miércoles, 15 de octubre de 2014

De novias, esposas y otras cosas, de Stanislaw Jaroszek

Stanislaw Jaroszek
De novias, esposas y otras cosas
Editorial El BeiSMan
ISBN: 978-1-4851-0226-4

Hace unos días Stanislaw Jaroszek me envió un correo para avisarme que me haría llegar un ejemplar de su más reciente obra, su segundo libro de cuentos. Esa noticia y tener su libro en las manos me hicieron romper el silencio que ha invadido a esta Aldea. Gracias, Stanislaw.

Al autor lo conocí hace tres años en el marco de la Feria Internacional del Libro de Minería. En esa ocasión platicó, junto con un grupo de escritores mexicanos, sobre las publicaciones de Ediciones Vocesueltas y de la revista Contratiempo.

Lo primero que quien conozca a Stanislaw le pregunta es por qué escribe en español siendo polaco y viviendo en Chicago. En la introducción de su primer libro, Jaleos y denuncias (Ediciones Vocesueltas), responde: "Al español le debo mucho. El español me abrió las puertas de las universidades norteamericanas, y me convirtió en todo un profesional. Es el español el que cada día trae el pan a mi mesa, y por eso le tengo una deuda de gratitud".

Esas palabras me conquistaron, pero más todavía sus palabras escritas y convertidas en relatos en los que el autor siempre está presente como migrante, como amante de la escritura, la familia y la memoria, como protagonista o testigo de acontecimientos que marcan la vida de quienes han tomado la decisión de dejar su casa familiar, su país.

¿Qué inspira las historias de Stanislaw Jaroszek, de dónde surgen? “Es que yo no invento, yo vivo lo que escribo”, dice el protagonista del cuento “El escritor”, mientras ve alejarse a la protagonista de todos sus cuentos. Y seguramente esa sería la respuesta que ofrecería el escritor. No inventa nada, él cuenta historias que vive, que atestigua.

Como ocurre con los relatos de cotidianidades dolorosas, de supervivencia en la selva feroz del desarraigo y el desempleo, el lector desearía que se tratara de mera imaginación, de pura invención de escritor, sin embargo, la realidad de miles y millones de seres humanos desplazados de sus tierras de origen en busca de la promesa de una vida mejor es una cruda realidad que quizá  pasa inadvertida para quienes transitan indiferentes o ensimismados frente a ellos. No obstante, para un escritor como Stanislaw Jaroszek esas historias vividas o referidas por los migrantes latinoamericanos con quienes ha aprendido el español colorido de quienes han dejado atrás a su país pero no su lengua merecen ser contadas, con la ilusión, tal vez, de que las cosas algún día cambien y nadie caiga en engaños y amenazas, como los que vivió el personaje de “Un día de Rambo”.

Al leer a Jaroszek es inevitable preguntarse cuántos seres humanos experimentarán diariamente la humillante esperanza de ser seleccionados por los enganchadores de jornaleros, cuántos ven avanzar las mancecillas del reloj y advierten que el rechazo matutino les echó a perder el día y que no hay forma de saldar las deudas. A cuántos como Tony, mejor conocido como Rambo, les gusta trabajar rápido, sin descanso, trabajar y no pensar en el hambre, no pensar en la aparente falta de solidaridad de sus compatriotas, que lo vieron subirse a la camioneta del gringo gordo, y que no le advirtieron que además de que no paga es policía.

Las novias y las esposas no son ninguna perita en dulce en los relatos de este libro. Las relaciones amorosas tienen su alta dosis de indiferencia, de engaño y aun de abuso. Mientras para unos padres el nacimiento de su hijo significa un cambio radical "Ya siendo padre uno no se siente ni tan joven, ni tan invencible, ni tan inmortal. Asimismo nunca más se sentirá solo"; para otro es como una broma pesada.

En los relatos de Jaroszek la soledad es una constante. Acompaña al jornalero, al esposo, a la vecina, al hijo que conoció a su padre, al viejo que fue millonario por un día. Pero también hay amor y humor.

Escribir sirve para recordar pero también para cambiar la historia que se relata, como ocurre en "Adríán". Escribir para vivir y vivir para escribir no es nada fácil. Crear personajes, darles vida, cuidarlos, esa es la gran responsabilidad del escritor. Que se vendan los libros es importante no tanto para el autor como para sus personajes, nos dice en "La gran fuga", relato en el que el escritor enfrenta la zozobra por la fuga de sus personajes, de que su libro quede vacío, pero sabe que pase lo que pase tendrá que vivir su propio cuento hasta el final.

Stanislaw Jaroszek, maestro, padre de familia, esposo, hijo, hermano, amigo de latinoamericanos, seguirá viviendo y escribiendo cuentos porque es escritor.