domingo, 13 de marzo de 2011

¿Qué hacemos los hispanohablantes por el idioma español en nuestro lugar de origen y fuera de él?




La pregunta que sirve de título a esta entrada quizá resulte un tanto extraña, pero estoy segura que quienes visiten esta Aldea tendrán múltiples e interesantes respuestas y una que otra crítica a mi forma de escribir.

Entre quienes tienen una gran responsabilidad para que el idioma se mantenga vivo, se enriquezca y crezca el número de hablantes están, en primer lugar, los padres de familia, debido a que se encargan de enseñarlo a sus hijos, independientemente de que vivan en un país en donde el español no sea la lengua de comunicación.

En segundo lugar deberían estar los maestros de español, comprometidos con su enseñanza formal y sistemática, aunque también tienen una gran responsabilidad quienes imparten otras asignaturas, pues el español es la lengua en la que establecen el intercambio de saberes, conocimientos, experiencias, desafíos, expectativas en torno a sus materias, a la educación y a la vida en general.

Digo que deberían ser quienes estén en segundo lugar, pero no es así, este puesto ha sido usurpado desde hace décadas por los medios de comunicación, con cuestionables resultados debido al manejo deficiente y aun grotesco del idioma, no por todos aunque sí por muchos influyentes "comunicadores", que frente a un micrófono o una cámara hablan por hablar sin decir nada y además lo hacen mal. De aquí que padres y maestros se enfrenten, en el mejor de los casos, a la pobreza de vocabulario de los chicos, cuando no a una total indiferencia sobre contenido y forma en su comunicación cotidiana.

Queda la pregunta, reformulada: ¿qué hacemos por el español quienes vivimos en nuestros países de origen?

Esto viene a cuento porque hace dos semanas, en el maravilloso recinto de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería tuve oportunidad de conocer a un grupo de escritores, editores y artistas gráficos responsables de la publicación de la revista Contratiempo y del sello editorial Ediciones Vocesueltas.


Una grata sensación, semejante a la que se experimenta durante el enamoramiento (la figura parece exagerada pero no lo es) me dejó la conferencia (a la que dediqué una entrada en esta Aldea) y se aviva cada vez que leo aunque sea unas páginas de alguno de los cinco libros que adquirimos Tarsi y yo en esa oportunidad. ¿Por qué? Simplemente porque el idioma enamora y eso es lo que hacen los escritores de Contratiempo con sus textos, enamorarnos del idioma, de sus historias, de la forma de narrarlas,  de las culturas, que dejaron físicamente atrás cuando decidieron migrar a la ciudad de Chicago, pero corren por sus venas, son parte de ellos y por tanto de sus obras.

Los escritores de Contratiempo, estos artistas de Pilsen, están haciendo mucho por el idioma español porque este idioma es parte de su identidad, de su cultura, incluso para quienes, como Stanislaw Jaroszek, lo adoptaron como forma de vida.

Para ilustrar lo comentado, tomo un fragmento del número de octubre de 2010 de la revista Contratiempo, concretamente el texto escrito por Julio Ortega titulado "En la 18 a la 1: Antología del taller literario de contratiempo", que a la vez es un fragmento del prólogo de dicha antología, de Ediciones Vocesueltas:

Cuando finalmente llegué al pueblo de Pilsen, un dos de noviembre de hace dos años, de la mano de mi hija, estudiante de la Universidad de Chicago, sentí la emoción de que ya lo conocía: vi familias mexicanas con sus hijos vestidos de domingo derivar hacia el parque de columpios, jardín y bancos; vi a las abuelas y sus nietas, paseándose unas a otras, en esa calma colorida; y creí ver la migración hispánica reposando en su propia representación. Entonces entendí: Pilsen no era solamente un pueblo de Chicago, convertido en mexicano en el mapa de la migración hispánica en Estados Unidos, sino que era, para sorpresa mía, un pueblo situado en el tiempo, donde tenía vida propia, casi independiente del programa de expansión urbana que lo amenaza con ponerse de moda. Quiero decir, Pilsen está situado en un tiempo mexicano fuera del tiempo de desarrollo urbano del tardo capitalismo. Tiene la placidez de la Colonia Roma en 1969, el año en que llegué por primera vez a la ciudad de México, mucho antes de que fuera declarada por mi amigo Carlos Monsiváis "la primera ciudad del post-Apocalipsis".

Por cierto, ahora que entré a la página de Ediciones Vocesueltas me entero que A veces llovía en Chicago, cuentos migrantes, de Gerardo Cárdenas se presenta (o se presentó) en este mes de marzo. Este libro es una coedición de Ediciones Vocesueltas y Libros Magenta y entre otras narraciones está la que leyó en el Palacio de Minería sobre un taquero-boxeador, que en palabras del autor es todo un campeón.

Feliz presentación, Gerardo, que los buenos vientos de Chicago lleven este libro a toda Latinoamérica y más allá.

4 comentarios:

Myriam B. Mahiques dijo...

Hola Ma. Eugenia, nosotros vivimos fuera de nuestro país, y en casa, rigurosamente hablamos en castellano (excepto cuando hay visitas), y corregimos a los chicos cuando se equivocan. Hace años les compraba libros en español, pero, lamentablemente, los colegios pudieron más, y ahora les resulta más fácil leer en inglés, incluso ver la TV en inglés. Aculturaciones ....Al menos saben hablar, leer y escribir en inglés y castellano. No todos los que hablan castellano saben leerlo.
Un beso,

María Eugenia Mendoza dijo...

Hola Myriam:
Gracias por responder a la pregunta y de esa manera compartir tu experiencia. Sin duda toda tu familia tiene la ventaja del bilingüismo y de las raíces bien plantadas en el sur.
Va un abrazo muy cariñoso.

Lola dijo...

Mª Eugenia: Soy una persona muy mayor, de la vieja escuela, a la que le gusta mucho la ortografía, la buena ortografía.
Cuando veo una falta en un escrito, me resalta enseguida como si estuviera en negrita.
Me da mucha pena ver a los adolescentes españoles y a muchos adultos también, a veces personas con carrera universitaria, y que no saben escribir ni redactar.
También te quería comentar que me opongo a las nuevas reglas de la Real Academia de la Lengua y que seguiré escribiendo sólo con y sin acento ya sea adjetivo o adverbio. También seguiré acentuando "guión" y "truhán" que para mí son claros hiatos.
Me conoces por "fantasía de cortos", soy uno de los cuatro autores del blog. Tengo 77 años.
Me gusta mucho tu blog y me lo pongo en "Blogs amigos". Si quieres entrar en el mío particular es: http://boheme.zruspas.org
Un abrazo Lola (objetora ortográfica)

María Eugenia Mendoza dijo...

Lola:
Es un honor recibir tu visita en esta humilde Aldea.
Me encanta el trabajo que están haciendo en Fantasía de Cortos, pues además de los cortos seleccionados y el análisis que presentan es un sitio en el que el talento y el compromiso de comunicar ha unido y por tanto multiplicado el talento de cuatro fantásticos maestros y blogueros.
En cuanto a la ortografía y cuidado del idioma coincido contigo, esos "cambios" a la ortografía resultaron por lo menos ridículos e innecesarios, más para solapar la flojera que para enriquecer el idioma.
Te visitaré en tu blog particular, por lo pronto recibe un abrazo fresco y primaveral.