domingo, 29 de noviembre de 2009

El Lindero, de María Eugenia Mendoza Arrubarrena


El Lindero
María Eugenia Mendoza Arrubarrena
México, Ediciones SM, Col. Gran Angular Núm. 16,
2008, 3a. reimpresión
El Lindero es mi primera obra de narrativa. Escrita para participar en la octava edición del Premio de Literatura Infantil que convocaron en 2003 Ediciones SM y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y que obtuvo la recomendación del jurado para su publicación.

Durante más de seis años El Lindero ha significado una oportunidad maravillosa para platicar con jóvenes y maestros sobre la familia, los amigos, los frutos de la tierra, la gastronomía mexicana, la importancia de la ciencia y el respeto al pensamiento mágico de nuestro pueblo.

El Lindero es el nombre de la casa a la que llega la familia de Sara, la narradora en esta historia. Esta casa tiene la magia de todo hogar, es decir, atesora en ella las experiencias y sueños de sus moradores, aunque en este caso lo hace con la ayuda de la tecnología materializada en una laptop, en donde los primeros habitantes guardaron sus memorias para legarlas a sus descendientes.

Disfrutar de la vida del campo en un sitio privilegiado, relativamente cercano a la ciudad, en la que los huéspedes de El Lindero desarrollan la mayor parte de sus actividades, es quizá una de las experiencias más enriquecedoras para la nueva familia.

A continuación presento un fragmento del capítulo “Siembra y cosecha”:

–¡Mire nomás! Esto está muy bonito, señorita. ¿Es su tarea de la escuela? –me preguntó, quizá fingiendo interés.
–No. Se nos ocurrió que podría ser muy útil tener muestras de diferentes hierbas y fuimos al mercado, compramos todas éstas, las secamos bien y luego hicimos un recorrido por las matas que hay aquí sembradas y las comparamos con las que teníamos en el herbario.
–A ver ¿dónde está el tomillo?
–Hice un recorrido por las plantas y no lo encontré.
-No se preocupe señorita, aquí no hay tomillo, si quiere le traigo un poco de mi casa y también, si quiere, sembramos un poco.
-No, en realidad no sé ni para qué sirve. Antes, cuando veíamos que en una receta pedían tomillo, íbamos a comprarlo al mercado, sólo lo tenemos en las hojas para saber cómo es, para aprender a identificarlo.
-Mire, no hay mejor maestra que la tierra, usted se va a volver toda una experta; lo importante es aprender a observar, a oler y a probar para que le agarre el gusto.

Este fragmento, espero que sirva como invitación a conocer y aprender a reconocer los frutos de la tierra. Cuando vamos al mercado nuestros marchantes se encargan de darnos las yerbas que necesitamos para "dar sabor al caldo", pero si estamos en un supermercado es muy frecuente que no distingamos a simple vista algunas tan usadas en México como el perejil del cilantro o simplemente no sepamos cómo son el hinojo, el epazote o el orégano frescos.

Este libro, según me han comentado algunas maestras que lo han llevado en secundaria ha sugerido ideas para realizar diversas tareas, además de las relacionadas con la redacción y la literatura, como reflexionar en torno a las vocaciones y hasta proponer la elaboración de un herbario, tarea que puede resultar muy práctica y muy provechosa para la vida cotidiana. Por cierto, los biólogos del Jardín Botánico de la UNAM, sobre todo los relacionados con el área de difusión, en donde tengo buenos amigos, pueden orientar a los lectores a elaborar uno.

Para finalizar este comentario, quiero agradecer a María García Esperón, una amiga con A mayúscula, por la reseña que escribió en su blog, después de leer este libro el primer día de 2008. Para leerla haz clic en:
http://mariagarciaesperon.blogspot.com/2008/01/el-lindero-de-mara-eugenia-mendoza.html

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