones y reflexiones según la motivación y momento en que la hagamos. Me quedo con la enorme tristeza del destino de Gregorio Samsa, por su enorme e incondicional capacidad de sacrificio; por la falta de comunicación, respeto y amor entre los miembros de la familia cuando Gregorio los mantenía; por el temor que inspiraba el padre y las condiciones sociales en las que se desarrolla la historia, que no distan mucho de las actuales.
miércoles, 23 de abril de 2014
Discurso de Elena Poniatowska, Premio Cervantes 2014
Elena Poniatowska luce un traje que le obsequiaron mujeres de Juchitán
“Majestades, Señor Presidente del Gobierno, Señor Ministro
de Educación, Cultura y Deporte, Señor Rector de la Universidad de Alcalá de
Henares, Señor Presidente de la Comunidad de Madrid, Señor Alcalde de esta
ciudad, autoridades estatales, autonómicas, locales y académicas, amigas,
amigos, señores y señoras.
Soy la cuarta mujer en recibir el Premio Cervantes, creado
en 1976. (Los hombres son treinta y cinco.) María Zambrano fue la primera y los
mexicanos la consideramos nuestra porque debido a la Guerra Civil Española
vivió en México y enseñó en la Universidad Nicolaíta en Morelia, Michoacán.
Simone Weil, la filósofa francesa, escribió que echar raíces
es quizá la necesidad más apremiante del alma humana. En María Zambrano, el
exilio fue una herida sin cura, pero ella fue una exiliada de todo menos de su
escritura.
La más joven de todas las poetas de América Latina en la
primera mitad del siglo XX, la cubana Dulce María Loynaz, segunda en recibir el
Cervantes, fue amiga de García Lorca y hospedó en su finca de La Habana a
Gabriela Mistral y a Juan Ramón Jiménez. Años más tarde, cuando le sugirieron
que abandonara la Cuba revolucionaria respondió que cómo iba a marcharse si
Cuba era invención de su familia.
A Ana María Matute, la conocí en El Escorial en 2003.
Hermosa y descreída, sentí afinidad con su obsesión por la infancia y su
imaginario riquísimo y feroz.
María, Dulce María y Ana María, las tres Marías, zarandeadas
por sus circunstancias, no tuvieron santo a quién encomendarse y sin embargo,
hoy por hoy, son las mujeres de Cervantes, al igual que Dulcinea del Toboso,
Luscinda, Zoraida y Constanza. A diferencia de ellas, muchos dioses me han
protegido porque en México hay un dios bajo cada piedra, un dios para la
lluvia, otro para la fertilidad, otro para la muerte. Contamos con un dios para
cada cosa y no con uno solo que de tan ocupado puede equivocarse.
Del otro lado del océano, en el siglo XVII la monja jerónima
Sor Juana Inés de la Cruz supo desde el primer momento que la única batalla que
vale la pena es la del conocimiento. Con mucha razón José Emilio Pacheco la
definió: “Sor Juana/ es la llama trémula/ en la noche de piedra del
virreinato”.
Su respuesta a Sor Filotea de la Cruz es una defensa
liberadora, el primer alegato de una intelectual sobre quien se ejerce la
censura. En la literatura no existe otra mujer que al observar el eclipse lunar
del 22 de diciembre de 1684 haya ensayado una explicación del origen del
universo. Ella lo hizo en los 975 versos de su poema Primero sueño. Dante tuvo
la mano de Virgilio para bajar al infierno, pero nuestra Sor Juana descendió
sola y al igual que Galileo y Giordano Bruno fue castigada por amar la ciencia
y reprendida por prelados que le eran harto inferiores.
Sor Juana contaba con telescopios, astrolabios y compases
para su búsqueda científica. También dentro de la cultura de la pobreza se
atesoran bienes inesperados. Jesusa Palancares, la protagonista de mi
novela-testimonio “Hasta no verte Jesús mío”, no tuvo más que su intuición para
asomarse por la única apertura de su vivienda a observar el cielo nocturno como
una gracia sin precio y sin explicación posible. Jesusa vivía a la orilla del
precipicio, por lo tanto el cielo estrellado en su ventana era un milagro que
intentaba descifrar. Quería comprender por qué había venido a la Tierra, para
qué era todo eso que la rodeaba y cuál podría ser el sentido último de lo que
veía. Al creer en la reencarnación estaba segura de que muchos años antes había
nacido como un hombre malo que desgració a muchas mujeres y ahora tenía que
pagar sus culpas entre abrojos y espinas.
