viernes, 15 de enero de 2010

Nada detiene a las golondrinas, de Carlos Marianidis

Nada detiene a las golondrinas
Carlos Marianidis
Premio Casa de las Américas 2002
Casa de las Américas / Cuba
República de Colombia
Ministerio de Cultura
"La escena es la de todos los días. La conozco bien. Pero a pesar de que se trata de un compañero de aula, su sufrimiento me resulta tan lejano que ni me molesto en pensar cómo lo podría ayudar. Cierta parte de mí cree que así deben ser las cosas y que cada uno merece lo que tiene y lo que le sucede, porque hay un destino para cada cual y nadie se puede escapar al suyo."

El primer párrafo de esta novela de Carlos Marianidis nos da pistas de la cotidianidad del personaje, tan parecida a la de cualquier estudiante de primaria, acostumbrado a atestiguar escenas dolorosas (en este momento no sabemos si física o emocionalmente dolorosas) con casi total indiferencia, la pista de que no es tan indiferente y de que no está del todo convencido de que así deban ser las cosas es esa clara referencia a "Cierta parte de mí..."

Para saber cuál es la parte del personaje que cree que las cosas pueden ser diferentes hay que adentrarse en la historia de Miguel, un chico que vive en la zona alta de su barrio y que en ocasiones se comporta como celoso miembro del Club de Tobi y en otras como un romántico adolescente aguijoneado por el primer amor. A lo largo de la lectura encontramos situaciones graciosas, emocionantes y tiernas. Todos nuestros sentidos están involucrados gracias a las precisas y deliciosas descripciones al grado de que casi se pueden saborear las facturas recién horneadas, percibir el ambiente mágico de la arboleda, imaginar la forma en que se lee la hora en el reloj de piedra y observar con Joana y Miguel un arco iris que los une más allá de lo terrenal.

En esta novela hay escenas que remueven los más preciados u horrorosos recuerdos  de la pubertad, según se hayan experimentado, como los bailables escolares, ser el nuevo o la nueva en la clase, los juegos a la hora del recreo, la amistad, los amigos maliciosos, el primer amor, las inquietudes y revelaciones en torno a la sexualidad, los lugares y sociedades secretas. Además, como en la vida de cualquier chico actual, en la de Miguel hay tiempo para videojuegos, futbol, apuestas y acontecimientos que dejan honda huella y determinarán en gran medida la forma de ver la vida, la forma de conducirse ante situaciones inesperadas.

La televisión como telón de fondo de la vida en el hogar, con noticiarios que sin ningún pudor, ni otra ambición que ganar la nota, muestran lo mismo bombardeos en vivo que a las víctimas de desastres naturales, provoca interesantes reflexiones en Miguel que van desde la ubicación geográfica de un conflicto como el de Israel y Palestina; la idea aterradora de lo fácil que sería oprimir enter y acabar con la vida de miles de personas en segundos y, las que parecerían más simples pero están envueltas de dolor y vergüenza  y que son expresadas a partir de estas preguntas: "¿Por qué cada uno vive donde vive si hay lugares distintos donde poder estar? ¿Por qué esa gente está allá pudiendo estar acá? ¿Por qué preferirían andar escondiéndose de los disparos, en vez de sentarse cómodamente a leer una revista mientras almuerzan?... ¿Y Cuatrojos? ¿Por qué siento que hay tanta diferencia entre él y yo? ¿Por qué no somos vecinos? ¿Para qué sirve tener la piel de otro color?

Las historietas y revistas, más que los libros, forman parte de la cultura juvenil del grupo formado por los entrañables personajes de la novela: Miguel, Patricio Zaldívar (Cuatrojos), Ariel y su hermano, Lucas y  Giménez, los seis miembros de los Caballeros de la Arboleda, así como Débora y Joana.

En la narración aparecen palabras como diskette, scanner y enter (salvo la primera que ya quedó en desuso, las otras forman parte del vocabulario común de los nativos cibernéticos, aunque sólo de quienes tienen acceso fácil a las computadoras). Estas palabras merecieron alguna aclaración para que la historia se entendiera, como que scanner es una especie de fotocopiadora y el enter es la tecla más grande del teclado.

