domingo, 25 de marzo de 2012

Sostiene Antonio Tabucchi "que frecuentemente soñaba en portugués"


Al repasar la sección de Cultura del diario El País de este domingo, me entero de la muerte de Antonio Tabucchi, de quien sólo he leído Sostiene Pereira, una de las obras imprescindibles de la literatura universal, llevada magistralmente a la pantalla grande por Roberto Faenza, con la colaboración directa del autor y protagonizada por Marcello Mastroianni.

Día triste para las letras y los lectores. Día triste en el que no faltarán las declaraciones de políticos italianos y portugueses reclamando como suyo a un hombre universal, quien, como señala el diario El País "muy frecuentemente soñaba en portugués". La nota informa: "Antonio Tabucchi, el novelista italiano enamorado de Pessoa, de Lisboa, de Portugal y de la lengua portuguesa, murió la mañana de hoy domingo, a los 68 años, de un cáncer en el hospital de la Cruz Roja de la capital lusa, donde será enterrado el jueves, dando tiempo, según explicaba su viuda, a que se acerquen a Lisboa todos sus amigos franceses, italianos y españoles".

Al enterarse de esta noticia no dudo que muchos vayamos en los próximos días a la librería para conseguir alguno de los libros que conforman su obra, pero casi estoy segura de que la mayoría hurgará en sus libreros hasta encontrar su ejemplar de Sostiene Pereira, para releer la historia de este entrañable Pereira, periodista con mucha experiencia responsable de la sección cultural del Lisboa, periódico que según palabras de Pereira, cuando se pone en contacto por primera vez con Monteiro Rossi para ofrecerle trabajo "sale desde hace unos meses, no sé si usted lo conoce, somos apolíticos e independientes, pero creemos en el alma, quiero decir que somos de tendencia católica".

Sostiene Pereira se desarrolla en la Lisboa de 1938, herida por la dictadura de Salazar, ciudad que no es ajena a la guerra civil española y el fascismo italiano. El Lisboa, descubrirá el lector muy pronto, no es tan independiente, no lo puede ser cuando "la gente moría y la policía era la dueña y señora", cuando la "ciudad apesta a muerte, toda Europa apesta a muerte" y no se puede publicar con libertad información que incomode al régimen.

Pereira es culto, muy culto. Vive, o mejor dicho, sobrevive obsesionado por la muerte. Es viudo, vive solo y cuando está en casa habla con el retrato de su esposa, le refiere lo que ha hecho durante el día y sus planes. Su obsesión por la muerte lo mueve a buscar a un periodista que pueda encargarse de "los elogios fúnebres de los escritores o una necrológica cada vez que muere un escritor importante, y las necrológicas no se pueden improvisar de un día para otro, hay que tenerlas ya preparadas, y yo estoy buscando a alguien que escriba necrológicas anticipadas para los grandes escritores de nuestra época, imagínese uste, si mañana se muriera Mauriac, a ver, ¿cómo resolvería yo la papeleta?

Los textos del joven colaborador no cumplen las exigencias de Pereira, pues es incapaz de escribir una necrológica de los escritores que han tomado una buena postura política, que, por otro lado, no resultan adecuados para la línea editorial del Lisboa. Sin embargo, a Pereira le sale muy cara la relación con Monteiro Rossi y Marta,  novia de este, no únicamente por pagar los adelantos y otras exigencias de los chicos de su bolsillo sino por los acontecimientos que alterarán la vida tranquila del periodista.

Esta novela está poblada de personajes que abren los ojos de Pereira para que reconozca causas y efectos de cosas tan aparentemente sencillas, como su obesidad, directamente relacionada con el consumo de una dieta monótona y de diez a doce vasos diarios de limonada. En la primera plática sostenida con el doctor Cardoso, en una clínica de talasoterapia a la que llega por indicaciones de su cardiólogo, señala: 

"Y ¿cuándo empezó a manifestarse su obesidad?, preguntó el doctor Cardoso. Hace algunos años, respondió Pereira, después de la muerte de mi esposa. En cuanto a los dulces, preguntó el doctor Cardoso, ¿come usted muchos dulces? Nunca, respondió Pereira, no me gustan, sólo bebo limonadas... y dígame, ¿les pone azúcar? Las lleno de azúcar, dijo Pereira, la mitad del vaso de limonada y la otra de azúcar.