Mi madre nunca supo qué país me había regalado cuando
llegamos a México, en 1942, en el Marqués de Comillas, el barco con el que
Gilberto Bosques salvó la vida de tantos republicanos que se refugiaron en
México durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas. Mi familia siempre fue
de pasajeros en tren: italianos que terminan en Polonia, mexicanos que viven en
Francia, norteamericanas que se mudan a Europa. Mi hermana Kitzia y yo fuimos
niñas francesas con un apellido polaco. Llegamos “a la inmensa vida de México”
-como diría José Emilio Pacheco-, al pueblo del sol. Desde entonces vivimos
transfiguradas y nos envuelve entre otras encantaciones, la ilusión de
convertir fondas en castillos con rejas doradas.
Las certezas de Francia y su afán por tener siempre la razón
palidecieron al lado de la humildad de los mexicanos más pobres. Descalzos,
caminaban bajo su sombrero o su rebozo. Se escondían para que no se les viera
la vergüenza en los ojos. Al servicio de los blancos, sus voces eran dulces y
cantaban al preguntar: “¿No le molestaría enseñarme cómo quiere que le sirva?”
Aprendí el español en la calle, con los gritos de los
pregoneros y con unas rondas que siempre se referían a la muerte. “Naranja
dulce,/ limón celeste,/ dile a María/ que no se acueste./ María, María/ ya se
acostó,/ vino la muerte/y se la llevó”. O esta que es aún más aterradora:
“Cuchito, cuchito/ mató a su mujer/ con un cuchillito/ del tamaño de él./ Le
sacó las tripas/ y las fue a vender./ -¡Mercarán tripitas/ de mala mujer!”
Todavía hoy se mercan las tripas femeninas. El pasado 13 de
abril, dos mujeres fueron asesinadas de varios tiros en la cabeza en Ciudad
Juárez, una de 15 años y otra de 20, embarazada. El cuerpo de la primera fue
encontrado en un basurero.
Recuerdo mi asombro cuando oí por primera vez la palabra
“gracias” y pensé que su sonido era más profundo que el “merci” francés.
También me intrigó ver en un mapa de México varios espacios pintados de
amarillo marcados con el letrero: “Zona por descubrir”. En Francia, los
jardines son un pañuelo, todo está cultivado y al alcance de la mano. Este
enorme país temible y secreto llamado México, en el que Francia cabía tres
veces, se extendía moreno y descalzo frente a mi hermana y a mí y nos
desafiaba: “Descúbranme”. El idioma era la llave para entrar al mundo indio, el
mismo mundo del que habló Octavio Paz, aquí en Alcalá de Henares en 1981,
cuando dijo que sin el mundo indio no seríamos lo que somos.
¿Cómo iba yo a transitar de la palabra París a la palabra
Parangaricutirimicuaro? Me gustó poder pronunciar Xochitlquetzal,
Nezahualcóyotl o Cuauhtémoc y me pregunté si los conquistadores se habían dado
cuenta quiénes eran sus conquistados.
Quienes me dieron la llave para abrir a México fueron los
mexicanos que andan en la calle. Desde 1953, aparecieron en la ciudad muchos
personajes de a pie semejantes a los que don Quijote y su fiel escudero
encuentran en su camino, un barbero, un cuidador de cabras, Maritornes la
ventera. Antes, en México, el cartero traía uniforme cepillado y gorra azul y
ahora ya ni se anuncia con su silbato, solo avienta bajo la puerta la
correspondencia que saca de su desvencijada mochila. Antes también el afilador
de cuchillos aparecía empujando su gran piedra montada en un carrito producto
del ingenio popular, sin beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y
la iba mojando con el agua de una cubeta. Al hacerla girar, el cuchillo sacaba
chispas y partía en el aire los cabellos en dos; los cabellos de la ciudad que
en realidad no es sino su mujer a la que le afila las uñas, le cepilla los
dientes, le pule las mejillas, la contempla dormir y cuando la ve vieja y ajada
le hace el gran favor de encajarle un cuchillo largo y afilado en su espalda de
mujer confiada. Entonces la ciudad llora quedito, pero ningún llanto más
sobrecogedor que el lamento del vendedor de camotes que dejó un rayón en el
alma de los niños mexicanos porque el sonido de sus carritos se parece al
silbato del tren que detiene el tiempo y hace que los que abren surcos en la
milpa levanten la cabeza y dejen el azadón y la pala para señalarle a su hijo:
“Mira el tren, está pasando el tren, allá va el tren; algún día, tú viajarás en
tren”.
Tina Modotti llegó de Italia pero bien podría considerarse
la primera fotógrafa mexicana moderna. En 1936, en España cambió de profesión y
acompañó como enfermera al doctor Norman Bethune a hacer las primeras
transfusiones de sangre en el campo de batalla. Treinta y ocho años más tarde,
Rosario Ibarra de Piedra se levantó en contra de una nueva forma de tortura, la
desaparición de personas. Su protesta antecede al levantamiento de las Madres
de Plaza de Mayo con su pañuelo blanco en la cabeza por cada hijo desaparecido.