Nada detiene a las golondrinas es una novela de descubrimiento o quizá sería mejor decirlo en plural, puesto que Miguel, sus amigos, vecinos y familia descubren que no hay que dar nada por sentado, que los niños pueden hacer preguntas incómodas, que los padres, por más que quieran evitar las respuestas, éstas llegarán, además de que hay que aprender a guardar secretos. Pero sin duda el descubrimiento más valioso es el de la verdadera amistad.

He traído a este espacio la novela de Carlos Marianidis porque, además de ser una obra que  ha sido reconocida mundialmente, en ella el autor transmite, como en alguna ocasión me escribió en una carta, "que no hay soluciones mágicas, que los desafíos tienen que enfrentarse por partes." Y es cierto, en la vida real por más que exista gente que parece hacer magia, no hay soluciones mágicas.

Es evidente que al escritor y poeta, como a cualquier persona sensible, le duelen las injusticias, las diferencias sociales, el abuso de poder, la indiferencia ante las tragedias humanas y la impotencia frente a ellas (como está ocurriendo ahora en Haití, azotada por un devastador terremoto y por la pobreza en que ha estado sumida durante tanto tiempo).

Carlos Marianidis
Escritor, poeta y dramaturgo argentino. 
Cursó estudios de violín y psicología. Ganó el premio "Casa de las Américas" por la novela Nada detiene a las golondrinas, que integra el catálogo de la Biblioteca Internacional de la Juventud de Munich. En 2008 fue premiado por las Naciones Unidas. 
Recientemente ha publicado Las sombras perdidas y otras historias, Corazón de colibrí y Recetario de juegos.
Vive en Buenos Aires, Argentina. 
(Información tomada de Voz y Mirada)

4 comentarios:

María García Esperón dijo...

Preciosa reseña, llena de bocados deliciosos para la inteligencia. Magnífico el de "no hay soluciones mágicas". Y además, celebro doblemente que tanto la Aldea de las Letras como el blog de Rosa Serdio alojen hoy a Carlos Marianidis.

María Eugenia Mendoza dijo...

Releer la novela de Carlos ha sido una delicia porque es como reencontrarte con viejos amigos a los que te gusta escuchar y con quienes existen tantas afinidades. Pero también lo es porque al pasar las páginas de la historia adviertes los cambios físicos, emocionales y sociales que se producen en los chicos en esa etapa, que en esta obra son muy positivos y posibles.
Qué bueno que Rosa Serdio haya alojado a Carlos en su blog, que Asunción, con su hermosísima voz y sus valiosos recursos haya dado vida a la poesía de nuestro amigo, quien es otro constructor de puentes, habrá que recordar su iniciativa para revivir la Red ILCE-Edusat.
Gracias por tu enriquecedora visita a esta Aldea. Un beso.

ASUNCION dijo...

¡¡Qué orgullosa y privilegiada me siento por haber "prestado" mi voz a los bellos versos de un poeta de gran altura humana como Carlos!!!
Casi que me da vértigo, después de leer tus comentarios sobre su obra y los de Rosa. No conocía el trabajo de Carlos y es impresionante. Me emociona que María pensara en mí para grabar el video y todavía más que a Carlos le gustara y que haya tenido la gentileza de enviarme una preciosa carta de agradecimiento.
EN ESTA ALDEA DE LAS LETRAS, LOS POETAS CAMINAN DISFRUTANDO, RODEADOS DEL CARIÑO DE SU PRIMER HABITANTE, MARU. GRACIAS POR LA BIENVENIDA CON QUE NOS RECIBES A TODOS.

María Eugenia Mendoza dijo...

Es muy emocionante ver cómo las letras viajan, se quedan un rato revoloteando y su esencia se queda en nosotros, a veces con gusto a canela y siempre con la caricia de la amistad. Gracias a ti y a quienes visitan esta Aldea, aunque sea de pasadita.
Va un abrazo muy cariñoso hasta León.