Personaje clave es el padre António, quien desde el principio de la historia reclama a Pereira, tras el asesinato de un carretero que abastecía los mercados y era socialista "¿en qué mundo vives, tú que trabajas en un periódico?, mira Pereira, ve a informarte, anda". El padre António tiene clara la relación del Vaticano con las dictaduras y advierte a Pereira sobre el riesgo de publicar en la página cultural del Lisboa textos de escritores comprometidos con la república, con la democracia, como Bernanos "no es muy querido en este país, no ha escrito cosas muy agradables sobre el batallón Viriato, el contingente militar portugués que ha ido a España a combatir junto a Franco".

Sostiene Pereira es una obra que aborda temas dolorosamente vigentes.

La edición que tengo en mis manos, la decimoquinta de Compactos Anagrama (2010), con la fotografía del guapísimo siempre Marcello Mastroiani, incluye una larga nota de Antonio Tabucchi a la décima edición italiana. Reproduzco solamente el principio:
El señor Pereira me visitó por primera vez una noche de septiembre de 1992. En aquella época no se llamaba todavía Pereira, no poseía trazos definidos, era una presencia vaga, huidiza y difuminada, pero que deseaba ya ser protagonista de un libro. Era sólo un personaje en busca de autor. No sé por qué me eligió precisamente a mí para ser narrado.
Pereira había escrito en la sección "Efemérides", a propósito de los tres años de la muerte de Fernando Pessoa: "Hombre de cultura inglesa, había decidido escribir en portugués porque sostenía que su patria era la lengua portuguesa". Más adelante, reconoce que el texto le resulta nauseabundo y lo modifica. Ahora, cuando esta nota necrológica se publica en esta Aldea, le cambio el nombre y queda: Antonio Tabucchi, nacido en Italia, "había decidido escribir en portugués porque sostenía que su patria era la lengua portuguesa".
 

miércoles, 21 de marzo de 2012

Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil 2012

Cartel y texto por los mexicanos Juan Gedovius y Francisco Hinojosa (IBBY México)
Había una vez un cuento que contaba el mundo entero. Ese cuento en realidad no era uno solo, sino muchos más que empezaron a poblar el mundo con sus historias de niñas desobedientes y lobos seductores, de zapatillas de cristal y príncipes enamorados, de gatos ingeniosos y soldaditos de plomo, de gigantes bonachones y fábricas de chocolate.
Lo poblaron de palabras, de inteligencia, de imágenes, de personajes extraordinarios. Le permitieron reír, asombrarse, convivir. Lo cargaron de significados. Y desde entonces esos cuentos han continuado multiplicándose para decirnos mil y una veces “Había una vez un cuento que contaba el mundo entero…”
Al leer, al contar o al escuchar cuentos estamos ejercitando la imaginación, como si fuera necesario darle entrenamiento para mantenerla en forma. Algún día, seguramente sin que lo sepamos, una de esas historias acudirá a nuestras vidas para ofrecernos soluciones creativas a los obstáculos que se nos presenten en el camino.
Al leer, al contar o al escuchar cuentos en voz alta también estamos repitiendo un ritual muy antiguo que ha cumplido un papel fundamental en la historia de la civilización: hacer comunidad.
Alrededor de esos cuentos se han reunido las culturas, las épocas y las generaciones para decirnos que somos uno solo los japoneses, los alemanes y los mexicanos; aquellos que vivieron en el siglo XVII y nosotros que leemos un cuento en la internet; los abuelos, los padres y los hijos. Los cuentos nos llenan por igual a los seres humanos, a pesar de nuestras enormes diferencias, porque todos somos, en el fondo, sus protagonistas.
Al contrario de los organismos vivos, que nacen, se reproducen y mueren, los cuentos, que surgen colmados de fertilidad, pueden ser inmortales. En especial aquellos de tradición popular que se adecúan a las circunstancias y al contexto del presente en el que son contados o reescritos. Se trata de cuentos que, al reproducirlos o escucharlos, nos convierten en sus coautores.
Y había una vez, también, un país lleno de mitos, cuentos y leyendas que viajaron por siglos, de boca en boca, para exhibir su idea de la creación, para narrar su historia, para ofrecer su riqueza cultural, para excitar la curiosidad y llenar de sonrisas los labios.
Era también un país en el que pocos de sus pobladores tenían acceso a los libros. Pero esa es una historia que ya ha empezado a cambiar. Hoy los cuentos están llegando cada vez más a rincones apartados de mi país, México. Y al encontrarse con sus lectores están cumpliendo con su papel de hacer comunidad, hacer familia y hacer individuos con mayor posibilidad de ser felices.
Francisco Hinojosa