“Vivos los llevaron, vivos los queremos”.
La última pintora surrealista, Leonora Carrington pudo escoger
vivir en Nueva York al lado de Max Ernst y el círculo de Peggy Guggenheim pero,
sin saber español, prefirió venir a México con el poeta Renato Leduc, autor de
un soneto sobre el tiempo que pienso decirles más tarde si me da la vida para
tanto.
Lo que se aprende de niña permanece indeleble en la
conciencia y fui del castellano colonizador al mundo esplendoroso que
encontraron los conquistadores. Antes de que los Estados Unidos pretendieran
tragarse a todo el continente, la resistencia indígena alzó escudos de oro y
penachos de plumas de quetzal y los levantó muy alto cuando las mujeres de
Chiapas, antes humilladas y furtivas, declararon en 1994 que querían escoger
ellas a su hombre, mirarlo a los ojos, tener los hijos que deseaban y no ser
cambiadas por una garrafa de alcohol. Deseaban tener los mismos derechos que
los hombres.
“¿Quien anda ahí?” “Nadie”, consignó Octavio Paz en El
laberinto de la soledad.Muchos mexicanos se ningunean. “No hay nadie” -contesta
la sirvienta. “¿Y tú quien eres?” “No, pues nadie”. No lo dicen para hacerse
menos ni por esconderse sino porque es parte de su naturaleza. Tampoco la
naturaleza dice lo que es ni se explica a sí misma, simplemente estalla.
Durante el terremoto de 1985, muchos jóvenes punk de esos que se pintan los
ojos de negro y el pelo de rojo, con chalecos y brazaletes cubiertos de
estoperoles y clavos arribaban a los lugares siniestrados, edificios
convertidos en sándwich, y pasaban la noche entera con picos y palas para sacar
escombros que después acarreaban en cubetas y carretillas. A las cinco de la
mañana, ya cuando se iban, les pregunté por su nombre y uno de ellos me
respondió: “Pues póngame nomás Juan”, no sólo porque no quería singularizarse o
temiera el rechazo sino porque al igual que millones de pobres, su silencio es
también un silencio de siglos de olvido y de marginación.
Tenemos el dudoso privilegio de ser la ciudad más grande del
mundo: casi 9 millones de habitantes. El campo se vacía, todos llegan a la
capital que tizna a los pobres, los revuelca en la ceniza, les chamusca las
alas aunque su resistencia no tiene límites y llegan desde la Patagonia para
montarse en el tren de la muerte llamado “La Bestia” con el sólo fin de cruzar
la frontera de Estados Unidos.
En 1979, Marta Traba publicó en Colombia una Homérica Latina
en la que los personajes son los perdedores de nuestro continente, los de a
pie, los que hurgan en la basura, los recogedores de desechos de las ciudades
perdidas, las multitudes que se pisotean para ver al Papa, los que viajan en
autobuses atestados, los que se cubren la cabeza con sombreros de palma, los
que aman a Dios en tierra de indios. He aquí a nuestros personajes, los que
llevan a sus niños a fotografiar ya muertos para convertirlos en “angelitos
santos”, la multitud que rompe las vallas y desploma los templetes en los
desfiles militares, la que de pronto y sin esfuerzo hace fracasar todas las mal
intencionadas políticas de buena vecindad, esa masa anónima, oscura e
imprevisible que va poblando lentamente la cuadrícula de nuestro continente; el
pueblo de las chinches, las pulgas y las cucarachas, el miserable pueblo que
ahora mismo deglute el planeta. Y es esa masa formidable la que crece y
traspasa las fronteras, trabaja de cargador y de mocito, de achichincle y lustrador
de zapatos -en México los llamamos boleros-. El novelista José Agustín declaró
al regresar de una universidad norteamericana: “Allá, creen que soy un
limpiabotas venido a más”. Habría sido mejor que dijera “un limpiabotas venido
a menos”. Todos somos venidos a menos, todos menesterosos, en reconocerlo está
nuestra fuerza. Muchas veces me he preguntado si esa gran masa que viene
caminando lenta e inexorablemente desde la Patagonia a Alaska se pregunta hoy
por hoy en qué grado depende de los Estados Unidos. Creo más bien que su grito
es un grito de guerra y es avasallador, es un grito cuya primera batalla
literaria ha sido ganada por los chicanos.
Los mexicanos que me han precedido son cuatro: Octavio Paz
en 1981, Carlos Fuentes en 1987, Sergio Pitol en 2005 y José Emilio Pacheco en
2009. Rosario Castellanos y María Luisa Puga no tuvieron la misma suerte y las
invoco así como a José Revueltas. Sé que ahora los siete me acompañan, curiosos
por lo que voy a decir, sobre todo Octavio Paz.
