viernes, 29 de junio de 2012

José Pablo Moncayo. Centenario de su natalicio





Hoy viernes 29 de junio se cumplen cien años del nacimiento de uno de los más célebres compositores mexicanos, José Pablo Moncayo, quien nació en Guadalajara, Jal. en 1912 y murió en la ciudad de México el 16 de junio de 1958.

Así hubiera compuesto solamente el maravilloso Huapango, Moncayo tendría garantizado su lugar entre los grandes músicos del mundo. Como es de esperarse, este centenario será el marco ideal para dar a conocer su obra, para ello el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes ha anunciado la realización de una serie de conciertos en recintos del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), el lanzamiento de una edición conmemorativa de ocho discos compactos y diez libros, así como una aplicación para iTunes.

A propósito de la celebrada obra, Juan Arturo Brennan explica (programa de mano del Concierto Mexicano 01-07-2011):
Según la fuente que uno consulte, huapango es una corrupción de la palabra fandango, o un término proveniente de la lengua náhuatl que quiere decir "lugar donde se coloca la madera", o sea, la tarima para el baile, o es una contracción de la palabra Huasteca y Pango, siendo éste el nombre alternativo del río Pánuco, o es el equivalente del llamado son jarocho, o un aire popular de décimas rimadas, o un tipo de canción popular mexicana que existe en dos variedades, el huapango jarocho y el huapango ranchero. En realidad, y aunque el asunto parezca muy complejo, todas estas definiciones tienen algo de útil para acercarnos a la esencia del huapango. Y este acercamiento no deja de ser interesante, necesario quizá, si consideramos que el Huapango de José Pablo Moncayo (1912-1958) es la obra musical más notoria de México. Para esta espléndida, brillante, siempre luminosa obra orquestal, Moncayo elaboró y transformó los temas de tres huapangos alvadoreños, citados en una nota por el musicólogo Otto Mayer-Serra: El Siquisirí, El Balajú y El Gavilancito. Ante la posibilidad (también fascinante) de escuchar esos sones en sus versiones originales, uno puede darse cuenta que Moncayo hizo mucho más que citar textualmente los huapangos. De hecho, su trabajo de elaboración es muy rico y variado, y el detalle más claro de su apego a la forma original del son jarocho está presente en la sección final de la obra, cuando la trompeta y el trombón dialogan retadoramente, cual si fueran dos copleros alvadoreños. La diferencia fundamental es que la trompeta y el trombón, en vez de intercambiar sutiles insultos y otras cuestiones de doble y hasta triple sentido, intercambian brillantes frases musicales. Por cierto, además de los tres sones citados por Mayer-Serra, es posible detectar en el Huapango de Moncayo la presencia fugaz de fragmentos de algunos otros, en particular El pájaro cu.
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Una de las consecuencias más negativas de la gran popularidad del Huapango está en el hecho de que casi inmediatamente después de su estreno, esta rica obra comenzó a ser usada (y abusada) como fondo musical para toda clase de propaganda oficialista y gubernamental, así como en numerosos productos audiovisuales comerciales, promocionales y turísticos de intención "nacional" o "nacionalista", con el consiguiente efecto de "abaratamiento por hartazgo". Debería quedar prohibido por ley volver a utilizar el Huapango para musicalizar películas, documentales, comerciales y similares, en el entendido de que el abuso perjudica la salud... de la partitura.
El Huapango, noble obra que ha resistido todos estos abusos y vejaciones a lo largo del tiempo, se estreno el 15 de agosto de 1941, con la Orquesta Sinfónica de México dirigida por Carlos Chávez. Pocos son los melómanos que saben, por cierto, que diez años antes, en 1931, el compositor mexicano José Pomar (1880-1961) escribió su propio Huapango para orquesta, obra por demás muy interesante.  








2 comentarios:

Lola MU dijo...

¡Qué bonita entrada y qué completa, querida María Eugenia! Me ha encantado escuchar además el Balajú, el Siquisirí y el Gavilancito. En cualquier caso, no debemos olvidar que el abuso al que te refieres nunca resta calidad a la obra, por mucho que parezca hacerse aborrecible. Lo que es bonito y bueno, lo es... y punto.
¡Muchos besos y viva México!

María Eugenia Mendoza dijo...

Querida Lola MU:
Agradezco tus comentarios, maestra de música y de entradas extraordinarias en un blog maravilloso.
Esta obra de Moncayo es de una belleza indiscutible, escucharla en donde sea nos conmueve, a veces hasta las lágrimas, y como dices, aunque se abuse de ella en espacios publicitarios eso no le resta ni una nota a su majestuosidad. Gracias por pasar por aquí y enriquecer a esta Aldea.
Va un cariñoso abrazo y mis deseos de que disfrutes plenamente tus vacaciones. Un beso.