Hans Christian Andersen nació el 2 de abril 1805, en Odense, una ciudad pequeña de la isla danesa de Fyn. Su padre era zapatero y su madre ayudaba a la economía familiar lavando ropa. No obstante una infancia pobre, se dice que ésta era recordada por el escritor como una época feliz, en la que su padre le contaba cuentos y alimentaba su imaginación de diversas formas. En una ocasión le construyó un pequeño teatro en el que el pequeño representaba obras con personajes elaborados con papel recortado.
Este 2 de abril, como desde hace 45 años, se celebra el aniversario del nacimiento del gran escritor con una gran fiesta de libros. En esta ocasión México engalana el festejo con este espléndido cartel de Juan Gedovius y las letras del prolífico escritor Francisco Hinojosa.
A festejar leyendo.


viernes, 16 de marzo de 2012

Cuatro condiciones del periodismo independiente, de Albert Camus

 
Albert Camus (biografía)

El periodismo libre, en un texto inédito de Albert Camus

Los medios y condiciones para que un periodista independiente no pierda su libertad “ante la guerra y sus servidumbres” son cuatro: lucidez, rechazo, ironía y obstinación. La lucidez, porque “supone la resistencia a los mecanismos del odio de la ira y el culto a la fatalidad”. Según Camus, “un periodista, en 1939, no se desespera y lucha por lo que cree verdadero como si su acción pudiera influir en el curso de los acontecimientos. No publica nada que pueda excitar el odio o provocar desesperanza. Todo eso está en su poder”.

“Frente a la creciente marea de la estupidez, es necesario también oponer alguna desobediencia”, continúa Camus. “Todas las presiones del mundo no harán que un espíritu un poco limpio acepte ser deshonesto”, decía. Y luego: “Es fácil comprobar la autenticidad de una noticia. Y un periodista libre debe poner toda su atención en ello. Porque, si no puede decir todo lo que piensa, puede no decir lo que no piensa o lo que cree que es falso. Esta libertad negativa es, de lejos, la más importante de todas”, ya que permite “servir a la verdad en la medida humana de sus fuerzas”, o “al menos rechazar lo que ninguna fuerza le podría hacer aceptar: servir a la mentira”.

La tercera condición para ser libres es la ironía: “No vemos a Hitler, por poner un ejemplo entre otros posibles, utilizar la ironía socrática”, escribe Camus. “La ironía es un arma sin precedentes contra los demasiado poderosos. Completa a la rebeldía en el sentido de que permite no solo rechazar lo que es falso, sino decir a menudo lo que es cierto”.

Para cumplir lo anterior, la cuarta regla indispensable es “un mínimo de obstinación para superar los obstáculos que más desaniman”, a saber: “La constancia en la tontería, la abulia organizada, la estupidez agresiva”.