Ya para terminar y porque me encuentro en España, entre
amigos quisiera contarles que tuve un gran amor “platónico” por Luis Buñuel
porque juntos fuimos al Palacio Negro de Lecumberri -cárcel legendaria de la
ciudad de México-, a ver a nuestro amigo Álvaro Mutis, el poeta y gaviero,
compañero de batallas de nuestro indispensable Gabriel García Márquez. La
cárcel, con sus presos reincidentes llamados “conejos”, nos acercó a una
realidad compartida: la de la vida y la muerte tras los barrotes.
Ningún acontecimiento más importante en mi vida profesional
que este premio que el jurado del Cervantes otorga a una Sancho Panza femenina
que no es Teresa Panza ni Dulcinea del Toboso, ni Maritornes, ni la princesa
Micomicona que tanto le gustaba a Carlos Fuentes, sino una escritora que no
puede hablar de molinos porque ya no los hay y en cambio lo hace de los
andariegos comunes y corrientes que cargan su bolsa del mandado, su pico o su
pala, duermen a la buena ventura y confían en una cronista impulsiva que
retiene lo que le cuentan.
Niños, mujeres, ancianos, presos, dolientes y estudiantes
caminan al lado de esta reportera que busca, como lo pedía María Zambrano, “ir
más allá de la propia vida, estar en las otras vidas”.
Por todas estas razones, el premio resulta más sorprendente
y por lo tanto es más grande la razón para agradecerlo.
El poder financiero manda no sólo en México sino en el
mundo. Los que lo resisten, montados en Rocinante y seguidos por Sancho Panza
son cada vez menos. Me enorgullece caminar al lado de los ilusos, los destartalados,
los candorosos.
A mi hija Paula, su hija Luna, aquí presente, le preguntó:
-Oye mamá, ¿y tú cuántos años tienes?
Paula le dijo su edad y Luna insistió:
-¿Antes o después de Cristo?
Es justo aclararle hoy a mi nieta, que soy una evangelista
después de Cristo, que pertenezco a México y a una vida nacional que se escribe
todos los días y todos los días se borra porque las hojas de papel de un
periódico duran un día. Se las lleva el viento, terminan en la basura o
empolvadas en las hemerotecas. Mi padre las usaba para prender la chimenea. A
pesar de esto, mi padre preguntaba temprano en la mañana si había llegado el
“Excélsior”, que entonces dirigía Julio Scherer García y leíamos en familia.
Frida Kahlo, pintora, escritora e ícono mexicano dijo alguna vez: “Espero
alegre la salida y espero no volver jamás”. A diferencia de ella, espero
volver, volver, volver y ese es el sentido que he querido darle a mis 82 años.
Pretendo subir al cielo y regresar con Cervantes de la mano para ayudarlo a
repartir, como un escudero femenino, premios a los jóvenes que como yo hoy, 23
de abril de 2014, día internacional del libro, lleguen a Alcalá de Henares.
En los últimos años de su vida, el astrónomo Guillermo Haro
repetía las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. Observaba durante
horas a una jacaranda florecida y me hacía notar “cómo se pasa la vida, cómo se
viene la muerte tan callando”. Esa certeza del estrellero también la he hecho
mía, como siento mías las jacarandas que cada año cubren las aceras de México
con una alfombra morada que es la de la cuaresma, la muerte y la resurrección.
Muchas gracias por escuchar.”
martes, 22 de abril de 2014
Gabriel García Márquez se fue un jueves santo
Gabriel García Márquez, Cartagena 2007
Un domingo de ramos entraron al dormitorio mientras Fernanda estaba en misa, y cargaron a Úrsula por la nuca y los tobillos.‒Pobre la tatarabuelita ‒dijo Amaranta Úrsula‒, se nos murió de vieja.Úrsula se sobresaltó.‒¡Estoy viva! ‒dijo.‒Ya ves ‒dijo Amaranta Úrsula, reprimiendo la risa‒, ni siquiera respira.‒¡Estoy hablando! ‒gritó Úrsula.‒Ni siquiera habla ‒dijo Aureliano‒. Se murió como un grillino.Entonces Úrsula se rindió a la evidencia. «Dios mío», exclamó en voz baja. «De modo que esto es la muerte». Inició una oración interminable, atropellada, profunda, que se prolongó por más de dos días, y que por el martes había degenerado en un revoltijo de súplicas a Dios y de consejos prácticos para que las hormigas coloradas no tumbaran la casa, para que nunca dejaran apagar la lámpara frente al daguerrotipo de Remedios, y para que cuidaran de que ningún Buendía fuera a casarse con alguien de su misma sangre, porque nacían los hijos con cola de puerco. Aureliano Segundo trató de aprovechar el delirio para que le confesara dónde estaba el oro enterrado, pero otra vez fueron inútiles las súplicas. «Cuando aparezca el dueño ‒dijo Úrsula‒ Dios ha de iluminarlo para que lo encuentres». Santa Sofía de la Piedad tuvo la certeza de que la encontraría muerta de un momento a otro, porque observaba por esos días un cierto aturdimiento de la naturaleza: que las rosas olían a quenopodio, que se le cayó una totuma de garbanzos y los granos quedaron en el suelo en un orden geométrico perfecto y en forma de estrella de mar, y que una noche vio pasar por el cielo una fila de luminosos discos anaranjados.
Amaneció muerta el jueves santo.
Seguramente existen y se escribirán sesudos ensayos sobre el simbolismo de esta coincidencia pero para una lectora despistada como yo y sin el bagaje cultural de quienes han analizado la obra de García Márquez no deja de llamar la atención esto que puede ser interpretado como el último acto poético del autor de una de las historias más fascinantes que haya conocido la literatura mundial.
Al igual que Úrsula el escritor hizo y deshizo con la memoria una vida que sólo viviéndola y reviviéndola como él lo hizo pudo no sólo contar sino transformar y llevar al nivel más alto del arte y la magia.
No me atrevería a decir que le debo a Cien años de soledad la fascinación por la memoria, la valoración de algo tan nuestro que nos permite recordar, evocar, suspirar y revivir pero que por fortuna también nos permite olvidar. Al hacer el recuento de nuestra vida vale la pena tener presente lo que nos dice el colombiano más mexicano: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla".
Gabriel García Márquez se fue un jueves santo pero permanecerá en la memoria universal por los siglos de los siglos, al lado de otros tantos grandes.
miércoles, 2 de abril de 2014
Día Internacional del Libro Infantil 2014
Cartel diseñado por Niamh Sharkey
Desde 1967, el 2 de abril, coincidiendo con la fecha del
nacimiento del escritor danés Hans Christian Andersen, el IBBY promueve la
celebración del Día Internacional del Libro Infantil con el fin de promocionar
los buenos libros infantiles y juveniles y la lectura entre los más jóvenes.
Cada año una Sección Nacional tiene la oportunidad de ser la
patrocinadora internacional del Día del Libro Infantil y selecciona un
escritor o escritora representativo, así como a un reconocido ilustrador o ilustradora de su país para que
elaboren el mensaje y el cartel dirigidos a todos los niños del mundo y se promueva la celebración en las bibliotecas,
centros escolares, librerías, etc.
Este año, el país elegido es Irlanda. El diseño del cartel
es de Niamh Sharkey y el texto de la escritora Siobhán Parkinson:
CARTA A LOS NIÑOS DEL MUNDO
Los lectores a menudo le preguntan a los escritores cómo
escriben sus historias - ¿de dónde salen las ideas? Provienen de mi
imaginación, contesta el escritor. Ah, claro, suele contestar el lector. Pero,
¿dónde está tu imaginación, de qué está hecha y es cierto que todo el mundo
tiene una?
Bueno, responde el escritor, está en mi cabeza, por
supuesto, y está compuesta de imágenes y palabras y recuerdos y rastros de
otras historias y palabras y fragmentos de cosas y melodías y pensamientos y
rostros y monstruos y formas y palabras y movimientos y palabras y olas y
arabescos y paisajes y palabras y perfumes y sentimientos y colores y rimas y
pequeños chasquidos y silbidos y sabores y explosiones de energía y acertijos y
brisas y palabras. Todo ello girando ahí dentro y cantando y comportándose como
un caleidoscopio y flotando y sentándose y pensando y rascándose la cabeza.
Por supuesto que todo el mundo tiene imaginación: sin ella,
no seríamos capaces de soñar. No obstante, no toda imaginación tiene las mismas
cosas dentro de ella. Probablemente, la imaginación de los cocineros contenga
en su mayoría sabores, de la misma manera que la imaginación de los artistas
contendrá sobre todo colores y formas. La imaginación de los escritores está
principalmente llena de palabras.
Para los lectores y oyentes de historias, sus imaginaciones
también se nutren de palabras. La imaginación de un escritor trabaja y da
vueltas y da forma a las ideas, a los sonidos, a las voces, a los personajes y
a los acontecimientos hasta convertirlos en una historia; esta historia no está
compuesta de otra cosa que no sean palabras, batallones de garabatos desfilando
por las páginas. Entonces ocurre que, de pronto, llega un lector y esos
garabatos cobran vida. Siguen estando en la página, siguen pareciendo garabatos
pero también están retozando en la imaginación del lector, y éste da forma e
hila las palabras para que la historia ahora tenga lugar en su cabeza, como
tuvo lugar en la cabeza del escritor.