Nota completa en El País

martes, 13 de marzo de 2012

Una historia de taxista

La prima de la secretaria de la asistente del doctor Casimiro Rosado, uno de los funcionarios públicos más influyentes, le contó al taxista que abordé ayer por la tarde para realizar un trayecto que debería durar media hora y se convirtió en una casi pesadilla de dos largas horas, una historia de la que me hubiera gustado conocer más detalles de no haber sido por mi desesperación ante el retraso de una cita que concerté a las seis y que si bien me iba llegaría a las siete pero a la que por fortuna tampoco había llegado la persona con la que me encontraría, quien también se encontraba atrasada por problemas de tránsito. Otra cosa que me angustiaba era el insensible avance del taxímetro y mi incapacidad para bajarme del auto, prácticamente estacionado en medio del puente y caminar un kilómetro y medio con tacones para llegar a la estación más próxima del metro, de manera que no tuve más remedio que permanecer en el enorme estacionamiento en que se había convertido la vía rápida que tomó el taxista para que llegara a tiempo a mi cita.
La historia de marras es la siguiente, va entrecomillada y con el crédito de Belisario Malpica, nombre del taxista, por aquello de las aclaraciones y la autoría del relato, en caso de que sea pura ficción y más si es verdadero:
"Resulta que como todos sabemos el doctor Casimiro Rosado podría pasar inadvertido en cualquier lugar en donde se presentara si no fuera acompañado por prominentes empresarios y políticos, así como custodiado por una docena de guardaespaldas. Eso se sabe porque el hombre es de esos que uno lo ve dice "no daría ni un peso por él" o "aunque la mona se vista de seda..." se carcajeó de su chiste, pero el taxista tenía razón el doctor era de un tipo común, nadie imaginaría que estudió en el extranjero el doctorado en economía y que pesa tanto en las decisiones del país–. Como le decía volteó y se acomodó para que la plática fuera más amena, como de cuates, pero eso sí, no detuvo el taxímetro– el doctor Casimiro Rosado, pese a ser de extracción humilde es un prepotente de primera, trata a las personas que no le van a reportar algún beneficio como si fueran sus esclavas, ni más ni menos. El señor es incapaz de un "por favor" y más de un "gracias". Le encanta hacer alarde de su riqueza, que vaya usted a saber el origen opaco que tiene, pero como está consciente de que un Hugo Boss o un Armani ni le lucen, aunque de todas formas los usa, presume sus aparatitos de telefonía y todas esas porquerías que ahora los ejecutivos usan dizque para trabajar, sí, cómo no, como si los funcionarios supieran sacar raíz cuadrada o redactar sus discursos, si no fuera por sus asesores estarían perdidos... Bueno, pero ¿sabe qué vehículo maneja? –me preguntó como si fuera un secreto, pero preferí decirle que lo ignoraba–, un Bentley, equipadísimo. Dicen que lo quiere más que a su esposa y a sus hijos y por eso no deja que ni su chofer lo maneje, solamente lo saca cuando él va a manejar, si no se traslada en un Mercedes negro, que también adora pero ese sí se lo deja a su chofer, a veces. En ese momento oímos un claxon y el taxista avanzó veinte centímetros. Como le decía, este señor es un pelado. Me enteré que la semana pasada después de una reunión con dos secretarios de Estado y un importante empresario, el doctor Casimiro Rosado estaba tan feliz por los acuerdos a los que habían llegado que los invitó a comer a un restaurante muy exclusivo que está a dos cuadras de su oficina. Como no quería que ningún chofer escuchara la conversación él propuso usar su Bentley. Así que los gallones se treparon al carro y el doctor iba manejando sintiéndose dueño del mundo. Al llegar al restaurante, como es bien barbero el tal doctor Casimiro Rosado –el taxista parecía disfrutar mucho decir el nombre completo del funcionario, se bajó para abrir la puerta del empresario que iba en el asiento del copiloto. En eso se acercó un valet parking y al doctor Rosado se le ocurrió aventarle las llaves del Bentley, al tiempo que le gritaba que si lo rayaba le partía toditita su... Pero ni terminó de soltar la amenaza porque ¿a que ni se imagina qué hizo el valet parking? Le contesté que no podía imaginar nada. Pues que el muchacho cacha las llaves y se las avienta de regreso al doctor y le dice: "los choferes estacionan los vehículos en la calle de atrás, güey". Imagínese usted la cara que hizo el doctor cuando los secretarios y el empresario soltaron una sonora carcajada y le gritaron al doctor Rosado 'a ver, Jaime, ¿lo estacionas tú o el muchacho?'. Y como vieron que el doctor, quien en ese momento se veía más insignificante, estaba a punto del infarto, el empresario le quitó las llaves y se las lanzó a otro valet parking, pidiéndole, ese sí con toda educación, que por favor estacionara el vehículo, porque ese día su chofer era el invitado especial. Entraron al restaurante abrazados, mientras los otros no paraban de reír".
En ese momento los autos comenzaron a avanzar y en un dos por tres llegamos a mi destino. El taxista ya no agregó nada, pero bien que estiró la manota para cobrar lo que me habría costado una comida en el restaurante al que fueron los hombres de la historia, que, por cierto, en ese momento creí se había sacado de la manga para entretenerme.
Pero ahora creo que había algo de verdad en lo que me contó porque hoy por la mañana leí en el periódico que las acciones de una de las empresas del empresario Fulano del Tal habían caído estrepitosamente. No sé pero me parece que ahí se ve la mano negra del doctor Casimiro Rosado.