Este es el motivo por el cual el lector es tan importante
para una historia como lo es el escritor. Solo hay un escritor para cada de
ellas, pero hay cientos o miles o incluso a veces millones de lectores de
historias, que leen en el mismo idioma que el del escritor o que quizás hasta
lean traducciones en muchos otros idiomas diferentes. Sin el escritor, no nace
el cuento; sin todos los miles de lectores alrededor del mundo, el cuento no
llegará nunca a vivir todas las vidas que puede vivir.
Todo lector de una historia tiene algo en común con los
otros lectores de esa misma historia. Separadamente, aunque también de alguna
manera juntos, ellos han recreado la historia en su propia imaginación: una
acción que es tanto privada como pública, individual como común, íntima como
internacional.
Es posiblemente lo que los humanos hacen mejor.
¡Seguid leyendo!
Autora, editora, traductora
y ganadora del premio Premio na nÓg
Traducción: Paula Sanz
Información tomada de la página de Oepli
lunes, 31 de marzo de 2014
jueves, 6 de marzo de 2014
Luis Villoro, por Juan Villoro
La taquería revolucionaria
Juan Villoro
Mi padre, que detesta las anécdotas personales, ha contado mil veces la escena que más lo horrorizó en su juventud. Todo ocurrió en una polvosa hacienda de San Luis Potosí, pero para entender ese momento de condensación hay que retroceder en el tiempo.
Luis Villoro Toranzo nació en Barcelona en 1922. Su madre era potosina y estaba casada con un aragonés de La Portellada, pueblo que hoy en día tiene trescientos habitantes. Doscientos de ellos se apellidan Villoro (no es de extrañar que en ese sitio redundante, por no decir incestuoso, mi abuelo se llamara Miguel Villoro Villoro).
Las fechas nunca han sido una especialidad familiar. No sabemos muy bien qué edad tenía mi padre cuando perdió al suyo, pero debe haber rondado los siete años. Mi abuela quedó viuda, con tres hijos, en un país que se descomponía rumbo a la Guerra civil. Volvió a México y mis tíos y mi padre fueron a dar a internados de jesuitas.
Mi padre creció cerca de Namur, en Bélgica. Aprendió latín, fue campeón de oratoria, llegó a obtener la nota más alta en francés y logró el milagro de ser feliz en un ambiente de severidad y reclusión. Su hermano Miguel sufrió con el aislamiento pero encontró ahí su vocación de jesuita.
En la Facultad de Filosofía de la Universidad Michoacana Foto: La Jornada Michoacán |
Como tantas familias, la mía se vio afectada por el delirio expansionista de Hitler. Cuando mi padre llegó a la adolescencia, Europa se preparaba para la guerra, así es que se reunió en México con su madre e ingresó a Bachilleratos, la preparatoria de los jesuitas.
El dinero de la familia provenía de haciendas que producían mezcal. La escena definitiva de mi padre ocurrió en una de ellas, Cerro Prieto, que hoy es una ruina fantasmagórica.
Los peones de la hacienda se formaron en fila para darle la bienvenida y le besaron la mano. Mi padre vivió el momento más oprobioso de su vida. Ancianos con las manos lastimadas por trabajar la tierra le dijeron “patroncito”. ¿Qué demencial organización del mundo permitía que un hombre cargado de años se humillara de ese modo ante un señorito llegado de ultramar? Mi padre sintió una vergüenza casi física. Supo, amargamente, que pertenecía al rango de los explotadores.
Su vida pródiga se entiende como un valiente ejercicio de expiar la agraviante escena de la que todo se deriva. Su familia era monárquica y franquista, y él comenzó a poner en duda el sistema de valores en que había crecido. Buscó otra España y, como le ocurriría con frecuencia, la encontró en la forma de una mujer hermosa. Se enamoró de Gloria Miaja, hija del general republicano que había defendido Madrid.
El destino depende más de lo que se descarta que de lo que se realiza. Mi padre y sus sucesores dependemos de que no haya podido casarse con la hija de un militarrojo de pésimo carácter.
Para entender su país de adopción, dirigió la mirada a los españoles que en la Colonia pasaron por un trance similar al suyo. Clavijero, Las Casas y Tata Vasco fueron sus ejemplos. Su primer libro, Los grandes momentos del indigenismo en México, narra los afanes de los misioneros ilustrados que se pusieron de parte de la causa indígena.
Para seguir leyendo haz clic aquí.
viernes, 21 de febrero de 2014
Día Internacional de la Lengua Materna
Hace catorce años la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) incorporó a su calendario de celebraciones el Día Internacional de la Lengua Materna, cuya finalidad es promover la diversidad lingüística y cultural, así como el multilingüismo.
La edición 2014 está dedicada a las lenguas locales y la transmisión del conocimiento científico. En el artículo publicado en la página de la Unesco se llama la atención sobre la importancia de transmitir este tipo de conocimientos en la lengua materna:
Contrariamente a la creencia común, las lenguas locales son totalmente capaces de transmitir los conocimientos científicos y tecnológicos más modernos. De hecho, la comunicación en el mundo de las ciencias se establece mayoritariamente en idiomas vernáculos. Con la exclusión de estas lenguas, sus hablantes se verán privados de su derecho humano fundamental al conocimiento científico. En cambio, su preservación abre las puertas al enriquecimiento con saberes tradicionales científicos a menudo ignorados.Las lenguas son los instrumentos más poderosos para preservar y desarrollar nuestro patrimonio cultural, tanto el tangible como el intangible. Todas iniciativas dirigidas a difundir las lenguas maternas servirán no sólo para incentivar la diversidad lingüística y el multilingüismo, sino también para crear una mayor conciencia acerca de las tradiciones culturales en todo el mundo y promover la solidaridad basada en el entendimiento, la tolerancia y el diálogo.La ciencia debe reconocerse como parte de la cultura, como condición para ofrecer una educación integral, por lo que este llamado de atención debería reflejarse en la calidad de la enseñanza y en la construcción de sociedades mejor preparadas, capaces no solamente de preservar y transmitir conocimientos sino de desarrollarlos y aplicarlos para el beneficio de las mayorías.
jueves, 13 de febrero de 2014
50 años de Alfaguara
Tal vez sea cierto lo que dice Javier Marías que no tiene ningún mérito para un hombre o una mujer cumplir cincuenta años, mientras que para una editorial sí lo tiene, a propósito del primer cincuentenario de Alfaguara.
Independientemente de lo meritorio que sea llegar y aun sobrepasar la línea de los cincuenta, haberlo hecho y seguir adelante como lector tendrá algún mérito y sin duda múltiples recompensas.
Echar un vistazo al catálogo de Alfaguara produce vértigo, al menos a mí. Tantos autores, tantos títulos, tantas historias que esperan llegar a buen puerto resultan atractivos pero al mismo tiempo inalcanzables. De manera que no queda más que seleccionar y leer para celebrar este aniversario, para celebrar la literatura, para celebrar la vida.
miércoles, 15 de enero de 2014
miércoles, 8 de enero de 2014
El español de México es un idioma popular
Luis Fernando Lara, coordinador del Diccionario del español de México
La RAE daña nuestro idioma por su visión etnocéntrica,
afirma Lara Ramos
Miércoles 8 de enero de 2014
La Real Academia Española le hace mucho daño a nuestra
lengua, tiene una visión demasiado etnocéntrica y metropolitana en relación con
las antiguas colonias, da la impresión de que no está dispuesta a aceptar las
diferentes maneras de hablar español en América, afirmó el lexicógrafo y
lingüista Luis Fernando Lara, coordinador durante 40 años del Diccionario del
español de México.
Entrevistado por La Jornada en su cubículo de El Colegio de
México con motivo de la reciente adjudicación del Premio de Ciencias y Artes
2013 en su rama de Literatura y Lingüística, Lara Ramos (DF, 1943) sostiene que
nuestro español es de un país libre en donde las palabras han adquirido un
significado que varía con respecto a los españoles... ¿Por qué hemos de
renunciar a eso si nuestra manera de hablar tiene una raigambre histórica?
Asegura, con ánimo docente: somos dueños de “una semántica
propia. ‘Soberanía’, que es muy valiosa para nosotros, significa el derecho del
pueblo para elegir el resto de su vida. Para la Academia Española, es ‘el
derecho del rey’. ¿Vamos a cambiar ese significado nosotros?, claro que no, si
somos una República”.
Licenciado en lengua y literatura por la Universidad
Nacional Autónoma de México, en 1968, y con estudios en las universidades de
Kiel y de Heidelberg, en la entonces República Federal Alemana, fue reconocido
con el galardón por sus destacados aportes teórico-metodológicos a la
lexicografía del español.
Sobre el reconocimiento que le otorgó el gobierno mexicano
dice estar feliz y manifiesta con sencillez: Llevo 43 años trabajando y he
trabajado a conciencia. Entonces, que le reconozcan a uno este trabajo pues se
siente uno muy bien. Da gusto.
Coordina desde 1973 el Diccionario del español de México,
creado con la intención de establecer una diferencia con los diccionarios
españoles, sobre todo con el diccionario académico. Al presente, dice, ya
estamos empezando a preparar nuestros sucesores para que pueda crecer y seguir.
Es un trabajo que merece México.
Sin embargo, dice: “Empezamos a sentir demanda de la
sociedad para que hagamos muchas más cosas y no podemos porque con qué pagamos.
Somos siete personas, muy poquitos si nos comparan: la Academia Española tiene
60 lexicógrafos, el Diccionario Merriam-Webster’s de Estados Unidos tiene 150”.