jueves, 1 de marzo de 2012

El pastor de nubes, de Pedro Villar e ilustrado por Miguel Ángel Diez

 El pastor de nubes
Pedro Villar Sánchez y Miguel Ángel Díez
Kalandraka
44 Pág. 15 x 23,5 cm.
ISBN: 978-84-92608-50-8


La naturaleza nos regala casi a diario espectáculos efímeros, etéreos, hermosos que sólo en ocasiones, cuando nos damos tiempo de mirar el cielo, podemos apreciar. Es juego de niños y de adultos sensibles descubrir en las nubes formas, generalmente de animales, observar la luz del atardecer o tratar de descifrar los mensajes, que envían esas nubes negras en época de lluvias.
Pero es cosa de poetas escuchar las palabras que viajan en las nubes, unirlas con la música de la lluvia y el viento para ofrecernos historias como la de Nino, cuya ilusión es convertirse en pastor de nubes.
Nino es hijo de un pastor que se vio obligado a vender su rebaño pues lo que obtenía por su trabajo apenas alcanzaba para sobrevivir. Convertido en agrimensor, gracias a que a fuerza de andar y desandar los caminos sabía medir distancias, no sólo él cambió de actividad sino que dejó a su hijo sin ovejas que cuidar y con el deseo de algún día conocer el mar escondido detrás de las montañas.
Vio pasar veloces a las nubes acompañadas por el silbido de los vientos, a las palabras ocultas entre los murmullos del bosque y a los pájaros lanzados como flechas a la conquista del aire.
Otras veces, cuando llegaba la calma, las nubes se acurrucaban mansamente unas junto a otras. Fue entonces cuando se convenció de que ellas serían su rebaño.
«¿Acaso no viajan de valle en valle? –pensó–. ¿No engordan como los corderos? ¿No llevan entre sus copos de algodón las palabras?»
El pastor de nubes, del poeta Pedro Villar, es una magnífica obra escrita en prosa, bellamente ilustrada por Miguel Ángel Díez y publicada por Kalandraka.

Como valioso gesto de amistad Pedro Villar ha compartido este libro que deseo pronto tener en su versión impresa para disfrutar el olor y color de la tinta, la textura del papel, el amor de una edición tan bien cuidada.
En esta historia hay vivos homenajes a la curiosidad de los niños que desconoce límites; a los narradores orales que van por el mundo recogiendo e inventando historias para regalarlas a quien quiera escucharlas y hacerlas suyas y al empirismo, siempre presente en la gente trabajadora que no tuvo oportunidad de ir a la escuela.
También es un canto a la familia, encarnada en un padre y un hijo, uno práctico, el otro soñador, quienes descubren que su vocación de pastores, de animales el padre, de palabras el hijo, los une con los lazos invisibles de la naturaleza, aunque aparentemente la lean de diferente forma y con distintos fines. El niño presta atención a lo que las hojas de los árboles, el agua, el viento y las nubes le dicen, el padre de Nino aprovecha sus conocimientos para obtener algún beneficio medible, tangible. Seguramente cuando dice a su hijo que "las letras no dan de comer, las palabras se las lleva el viento" no lo hace con malicia, sino con la certidumbre que da la experiencia cotidiana de ganarse la vida en épocas y lugares difíciles, que bien visto cuáles no lo son.

El pastor de nubes ya está a la venta en España.

Gracias, querido Pedro, por este nuevo libro y por tu amistad.