El especialista, que habla francés, alemán, inglés y un poco
de italiano, destaca la particularidad de la variante del idioma practicada en
nuestro territorio: Tiene gran ventaja en comparación con otras formas de
hablarlo: es pausado, se reconocen fácilmente los sonidos y eso hace que en la
enseñanza del español a extranjeros se prefiera la pronunciación mexicana y no
la castellana.
Por otra parte, rechaza las críticas a Internet por
corromper el lenguaje, lo cual es falso a su decir. Para él, el lenguaje que se
usa en los chats es otra taquigrafía. A la lengua no le pasa nada, al
contrario: “En los blogs y redes sociales el fenómeno muy interesante es que
está dando una plena libertad para expresarse a la gente y eso es muy
importante, porque la lengua no se cultiva si no se usa.
“Claro, algunos que conocen mal la lengua se equivocan de
palabra, ponen expresiones que suenan mal: ¡Así es la vida! –ríe. A unos les
sale bien y a otros les sale peor y ya”. En cambio, propone, hay que tenerle
miedo al lenguaje alambicado, empalagoso, pomposo, pero a la libre expresión de
la gente, no.
Rechaza tajante que el español se esté deteriorando: Esas
son tonterías. Claro que hay palabras que caen en desuso, como los objetos
mismos, digamos daguerrotipo, que estaba condenada porque ya desapareció esa
técnica, ahora hay fotografía.
Según sus investigaciones, como en el libro Historia mínima
de la lengua española, que será publicado en enero, ha visto que esta lengua ha
sido popular desde que en el siglo XII el rey de Castilla Alfonso, El Sabio,
decidió hablar a los habitantes de las ciudades que conquistaba en la península
ibérica en el lenguaje que entendían: El español del pueblo.
Esa característica “explica que en español se haya escrito
la primera gramática de una lengua moderna, antes que las del inglés, francés o
italiano; el primer diccionario de español al latín (Lebrija, 1496); la primera
lengua en Europa utilizada para la ciencia, efecto de Alfonso, El Sabio, que
estaba traduciendo mucho conocimiento de la antigüedad griega y persa al
español, mientras que el resto de Europa seguía haciéndolo al latín”, reitera
Lara Ramos.
Los romances españoles del siglo XIV y XV, que en México se
conservan en los corridos, han permitido que nuestra lengua más culta no tenga
grandes discrepancias con nuestra lengua más popular. Para leer ahora el Poema
del mío Cid o El Quijote se necesita un diccionario, pero aún se entiende, en
contraste, para leer a Geoffrey Chaucer en el idioma original se debe ir a la
universidad a tomar un curso de inglés antiguo.
“El español siempre ha sido popular y debemos mantenerlo
igual. Piense en el rap La chilanga banda. No se ha fijado –conversa el
especialista– que está escrito en octosílabos, de rima asonante, en cuarteta,
que corresponde a la más antigua tradición poética del español”.
Lara habla también sobre las expresiones de machismo en el
idioma: “Debemos ser cuidadosos, no caer
en las exageraciones de ciertos grupos feministas, pero a la vez reconocer la
necesidad de darle su verdadero lugar a las mujeres… nada impide que digamos
doctora, arquitecta, médica, pero en cambio, estar diciendo ‘ciudadanos y
ciudadanas’, ‘niños y niñas’ es muy aburrido y no hace falta”.
Y rememora su llegada a este campo de estudios a partir de
una vocación natural, tengo actitud por las palabras y eso me llevó a la
lingüística. Sin embargo, luego de terminar el bachillerato estudió ingeniería
por dos años. “Yo había provocado un verdadero escándalo en mi casa, ‘cómo se
me ocurría dejar la ingeniería e irme a eso de letras’… Tuve que hablar con mis
padres, les dije: ‘ya no me den dinero, yo me las arreglo, pero quiero estudiar
letras’”.
Durante sus primeros años en esta disciplina, recuerda, “la
lingüística había pasado al primer plano de las humanidades… los franceses en
los años 60 habían declarado pomposamente a la lingüística ciencia piloto de
las humanidades. Pero en el ámbito nacional, teníamos esa alma partida entre
las lenguas indígenas y el español. Hasta la fecha hay incomprensión por parte
de los que estudian lenguas indígenas respecto del español y de los que
estudian español respecto del valor de las lenguas indígenas”.
A sus 70 años, prevé: “Si existiera la rencarnación, en mi
siguiente encarnación sería músico. Me fascina. Tengo tantos preferidos, es muy
difícil decirlo. En la antigüedad, el siglo XVII, Michael Praetorius, Bach, por
supuesto, Haydn, Mozart, Beethoven, Brahms –enlista. Brahms es un compositor
con el que me identifico mucho. Me gustaría que mis libros fueran como una
sinfonía de Brahms. Me gustan mucho los modernos: Debussy, Stravinsky,
Lavista”.
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